domingo, 16 de diciembre de 2007

"LA VIRGEN DE LOS SICARIOS" de Fernando Vallejo por Rodriguez-Petrucelli

“La Virgen de los Sicarios”

de Fernando Vallejo:

“Nostalgia, Denuncia y Olvido”

La presente monografía, basada en la polémica obra del escritor colombiano Fernando Vallejo, “La Virgen de los Sicarios”, pretende demostrar el objetivo explícito e implícito del autor al escribir dicha novela.
A simple vista, vemos que a partir de la realidad socio-económica y política de Colombia como disparador, el autor pretende manifestar una gran dosis de odio y decepción frente a una serie de instituciones, tales como: la iglesia, el ejército, los políticos, los intelectuales, e incluso el mismo pueblo colombiano; denuncia de este modo, el olvido de los verdaderos principios religiosos, morales y éticos, la violencia imperante en Colombia, el desorden social, la corrupción, la existencia humana, etc.[1] Para demostrar esto, el escritor recurre a los sicarios, quienes en éstos tiempos forman parte de la realidad colombiana. A través de ellos, Vallejo logra mostrarnos en detalle la ciudad de Medellín, protagonista casi exclusiva de la totalidad de la historia, de una manera particular: el recuerdo de su infancia en dicha ciudad, y el presente, con todos los cambios que esto implica.
Cuando analizamos la novela en forma más profunda, observamos la gran carga personal que Vallejo deposita en la misma, en cuanto a sus pensamientos y su ideología; por ello podemos afirmar que se trata de una obra marcadamente autobiográfica, con una cuota de ficción, exageración e ironía, que conjuntamente constituyen una particular manera de demostrar y denunciar fehacientemente la decadente realidad de Colombia, que llevó a su autor directa e indirectamente a no reconocerla como suya:
“(…) como bastó una chispa para que se nos incendiara después Colombia, se “les” incendiara, una chispa que nadie sabe de dónde salió. ¿Pero porqué me preocupa a mí Colombia si ya no es mía, es ajena? (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 8)
Esta enajenación de su propio país, le da un grado de nostalgia a la novela: nostalgia por una Colombia que nunca volverá. El autor cree que la escritura lo ayudaría a olvidar, ya que se ha hecho la ilusión de que lo que pasa al papel lo borra de su memoria. Esta obra, dice Vallejo, es uno de sus tantos intentos de borrar sus recuerdos;esto lo convierte en una persona verdaderamente libre.
Antes de leer una obra de Fernando Vallejo, en nuestro caso, La Virgen de los Sicarios, deben tenerse en cuenta varios datos biográficos de su autor.
Vallejo nació en Medellín, Colombia (1942), donde vivió durante su infancia y juventud. Cuando nació, la ciudad sufrió un proceso por el cual pasó rápidamente del modelo rural al urbano.[4]. Es hijo legítimo del ex ministro de Fomento, ex senador de la república, ex ministro de desarrollo, ex miembro de la constituyente de Colombia, ex presidente del Directorio Conservador de Antioquia, ex secretario de gobierno, director del periódico El Poder y abogado conservador Aníbal Vallejo Álvarez.
Después de un año de estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Bogotá, se licenció en Biología en la Universidad Javeriana. Viajó a Europa para estudiar cine en Italia, en la Escuela Experimental de Cinecittá.
En 1971 se estableció en México, donde produjo la totalidad de su obra. Desde entonces no ha vuelto a vivir en Colombia. En abril del año 2007, obtuvo la nacionalidad mexicana y el 8 de mayo del mismo año renunció a la colombiana.[5] Mediante una carta, lo declaró públicamente; en la misma, concluye diciendo:
“(...) Desde niño sabía que Colombia era un país asesino, el más asesino de la tierra, encabezando año tras año, imbatible, las estadísticas de la infamia. Después, por experiencia propia, fui entendiendo que además de asesino era atropellador y mezquino. Y cuando reeligieron a Uribe descubrí que era un país imbécil. Entonces solicité mi nacionalización en México (...). Así que quede claro: esa mala patria de Colombia ya no es la mía y no quiero volver a saber de ella. Lo que me reste de vida lo quiero vivir en México y aquí me pienso morir." [6]
Debemos aclarar que, recientemente, en el mes de octubre de 2007, Fernando Vallejo declaró estar tramitando nuevamente su nacionalidad colombiana, para volver a su país, porque es “extravagante y masoquista”, y además le hacen falta “sus muchachos”. Acerca de esto, dijo que:
“El hecho de que vuelva no borra los crímenes colectivos: ni los cometidos contra el hombre ni contra los animales. Por lo demás, mi patria es más grande que Colombia” [7]
Cabe destacar que, la mayor parte de las obras de Vallejo consisten en una larga autobiografía: El río del tiempo, de la cual hubo cinco entregas: 1) Los días azules (1985): esta obra refleja varios episodios de la infancia del autor en los escenarios de la finca de sus abuelos (Santa Anita) y el tradicional barrio Boston de Medellín; 2) El fuego secreto (1987) donde explora como adolescente los caminos de la droga y la homosexualidad en Medellín y Bogotá; 3) Los caminos a Roma (1988) y 4) Años de indulgencia (1989), en ellas narra sus experiencias en Europa, especialmente en Roma, y en Nueva York; y 5) Entre fantasmas (1993) que comprende los años en que ha residido en Ciudad de México, donde vive desde 1971.
El Mensajero (1991) es una versión de la biografía del poeta antioqueño Porfirio Barba-Jacob. En 1994 publicó una novela fuera de su ciclo biográfico, La virgen de los sicarios. Ganó el Premio Rómulo Gallegos por El desbarrancadero. También podemos mencionar La rambla paralela (2002); Mi hermano el alcalde (2004); y La puta de babilonia (2007)[8] ensayo en el cual exhibe su aversión a la Iglesia Católica, como ya anteriormente lo hizo en varias de sus novelas. [9]
Teniendo en cuenta los datos anteriormente mencionados podremos ahora centrarnos en el análisis de La Virgen de los Sicarios.
Vallejo nos introduce en la novela con la siguiente frase:
“Había en las afueras de Medellín un pueblo silencioso y apacible que se llamaba Sabaneta. Bien que lo conocí porque allí cerca, a un lado de la carretera que venía de Envigado, otro pueblo, a mitad de camino entre los dos pueblos, en la finca Santa Anita de mis abuelos, a mano izquierda viniendo, transcurrió mi infancia. Claro que lo conocí. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 7)
Dice Laura Isola que: “esta frase induce a la rememoración de un pasado infantil (...) instala una aparente inocencia y sosiego que se opondrán ostensiblemente a la violencia del presente que el narrador intenta explicar”.[10] Además, con sólo esta primera frase podemos afirmar que estamos tratando con un narrador en primera persona protagonista, que se dispone a contarnos su historia en Colombia.
Luego el narrador continúa:
“(...) ciudad de Medellín, capital de Antioquia; en la casa en donde yo nací, en la sala entronizado o sea (porque sé que no van a saber) bendecido un día por el cura. A él está consagrada Colombia, mi patria. Él es Jesús y se está señalando el pecho con el dedo, y en el pecho abierto el corazón sangrando: góticas de sangre rojo vivo, encendido, como la candileja del globo: es la sangre que derramará Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos amén.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 8)
A partir de aquí podemos confirmar que la novela es en gran medida autobiográfica, o bien tiene una gran carga personal, ya que Vallejo nació en Medellín, al igual que el narrador. También, el autor nos da una pauta sobre la cual se basará la mayor parte de la novela en cuestión: la sangre, la muerte, la violencia en Colombia, su patria.
De este modo, un narrador, sin nombre hasta mediados de la novela (donde nos enteraremos que se llama Fernando) nos introduce en Colombia, país al que vuelve luego de treinta años, y siente como ajeno.
Al volver a Medellín, o “Medallo” o también “Metrallo” por metralleta, como localmente le llaman a dicha ciudad, (y al mismo tiempo a Sabaneta, que se encuentra en sus afueras) se encuentra con una metrópoli caótica, violenta, moderna y compleja, que ya no es “ni la sombra de lo que él conociera al partir”[11] Ese periodo de ausencia, dice Aileen El-Kadi, “marca un antes y un después en la vida del personaje. Y marca su pertenencia a una cultura que ha sido aniquilada por la cultura popular”.[12] Por otro lado, la metáfora de “Metrallo”, dice Carolina Castillo, “le sirve [a Vallejo] como muletilla para sintetizar cada una de las escenas de violencia de las que resulta principal testigo ocular, en la “ciudad-horror” de Medellín”. [13]
Como dice Winston Morales Chavarro: “Fernando Vallejo no escribe: deja que la ciudad hable a través suyo, Medellín es otro personaje, la calle es otro personaje, la muerte es otro personaje, el sida es otro personaje. Su novela está plagada de héroes de carne y hueso –más de hueso que de carne-, personajes que viven su propia vida, a riesgo de perder la “otra”, marginados por el sistema, omitidos y suprimidos por las clases hegemónicas del Medellín primoroso y “posmoderno”.”[14] Medellín se convertirá en la protagonista principal de esta realidad que Vallejo nos comienza a mostrar en La Virgen de los Sicarios.
A lo largo de la novela, el narrador usará un vocabulario propio de Medellín, para narrar directa o indirectamente los hechos.[15] Es así como el autor logra sumergirnos verdaderamente en dicha ciudad, presentándonos en primera instancia a los sicarios, a los cuales define de la siguiente manera:
“(...) un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor: tenía los ojos verdes, hondos, puros, de un verde que valía por todos los de la sabana. Pero si Alexis tenía la pureza en los ojos tenía dañado el corazón. Y un día, cuando más lo quería, cuando menos lo esperaba, lo mataron, como a todos nos van a matar.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 10, 11)
La admiración del protagonista por Alexis, nos permite predecir la relación amorosa que se establecerá entre ambos, por otra parte, la anticipación de la muerte de dicho sicario, nos indica que al narrador no le interesa precisamente intrigarnos en cuanto a la trama de la novela, sino mostrarnos desde un principio, la realidad, haciéndonos partícipes de la violencia colombiana.
Mediante esta obra, Vallejo, considerándose a sí mismo “el último gramático de Colombia” está dispuesto a desenmascarar y denunciar la situación su país. No es casualidad, dice Aileen El-Kadi que el protagonista sea el “único personaje que posee una profesión que en el pasado era considerada una “profesión de prestigio”, ya que “en América Latina, a partir del siglo XIX el intelectual estuvo íntimamente ligado a la política y su función social efectivamente cobró una importancia central para la construcción de las identidades civiles. En La Virgen de los Sicarios (...) su poder, ha desaparecido socialmente.”[16]
Al margen, el autor nos comenta que hubo un cambio en su ausencia: la Virgen de Sabaneta, ya no es la Virgen del Carmen, sino María Auxiliadora, propiedad de los salesianos, ahora presente en la parroquia de Sabaneta, que es de curas laicos: notable contradicción. A dicha parroquia todos los martes se dirigía una peregrinación:
“Un tumulto llegaba los martes a Sabaneta de todos los barrios y rumbos de Medellín adonde la Virgen a rogar, a pedir, a pedir, a pedir que es lo que mejor saben hacer los pobres amén de parir hijos. Y entre esa romería tumultuosa los muchachos de la barriada, los sicarios. Ya para entonces Sabaneta había dejado de ser un pueblo y se había convertido en un barrio más de Medellín, la ciudad la había alcanzado, se la había tragado; y Colombia, entre tanto, se nos había ido de las manos (...).” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 11)
El narrador conoce a Alexis mediante un viejo amigo suyo: José Antonio, un día antes de la peregrinación anteriormente mencionada:
“(...) José Antonio Vásquez, sobreviviente de ese Medellín antediluviano que se llevó el ensanche (...) "Aquí te regalo esta belleza –me dijo José Antonio cuando me presentó a Alexis–, que ya lleva como diez muertos". Alexis se rió y yo también y por supuesto no le creí, o mejor dicho sí. Después le dijo al muchacho: "Vaya lleve a éste a conocer el cuarto de las mariposas".” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 12)
De esta manera, se inicia la relación entre Alexis y el narrador, quien vuelve a Sabaneta pura y exclusivamente para acompañar a dicho muchacho a la peregrinación. Esta visita, como dice Laura Isola, inaugura este “tópico que se repetirá en otros momentos, y sirve para unir las dos temporalidades del relato” [17] (pasado y actualidad). Es así como ahora, el narrador en su viaje de ida (en taxi) hacia Sabaneta, nos describe los alrededores de la ciudad de Medellín, todo lo que ve, se puede resumir en la siguiente oración:
“Colombia cambia pero sigue igual, son nuevas caras de un viejo desastre.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 15)
Dice Pablo García Dussán: “Vallejo ficcional regresa a Colombia y sopesa en cada mano su pasado con un presente que contrasta de forma desconcertante. No existe espacio para el amor, para la conciliación. (...) La Medellín que encuentra es una metrópoli que se devora a sí misma (...)” [18] Es por esto que un intenso sentimiento de nostalgia por su infancia, por el silencio, por su casa familiar, invade al narrador durante el trayecto en taxi hacia Sabaneta:
“(...) Yo tenía entonces ocho años y parado en el corredor de esa casita, ante la ventana de barrotes, viendo el pesebre, me vi de viejo y vi entera mi vida. Y fue tanto mi terror que sacudí la cabeza y me alejé. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 16)
Tal como dice Aileen El-Kadi: “es pertinente notar que la novela se abre con una referencia nostálgica del narrador a un espacio idílico no-urbano, destruido por el proceso de modernización -e identificado con las migraciones campo-ciudad”.[19]
Desde ese día, ambos, siguen juntos hasta el final. O al menos hasta el final de Alexis. El protagonista, considera absurdo que Alexis aparezca a esta altura de su vida, por ello nos dice:
La trama de mi vida es la de un libro absurdo en el que lo que debería ir primero va luego. Es que este libro mío yo no lo escribí, ya estaba escrito: simplemente lo he ido cumpliendo página por página sin decidir. Sueño con escribir la última por lo menos, de un tiro, por mano propia, pero los sueños, sueños son y a lo mejor ni eso. (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 23)
Toda esta primer parte de la novela, es narrada de forma confusa, con pequeños saltos en el tiempo. Pero el autor nos demuestra claramente que, el tema central de su obra, no es la homosexualidad. Una escena es la perfecta demostración de esta elección del narrador de: “no contar intimidades y despojar a la relación con el muchacho de fantasías eróticas”: [20]
“Le quité la camisa, se quitó los zapatos, le quité los pantalones, se quitó las medias y la trusa y quedó desnudo con tres escapularios, que son los que llevan los sicarios: uno en el cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo y son: para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para que les paguen. Eso según los sociólogos, que andan averiguando. Yo no pregunto. Sé lo que veo y olvido.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 21)
Con esta frase, el autor “evita toda descripción pornográfica y sigue”,[21] usando la situación como pretexto para darnos el porqué del título. Pero debe aclararse que, esta es una constante en el narrador, tampoco en su relación con Wílmar, hará este tipo de descripciones:
“Vuelvo y repito: no hay que contar plata delante del pobre. Por eso no les pienso contar lo que esa noche antes de dormirnos pasó. Básteles saber dos cosas: Que su desnuda belleza se realzaba por el escapulario de la Virgen que le colgaba del pecho. Y que al desvestirse se le cayó un revólver.(...)” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 135)
Nuevamente con Wílmar, una escena amorosa, se convierte con la aparición del revolver, en un indicio de la violencia imperante, dejando de lado la temática de la homosexualidad.
Puede considerarse también, como dice Carolina Castillo que, “la familia, como componente nuclear de la sociedad tradicional moderna, no aparece representada en la novela; es más, no es gratuito que el protagonista sea homosexual y misógino, lo mismo que el criminal, y que ambos no posean una familia, ni un hogar. (...) Tanto Alexis como Wílmar -también el gramático- carecen de residencia fija, un hogar; aparecen entonces como nómadas -sin origen ni destino ciertos- desplazándose permanentemente”.[22]
La homosexualidad es tomada con naturalidad, y casi como un pretexto para contar la historia. Acerca de esto dice Laura Isola: “Si Alexis es el guía e iniciador en la ciudad violenta en la que se ha transformado Medellín, Fernando es pasajero de otros tiempos, un ser anacrónico que, (...) cumple con la función de traducir, interpretar y refundar el mismo espacio”.[23]
Es decir: la ventaja que obtiene el narrador al volver a Colombia luego de 30 años, es la relativa objetividad con la cual nos relatará lo que observa. Decimos “relativa” ya que sin importar el tiempo de la ausencia, hay una posición a priori, que el autor inevitablemente tiene acerca de su país.
Javier H. Murillo diría que en el caso de La Virgen de los Sicarios, Vallejo toma el lugar de un “crítico despiadado”, ya que considera que dicho autor posee “una capacidad de observación envidiable, transformándose con la misma facilidad en biógrafo de excepción o en crítico despiadado. Odia o ama con la misma intensidad, y le importan poco las razones, o si le importan no siempre las deja saber”.[24]
Dice Roberto Onell H. que “probablemente motivado por la hostilidad reinante, Fernando se empareja con Alexis, quien lo defiende y complace según la especialidad de los sicarios: en la cama y, sobre todo, al dar muerte a cualquiera que lo fastidie. Ambos caminan por la ciudad; Fernando le compra los onerosos objetos con los que el muchacho fantasea –prendas de vestir y otros artefactos fabricados por marcas de prestigio social–, y ambos van dialogando sobre nada en particular.” [25]
Alexis se transforma progresivamente en el “ángel exterminador” que elimina todo obstáculo en la vida de su amante: su primer “muñeco” fue un puntero que molestaba con su ruido al protagonista. Sin pensarlo dos veces, en la primera oportunidad que tuvo, Alexis lo mató. Luego fueron tres soldados, un transeúnte grosero, y todo aquel que fuera una amenaza directa o indirectamente para Alexis o bien para Fernando, de tal modo que para el momento de la muerte de Alexis, su amante ya ha perdido la cuenta.
Vemos cómo los sicarios, (más específicamente Alexis, y luego será Wílmar) son el “transporte” del narrador hacia la actual realidad colombiana. El peculiar gusto de Alexis por la música y la televisión, según Vallejo, para llenar su “vacío esencial”, llevan al protagonista a un “éxodo diurno” por las calles de Medellín. “El ruido es la quemazón de las almas”, afirma el narrador. Es así como el protagonista caminará por las calles de “Medallo”, observando un contexto que no le hace ninguna gracia, y luego se centrará en las comunas, partiendo, entre otras cosas, de los actos y el lenguaje típico de los sicarios, directa e indirectamente nos detallará los orígenes, si es que los hay, de la violencia en el país en cuestión.
Luego de pasar esta etapa nostálgica, Vallejo, “quiere hablar porque no está satisfecho, porque no se puede quedar callado y porque su voz, nostálgica e irreverente al mismo tiempo, a medida que cuenta, se va haciendo búsqueda” [26] Busca expresarse, para así revelarnos la cruda realidad, y también para, de una manera u otra, consolarse por la pérdida de la Colombia de su niñez.
El objetivo de Vallejo, en el sentido denunciante, es comparable con el objetivo de escritores como Juan Rulfo, que pretenden mostrar la realidad de un país, que es al mismo tiempo, una realidad latinoamericana. La diferencia, es que Fernando Vallejo, hace un enfoque distinto: una historia amorosa como pretexto, nos muestra su denuncia, una denuncia de una realidad actual, y la vez nos muestra su particular pensamiento, dando una pizca de subjetividad a su obra, buscando también respuestas, reflexión, y tal vez, concientización por parte del lector. En cambio, Rulfo, en Pedro Páramo por ejemplo, se centra en una vacía realidad mexicana, decimos vacía ya que dicho país ha quedado desvastado debido a la revolución mexicana, pero existe una notable diferencia: el narrador de Pedro Páramo, aunque a veces cambiante, deja que el lector saque sus propias conclusiones.
Acerca de esto, dice Elsy Rosas Crespo:
“en las obras de los narradores de la transculturación (Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Joao Guimaraes Rosa...) la lengua y las estructuras literarias son objeto de especial atención (...) generan otro tipo de efectos (...) -en el lector- de encontrarse ante la recreación de voces rurales o populares auténticas y de presentar las particularidades culturales de la comunidad (...) a través del uso que los narradores y los personajes hacen de la lengua. (...) La toma de posición asumida por Fernando Vallejo tiene algunas similitudes (...) pero es evidente que ha surgido a partir de intereses, problemas y nuevas preocupaciones, diferentes (...). En La virgen de los sicarios, (...) no se trata de concederle la voz a los desvalidos o a los vencidos sino de -a través de la voz y las actitudes de los personajes marginados y marginales- dar a conocer y reflexionar sobre problemas que aquejan a ciudades como Medellín que, en síntesis, son los de las ciudades latinoamericanas. (...) Mientras que en la novela de García Márquez los problemas son expresados a través de la voz de los personajes y la reflexión surge a partir de la lectura, (...) en la de Fernando Vallejo el narrador evalúa acciones y actitudes propias y ajenas, la mayoría de las veces de forma bastante agresiva, sin ningún tipo de consideración ni siquiera con él mismo (...). ”[27]
Probablemente es por eso que Vallejo, siempre eligió (con excepción de la escritura de biografías) narrar en primera persona, por ello, él mismo dice:
“Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todavía el lector de pensamientos” [28]
La realidad de las comunas, nos introduce a la denuncia, de esta manera, nos las presenta:
“Uno en las comunas sube hacia el cielo pero bajando hacia los infiernos. ¿Por qué llamaron al conjunto de los barrios de una montaña comunas? Tal vez porque alguna calle o alcantarilla hicieron los fun­dadores por acción comunal. Sacando fuerzas de pereza. Los fundadores, ya se sabe, eran campesinos: gentecita humilde que traía del campo sus costumbres, como rezar el rosario, beber aguardiente, robarle al ve­cino y matarse por chichiguas con el prójimo en peleas a machete (...) matándose por chichiguas siguieron (...) y en bala están hoy cuando escribo. Las armas de fuego han proliferado y yo digo que eso es progreso, porque es mejor morir de un tiro en el corazón que de un machetazo en la cabeza.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 40)
Este narrador en primera persona nos habla de las comunas como algo que conoce, pero confiesa que en verdad, sólo las ha visto desde su terraza. Sólo una vez intentó subir, y un aguacero se lo impidió, pero más adelante, tras la muerte de Alexis, subirá de nuevo, para visitar a la familia del muchacho. Pero más allá de no conocer en profundidad las comunas, sabe muy bien que Medellín es una ciudad con dos realidades:
“Medellín son dos en uno: desde arriba nos ven y desde abajo los vemos, sobre todo en las noches claras cuando brillan más las luces y nos convertimos en focos. Yo propongo que se siga llamando Medellín a la ciudad de abajo, y que se deje su alias para la de arriba: Medallo. Dos nombres puesto que somos dos, o uno pero con el alma partida.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 121)
La principal problemática que tiene Colombia, al parecer, proviene de las comunas. Las mismas ejemplifican la decadencia colombiana. La pregunta en este caso sería: ¿tendrá solución? El narrador responde a esto con un:
“sí rotundo como una bala: el paredón. Otra cosa sería buscarle la cuadratura al círculo. Una venganza trae otra y una muerte otra muerte, y tras la muerte vienen los ins­pectores de policía oficiando el levantamiento de los cadáveres. Pero digo mal, los inspectores no: la nueva Constitución dispone que lo realicen en adelante los agentes de la Fiscalía.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 41)
¿Y para acabar con la delincuencia?, Vallejo, fríamente nos dice:
“exterminen la niñez” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 38)
Y considera, además, que los niños deben ganarse el derecho a la vida, culpando de esto, a la sociedad moderna:
“Esta sociedad permisiva y alcahueta les ha hecho creer a los niños que son los reyes de este mundo y que nacieron con todos los derechos. Inmenso error. (...) nadie nace con derechos. El pleno derecho a existir sólo lo pueden tener los viejos. Los niños tienen que probar primero que lo merecen: sobreviviendo.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 145)
En efecto, Vallejo con toda honestidad, al margen de su opinión en materia política, critica a la misma sociedad colombiana, y esta crítica también es aplicable a cualquier país latinoamericano con características sociales similares:
“No hay plaga mayor sobre el planeta que el campesino colombiano, no hay alimaña más dañina, más mala. Parir y pedir, matar y morir, tal su miserable sino.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 120)
Y por otro lado afirma:
“(...) Mi fórmula para acabar con la lucha de clases es fumigar esta roña. ¡Obreritos a mí!”(Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 138)
El autor directamente relaciona la violencia, con la política. Y la política, con el narcotráfico. Al fin y al cabo, son temas enlazados, quienes gobiernan deberían ser capaces de controlar ambas problemáticas. Pero ahí se quedan para Vallejo, en el “deberían”.
La iglesia, por otro lado, se relaciona en cierto modo con el narcotráfico: son en Colombia “sedes” de las drogas, o al menos así las muestra Vallejo en La Virgen de los Sicarios.
De la siguiente manera se dirige Vallejo en un artículo para la revista Soho al presidente de Colombia: Uribe, y también, en consecuencia a Colombia:
“Uribe: politiquero, mal tipo, paradigma de tu clase mezquina y rapaz que en contubernio con la Iglesia nos ha hundido en el desastre social y moral que hoy somos, ignorante palurdo de demagogia montañera, desde México te mando mi desprecio.” [29]
El gobierno, junto “con la Iglesia” son para Vallejo los principales culpables. La Iglesia probablemente sea la institución sobre la cual cae la mayor parte de la crítica de dicho escritor, tanto en la novela que estamos analizando como en toda su obra. De otra manera no se explicaría el importante lapso de tiempo que Vallejo ha dedicado a investigar esta institución y sus documentos para escribir “La puta de Babilonia”, la cual empieza con un torrente de insultos hacia la iglesia, y luego con una frase que resume el deseo de venganza de Vallejo:
“La puta, la gran puta, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala (...) la ramera de las rameras (...) la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia, y aquí se las voy a cobrar.” [30]
Su venganza, vemos, se lleva a cabo mediante la denuncia, el objetivo es mostrar al mundo todas aquellas cuestiones cubiertas por la impunidad.
En La Virgen de los Sicarios, por supuesto, también encontramos declaraciones del tipo de La puta de Babilonia, algunas de forma algo más subjetiva, es decir, aplicadas a Colombia:
“Ciento cincuenta iglesias tiene Medellín, mal contadas (...), y descontando las de las comunas a las que sólo sube mi Dios con escolta, las conozco todas. (...) Por lo general están cerradas y tienen los relojes parados a las horas más dispares (...) Ha de saber Dios que todo lo ve, lo oye y lo entiende, que en su Basílica Mayor, nuestra Catedral Metropolitana, en las bancas de atrás se venden los muchachos y los travestis, se comercia en armas y en drogas y se fuma marihuana. (...) ¿Y Cristo dónde está? (...) Al olor sacrosanto del incienso se mezcla el de la marihuana, la que sopla desde afuera, desde el atrio, o la que se fuma adentro. (...) y ves o no ves a Dios, dependiendo de quien seas.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 75, 76)
En otros casos, Vallejo ataca directamente a la religión católica, a la Iglesia como institución:
“Quinientos años me he tardado en entender a Lutero, y que no hay roña más grande sobre esta tierra que la religión católica. Los curitas salesianos me enseñaron que Lutero era el Diablo. ¡Esbirros de Juan Bosco, calumniadores! El Diablo es el gran zángano de Roma y ustedes, lambeculos, sus secuaces, su incensario. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 95)
Sin que nos demos cuenta, el autor logra entrelazar todos aquellos temas que le preocupan, en este caso, iglesia: narcotráfico. Sobre esta última temática, y otras tales como la violencia y corrupción, nos dice Richard B. Craig:
“Ningún otro país como Colombia resume las múltiples ramificaciones del tráfico de drogas para una nación productiva. (...) La corrupción es tan común que es aceptada como regla, no como excepción. La violencia, también. (...) Violencia y contrabando de drogas son sinónimos y Colombia ha gozado por un largo tiempo de una infame reputación por la primera. (...) Cuando no se liquidan entre ellos [los traficantes colombianos] han intimidado, extorsionado y asesinado (...) a los que no “cooperan”. (...) Para muchos, el narcotráfico ha cambiado fundamentalmente su estilo de vida.” [31]
En verdad, esta realidad no es una exageración de Vallejo, tampoco lo es cuando nos dice:
“el basuco es cocaína impura fumada, que hoy fuman los jóvenes para ver más torcida la torcida realidad” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 10)
Y más delante:
El basuco entorpece el alma, no la abre a nada. El basuco empendeja.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 18)
Verdaderamente, estos datos acerca del basuco, la droga “de moda” en Colombia, pueden ser confirmados:
“Particularmente aterrador es el hábito de fumar basuco, pasta de cocaína, o base mezclada con marihuana y/o tabaco. Introducido a finales de los 70, cuando un exceso de coca saturó la capacidad de refinación (...) A principios de 1987, el ministerio de salud pública estimó que más de 400.000 colombianos eran fumadores regulares de basuco. Lo que el portavoz del ministerio falló en notar es que un número creciente de personas que abusan de la cocaína, son jóvenes de 13 a 19 años de clases medias y altas (...) el problema (...) se vio serio y digno de preocupación cuando llegó a los suburbios”[32]

El narrador, relaciona el tema del narcotráfico, con un ex presidente colombiano: Barco, quien supuestamente, inició “la lucha contra el narcotráfico” y luego, hace referencia a Uribe, aquel presidente que provocó en Vallejo el deseo de no ser parte de “esa raza estúpida”: [33]




“(...) de los presidentes de Colombia el que prefiero es Barco (...) le declaró la guerra al narcotráfico (él la declaró aunque la perdimos nosotros, pero bueno). (...) le expresaba lo siguiente al doctor Montoya, su secretario, el suyo: "Voy a aconsejarle al presidente, (...) que le declare la guerra al narcotráfico".Y el doctor Montoya (...) le corregía: "El presidente es usted, doctor Barco, no hay otro". "Ah... –decía él pensativo–. Entonces vamos a declarársela". "Ya se la declaramos, presidente". "Ah... Entonces vamos a ganarla". "Ya la perdimos, presidente –le explicaba el otro–. Este país se jodió, se nos fue de las manos". "Ah..." Y eso era todo lo que decía. (...) subió, después de Barco, la criaturita que hoy tenemos, el lorito gárrulo (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 85, 86)

Este estilo de narración, dice Carolina Castillo, “realiza una profunda crítica hacia el poder de turno, obligando al lector a una reflexión que lo lleve a tomar partido frente a la realidad política y social que impera en una país sitiado por el desamparo.” [34]

Podemos ver como el autor, más allá de la opinión del lector, hace responsable de la realidad a los diferentes presidentes que Colombia ha tenido. Y con razón, si estos son el Estado, que actualmente, para el narrador se encuentra:

“(...) presidido por un bobo marica, fabricador de armas y destilador de aguardiente, forjador de constituciones impunes, lavador de dólares, aprovechador de la coca, atracador de impuestos, el Estado en Colombia es el primer delincuente. Y no hay forma de acabarlo. Es un cáncer que nos va royendo, matando de a poquito.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 120, 121)

Ese cáncer no se puede detener ya que Vallejo considera que, en Colombia:

“Nada funciona (...). Ni la ley del talión ni la ley de Cristo. La primera, porque el Estado no la aplica ni la deja aplicar (...) La segunda, porque es intrínsecamente perversa. Cristo es el gran introductor de la impunidad y el desorden de este mundo. Cuando tú vuelves en Colombia la otra mejilla, de un segundo trancazo te acaban de desprender la retina. Y una vez que no ves, te cascan de una puñalada en el corazón.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 104)

Este Estado permite la discriminación entre clases, lo que lleva a la ignorancia, y la ignorancia, a la reproducción masiva, y se produce un círculo vicioso: a más población, más violencia, a más violencia, más narcotráfico y más corrupción. Es por esto que Fernando Vallejo les dice en un artículo para la revista Soho “A las madrecitas de Colombia”:

“(...)"el problema de la expansión demográfica": la hoguera que aviva el Papa. O sea éste, Wojtyla, que se niega a morir. Y yo digo: si quiere que haya más niños, que desocupe él porque ya no hay espacio para tanto viejo. (...)¡Ah, mi Medellín de cuando yo nací, tan solito, tan aireado! Sin tanta fábrica ni tanto carro ni tanta rabia. Rabia sí, pero poquita (...) Reproducirse es un crimen, en mi opinión, el crimen máximo. (...) el cura Uribe es un tartufo que invoca el nombre de Dios en vano (...) y ustedes no tienen por qué seguir pariendo. Porque no hay espacio, porque ya no hay agua, porque no hay qué comer. (...)..” [35]

Al leer el párrafo anterior, debe tenerse en cuenta que Vallejo es uno de 25 hermanos, y que además, vio cómo la población aumentó notable y progresivamente en el transcurso de su vida. [36] Esta realidad, lleva a Vallejo a afirmar con toda seguridad lo siguiente:
“ni en Medellín ni en Colombia hay inocentes; aquí todo el que existe es culpable, y si se reproduce más. Los pobres producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria más asesinos, y mientras más asesinos más muertos. Ésta es la ley de Medellín, que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 118)
La pobreza, trae más pobreza, es por esto que el narrador dice:
“(...) Tengo hambre". "Que te la quite tu madre que te parió", les contesto yo. O el cura papa que es tan buen defensor de la pobrería y la proliferación de la roña humana. ¡Mendiguitos a mí, caridad cristiana! Odiando al rico; pero eso sí, empeñados en seguir de pobres y pariendo más... (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 147)
“(...) Por razones genéticas el pobre no tiene derecho a reproducirse. ¡Ricos del mundo, uníos! Más. O la avalancha de la pobrería os va a tapar.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 149)
Paradójicamente, la solución a esta violencia imperante, la solución a la muerte, para el narrador, es la misma muerte: exterminar la niñez.
La raza humana para Vallejo, está perdida. Es por ello que siente que su prójimo son los animales. Estos toman protagonismo en La Virgen de los Sicarios, a saber, en dos ocasiones, que serán mencionadas a continuación.
Uno de los muertos de Alexis, es un hombre a quien el narrador insulta por explotar a un animal:
"¡Los caballos no tienen por qué trabajar, el trabajo lo hizo Dios para el hombre, hijueputa!" le grité al carretillero (...) Alexis, (...) con un tiro en la frente me le remarcó lo dicho (...) son los mismos "hideputas" que dijo Don Quijote aunque elevados a la enésima potencia. (...) Es que los animales son el amor de mi vida, son mi prójimo, no tengo otro, y su sufrimiento es mi sufrimiento y no lo puedo resistir.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 107)
Los animales son verdaderamente defendidos por Fernando Vallejo, tal es así que donó U$S100.000 del Premio Rómulo Gallegos por su libro El desbarrancadero a una sociedad protectora de animales de Venezuela.[37] En el discurso para recibir dicho premio declaró:
“(...) A mí los que me duelen son los animales. A ver, ¿cuántos hay en los evangelios? (...) Los animales no son cosas y tienen alma y no son negociables ni manipulables (...) sufren y sienten como nosotros (...).Una religión que no considera a los animales entre nuestro prójimo es inmoral. Por eso hay que dejarla. A los que están en ella no les pido, sin embargo, que la dejen (...) Pero entonces sean consecuentes y aprendan de Cristo: no se reproduzcan (...)Los animales, compañeros nuestros en la aventura dolorosa de la vida sobre este planeta loco que gira sin ton ni son en el vacío viajando rumbo a ninguna parte, también son nuestro prójimo y merecen nuestro respeto y compasión (...).” [38]

Es totalmente lógico, por lo tanto, que cuando el narrador con su Ángel, encontraron un perro gravemente herido, se vieran obligados a matarlo, para que no sufra: sorprendentemente, el sicario no es capaz de hacerlo ¿por qué?, simple. Porque no le hizo nada:

“(...) un perro moribundo había ido a caer al arroyo. (...) descubrí que el perro tenía las caderas quebradas, de suerte que aunque lo sacáramos no había esperanzas de salvarlo. Un carro lo había atropellado (...) Sólo Dios sabrá, él que es culpable de estas infamias (...) mata y atropella por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario. "No va a poder volver a caminar –le dije a Alexis–. Si lo sacamos es para que sufra más. Hay que matarlo". "¿Cómo?" "Disparándole". (...) "Yo no soy capaz de matarlo", me dijo Alexis. "Tienes que ser", le dije. "No soy", repitió. Entonces le saqué el revólver del cinto, puse el cañón contra él pecho del perro y jalé el gatillo. (...) Dios no existe y si existe es la gran gonorrea” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 110, 111)

La muerte, para un sicario, es bien merecida siempre que se lleve a cabo por venganza, sin importar que la misma sea directa o indirecta (ya que hay “venganzas heredadas” de generación en generación, y más en un país en el que debido a la violencia, la esperanza de vida es escasa).

“(...) en ausencia de la ley que se pasa todo el tiempo renovándose, Colombia es un serpentario. Aquí se arrastran venganzas casadas desde generaciones: pasan de padres a hijos, de hijos a nietos: van cayendo los hermanos (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 49)

Nos vamos acercando así, luego del hecho relacionado con el sufrimiento de un animal, al final de Alexis, que de cierto modo es un nuevo comienzo para el narrador, quien “casi reemplaza a ese amor perdido”,[39] sin saberlo, por el asesino del mismo: otro sicario, de nombre Wílmar.

Dice Laura Isola que “si a la primera parte de la novela le corresponde el relato digresivo, en la segunda mitad se acentúa la hipérbole”.[40] Hay un cambio en el protagonista, en cierta forma, al morir su amor, nos revela su identidad, escondida hasta el momento, detrás del “último gramático”:

“Íbamos por la Avenida La Playa entre el gentío (...) cuando de frente, zumbando, atronadora, se vino sobre nosotros la moto: pasó rozándonos. "¡Cuidado! ¡Fernando!" alcanzó a gritarme Alexis en el momento en que los de la moto disparaban. Fue lo último que dijo, mi nombre, que nunca antes había pronunciado (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 112)

Luego, todo parece derrumbarse:

“(...) Después se desbarrancó por el derrumbadero eterno, sin fondo. (...) Alcancé a ver al muchacho de atrás de la moto, el "parrillero", cuando disparó: le vi los ojos fulgurantes, y colgando sobre el pecho, por la camisa entreabierta, el escapulario carmelita (...) mi niño se desplomó: dejó el horror de la vida para entrar en el horror de la muerte. Fue un solo tiro certero, en el corazón. Creemos que existimos pero no, somos un espejismo de la nada, un sueño de basuco.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 112)

En cuanto al cadáver, el protagonista decide dejarlo en una:

(...) clínica privada de rateros (...) Es la Clínica Soma, la primera en su género que hubo en Medellín y que fundaron tiempos ha, en mi matusalénica niñez, un grupo de médicos especialistas, de delincuentes (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 114)

El final de Alexis está anunciado en las primeras páginas de la novela y, como dice Laura Isola, “este sicario muere en su propia ley, de un tiro y sin sorpresa, pero no se sabe como sobrevivirá el narrador”.[41]

Fernando ficcional, por el momento, siente que es su deber ir a visitar a la familia del muchacho, de su ángel, para ello, tiene que subir a las comunas, sediento de venganza por el asesino:

“Hasta allá subí a buscar a la mamá de Alexis y de paso a su asesino. (...) encontré la casa. Llamé. Me abrió ella, con un niño en los brazos. Y me hizo pasar. Otros dos niños de pocos años se arrastraban, semidesnudos, por esta vida y el piso de tierra. (...) Me contó que su actual esposo, el padre de estos niños, la había abandonado; y que al otro, el padre de Alexis, también lo habían matado. En cuanto al muchacho que mató a Alexis, (...) le decían La Laguna Azul. (...) En las comunas todo se sabe. (...)Le dí algo de dinero, me despedí, y salí.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 123, 124)

Luego, sobreviene la lluvia, hecho que definitivamente tiene una razón de ser en este momento:

“Cuando emprendía la bajada, sin decir agua va ni mediar provocación ninguna (¿porque quién alborota esta furia?) se soltó el aguacero. Quiero explicarle por si no lo sabe, por si no es de aquí, que cuando a Medellín le da por llover es como cuando le da por matar: sin términos medios, con todas las de la ley y a conciencia. Es que aquí no se puede dejar vivo al muerto porque entonces a uno lo quedan conociendo y después el muerto es uno.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 125)

“Matar” y “llover”, dice Laura Isola, “están ligados por la desmesura y el relato se vuelve apocalíptico, reproduciendo un tópico clásico como es el de la ira de los dioses”.[42]

Con Alexis, también se derrumba Fernando, quien se ve obligado a recurrir al olvido para sobreponerse. Esto es comparable con el aguacero que se da en la ciudad, así se siente el protagonista interiormente: azotado por una ‘tormenta’ sin términos medios, que destruye todo a su paso. Desvastado por dentro, el protagonista vaga por las calles en búsqueda de su ángel ya muerto, o al menos, de un reemplazo, o algo que llene de alguna manera el vacío que dejó en su vida Alexis:

“(...) entre los saltapatrases, los simios bípedos, pensando en Alexis, llorando por él, me tropecé con un muchacho. Nos saludamos creyendo que nos conocíamos. (...) le pregunté su nombre: ¿Se llamaba Tayson Alexander acaso, para variar? Que no. ¿Y Yeison? Tampoco. ¿Y Wílfer? Tampoco. ¿Y Wílmar? Se río. ¿Que cómo lo había adivinado? Pero no lo había adivinado, simplemente eran los nombres en voga de los que tenían su edad y aún seguían vivos. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 131)

En Wílmar, Fernando encuentra un consuelo, un alivio. Ya veremos luego si se trata de olvido o reemplazo. Al comienzo de la novela, el narrador hace referencia a los nombres extravagantes que menciona para adivinar el del sicario, y dice que:
“Con eso de que les dio a los pobres por ponerles a los hijos nombres de ricos, extravagantes, extranjeros: Tayson Alexander, por ejemplo, o Fáber o Eder o Wílfer o Rommel o Yeison o qué sé yo. No sé de dónde los sacan o cómo los inventan. Es lo único que les pueden dar para arrancar en esta mísera vida a sus niños, un vano, necio nombre extranjero o inventado, ridículo, de relumbrón. Bueno, ridículos pensaba yo cuando los oí en un comienzo, ya no lo pienso así. Son los nombres de los sicarios manchados de sangre (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 9, 10)

A falta de dinero, la identidad de un propio sicario, es lo único que, para Vallejo, pueden darles las familias a estos muchachos.

Volviendo al encuentro con Wílmar, como es predecible, el protagonista entabla con él una relación totalmente comparable con la que sostuvo con Alexis: lo complace comprándole cosas materiales, viven juntos, recorren juntos las calles de Medellín, etc. En cierto momento, notamos que el narrador, ya no distingue verdaderamente a un sicario del otro:

“(...)Le dije a Alexis, perdón, a Wílmar que entráramos. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 132)

Además, hasta se puede notar que las situaciones que vive con Wílmar, son las mismas que vivió con Alexis, por lo que éstas dan nostalgia, tanto por lo vivido con su primer Ángel, como por su infancia:

“Y la nostalgia de lo pasado, de lo vivido, de lo soñado me iba suavizando el ceño. Y por sobre las ruinas del Bombay presente (...) me iba retrocediendo a mi infancia hasta que volvía a ser niño y (...) corriendo con mis hermanos (...) pasábamos frente a Bombay persiguiendo un globo. Con su aguja gruesa una vitrola en la cantina tocaba un disco rayado: "Un amor que se me fue, otro amor que me olvidó, por el mundo yo voy penando. Amorcito quién te arrullará, pobrecito que perdió su nido, sin hallar abrigo muy sólito va. Caminar y caminar, ya comienza a oscurecer y la tarde se va ocultando..." Y los ojos se me encharcaban de lágrimas mientras dejando atrás a Bombay, para siempre, volvía a sonar a tumbos, en mi corazón rayado, ese "Senderito de Amor" que oí de niño en esa cantina por primera vez esa tarde. Y qué hace sin embargo que volvía con Alexis por esta misma carretera, agotándose instante por instante en la desesperanza nuestro imposible amor...” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 139)

El narrador en cierta medida, mimetiza a ambos sicarios, volviéndolos uno sólo, al igual que Alexis, Wílmar es para Fernando, “el enviado de Satanás”, que vino a poner orden donde “Dios no puede”. Nuevamente, vemos la figura del “Ángel exterminador”. Por otro lado, ambos muchachos se comportan de igual manera, lo cual nos demuestra una falta de identidad, debido probablemente a la marginalidad, que lleva al anonimato.

Vale destacar que, como dice Aileen El-Kadi, podemos deducir que Fernando pertenece “a una oligarquía extinta”, ya que “hallamos en el personaje indicios de su clase y de su formación educativa” [43] Esto puede notarse perfectamente cuando al llevar a Wílmar a visitar la casa de su infancia, le dice que allí quiere morir:

“ahí me quiero morir para redondear el epitafio, que en mayúsculas latinas ha de decir así, en aposición a mi nombre y a este lado de la puerta: ‘Vir clarisimus, grammaticus conspicuus, philologus illustrisimus, quoque pius, placatus, politus, plagosus, fraternun, placidus, unun, summum jus, hic natus atque mortuus est. Anno Domini tal...’ y ahí ponen el año de instalación de la placa (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 151, 152)

Avanzando en la novela, el protagonista se topa con La Plaga. Este es un sicario con el cual el protagonista tuvo un encuentro amoroso, pero no prosperó. En este encuentro, Fernando se entera que Wílmar es La Laguna Azul: el asesino de Alexis.

“(...) llegamos al Versalles. A la entrada de éste nos tropezamos con La Plaga. "¡Ay Plaguita, qué alegría verte! –exclamé–. Yo ya te hacía muerto... "Que no, que todavía no, que seguía en la racha de suerte (...) Wílmar entró a comprar los pasteles y yo me quedé afuera con La Plaga conversando. Entonces me hizo el reproche, que por qué andaba con el que mató a Alexis. "¿Por qué dices eso, niño tonto? –le contesté–. ¿No ves que yo ando con Wílmar y a Alexis lo mató La Laguna Azul?" "Wílmar es La Laguna Azul", respondió” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 161)

Bastante lógica es la reacción primera de Fernando ficticio: matar a Wílmar. Para ello, decide llevarlo a un motel. Su objetivo no se concreta, ya que entiende la venganza de Wílmar: Alexis había matado a su hermano. El protagonista acaba comprendiendo que, en cierta manera, él mismo era igual a Wílmar: “un perdonavidas”:

"¿Por qué mataste a Alexis?" "Porque mató a mi hermano", me contestó, restregándose los ojos, despertando. "Ah..." comenté como un estúpido. (...) le dije que yo iba con Alexis la tarde en que él lo mató. Que sí, que él ya sabía, que desde esa misma tarde me había quedado conociendo. "¿Entonces desde la primera noche que pasaste conmigo en mi apartamento me habrías podido matar?" Se rió y me dijo que si a alguien él no podía matar en este mundo era a mí. Entonces pensé que él era como yo, de los que dejábamos pasar, que éramos iguales, perdonavidas.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 165, 166)

Viendo que, estaba formando parte de un potencial círculo vicioso de venganzas, Fernando le dice a su compañero que desea irse, adonde sea:

“(...) ya no tenía objeto seguir en Medellín, que esta ciudad no daba para más, que nos fuéramos. ¿Que para dónde? Para donde fuera. El mundo no se acababa aquí, era bien grande. En cuanto a la humanidad, en todas partes sería la misma, la misma mierda, pero distinta. Aceptó. Simplemente tenía que ir antes a su barrio a despedirse de su mamá (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 165, 166)

El problema es, que el círculo vicioso, no tiene fin, y a Wílmar en esa “ida a su barrio” para despedirse de su familia, lo matan:

“(...) La despedida fue para siempre, vivos no nos volvimos a ver. Al amanecer sonó el teléfono: del anfiteatro, que fuera a identificar a alguien que llevaba consigo mi número.
"Anfiteatro" llaman aquí a la morgue (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 167)

Después del aguacero, dice Laura Isola “sobreviene la calma, y la entrada en la morgue, cuando el narrador va a reconocer el cuerpo de Wílmar” lo cual, “puede leerse en paralelo con el paseo por las calles: un recorrido por la muerte.”[44]

“Al que iban dejando entrar de la calle le mostraban un álbum de fotografías (...) Si alguna se parecía al desaparecido vivo, entonces podían pasar por la siguiente puerta, a la siguiente sala, a reconocer al aparecido muerto. El hombre invisible pasó. (...) El hombre invisible se enteró de que todos esos corazones, hígados, riñones, pulmones, tripas irían a una fosa común. Lo que aquí dejaban (...) era el casco del que fue (...) El hombre invisible les fue pasando revista a los muertos. (...) Entonces lo vi, sobre una de esas mesas (...) Ahí estaba él, Wílmar, mi niño, el único. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 168, 169, 170)

Nótese un cambio en el narrador, quien en su recorrida entre los muertos, se llama a sí mismo “el hombre invisible”, y comienza a narrar en tercera persona, como si aquellos hechos fueran ajenos a él mismo. Sobre esto dice Laura Isola:

“(...) el hombre invisible no se puede narrar a sí mismo y necesita ser narrado, mientras que el gramático sí puede darse un relato en primera persona (...) Toda la escena de la morgue se narra en tercera persona (...) Cuando sale de la morgue, este recurso narrativo termina, y vuelve a la primera persona (...). En esta transformación puede leerse que la estrategia de la supervivencia es la escritura, el manejo del discurso y el orden de las palabras. El narrador sobrevive porque se oculta en las posibilidades de la ficción y utiliza la noción misma de narrador para esconderse y protegerse (...)” [45]

Tenemos entonces, por un lado a Fernando Vallejo, colombiano, y también mexicano actualmente. Por otro lado, tenemos dos sicarios. Ambos paises, y ambos sicarios -los primeros, por ser países latinoamericanos, y los segundos, por pertenecer a una misma clase- tienen características en común. Por lo tanto, podríamos interpretar este reemplazo Alexis-Wílmar como una representación del reemplazo de nacionalidad por parte de Vallejo. Alexis murió por su propia ley: la de los sicarios, la de la venganza. Colombia está desvastada también por su propia ley, que para el caso consistiría en el no cumplimiento de las leyes. A falta de Alexis, Fernando ficticio recurre a Wílmar. A falta de Colombia, Fernando Vallejo, recurrió a México. Pero siempre tendrá en su corazón a su primer amor: Alexis, y Colombia. Y por otro lado, ese “segundo amor”, le permite redescubrir al primero. Dicho en las propias palabras de Vallejo:

“Yo he vivido fuera de Colombia la mitad de mi vida, y es como si no me hubiera ido. No ha habido día en mi vida en que no haya tenido puesta la cabeza en ella. Colombia, que es el país de mi niñez y de mi juventud, me va a acompañar hasta la muerte. Vivir en México tanto tiempo me ha permitido descubrir cuánto tenía yo de idioma local en la cabeza, cuánto tenía de colombianismo. Porque el idioma que uno tiene en la cabeza es el idioma local el de su país. Ese tomar distancia del idioma mío, antioqueño más que colombiano, creo que es uno de los grandes servicios que me he hecho a mí mismo, porque me ayudó a tomar distancia de mi idioma local. Eso no quiere decir que uno cuando escriba no puede utilizar localismos, por el contrario. (...)” [46]

El mal que le hace a Vallejo Colombia, le crea la necesidad de canalizar su sentimiento de impotencia, y esto lo logra con la escritura. Escribe, y olvida,[47] como él mismo dice.
Volviendo a La Virgen de los Sicarios, al irse del anfiteatro, el narrador nos dice:
“Salí por entre los muertos vivos, que seguían afuera esperando. (...) Yo pienso que es mejor acabar como un ave espléndida surcando el cielo abierto que como un gusano asfixiado. (...) Bajé el puente y entré a un galpón inmenso que no conocía. Era la famosa terminal de buses intermunicipales atestada por los muertos vivos, mis paisanos, yendo y viniendo apurados, atareados, preocupados, como si tuvieran junta pendiente con el presidente o el ministro y tanto qué hacer. Subían a los buses, bajaban de los buses convencidos de que sabían adonde iban o de dónde venían, cargados de niños y paquetes. Yo no, no sé, nunca he sabido ni cargo nada (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 172, 173)
Así define el narrador a la humanidad: muertos vivos, con un destino incierto, pero queriéndose convencer a sí mismos de tener una razón de ser. Para Fernando, el gramático, dice Laura Isola, “Colombia es ajena y puro pasado. El ya está muerto, aunque todavía respire porque su mundo se ha desvanecido y ahora gobiernan la mini Uzi, el televisor y el ruido”. [48]
En verdad, Vallejo se considera a sí mismo un muerto en vida:
“Lugar y fecha de nacimiento: Medellín, 24 de octubre de 1942. ¡Idiotas, lo que importa es la fecha de defunción! ¡Cuánto hace que me morí! Estoy más muerto que Pedro Páramo. Colombia de los asesinos y de los locos me mató. De tus infinitos locos que le tienen que hablar al aire porque aquí nadie oye y hay que gritarle al eco. Los muertos no necesitamos pasaporte, Colombia, ya no te necesito más, te lo devuelvo. Quédate con mi número: dáselo a un vivo.” [49]
Y si, aún está vivo, Vallejo está convencido de que Colombia lo acabará matando, de una manera u otra, y esto no parece molestarle:
“(...) estoy convencido de que a mí, tarde o temprano, hable un poquito más de la cuenta o me calle, a mí también uno de estos días este país me terminará por condecorar: con una bala. ¡Qué importa! Así habré vivido plenamente, hasta el final, mi destino de colombiano. Además ya he vivido mucho y somos muchos: hay que abrirle campo al prójimo (...)” [50]

A pesar de esto, como dice Javier H. Murillo, “Vallejo solamente conoce la muerte de oídas” y aunque “siente que lo persigue o lo acompaña, esa muerte todavía no lo ha alcanzado. Todavía la escritura sigue escurriéndosele y la rigidez del tiempo se desvanece entre sus manos para convertirse en materia manipulable y obediente”, de modo que su “voz se fuga, se escapa buscando el presente, que se aferra, nuevo, todos los días.” [51]

Finalmente, Vallejo acaba La Virgen de los Sicarios de la siguiente manera:

“(...) Pobres seres inocentes, sacados sin motivo de la nada y lanzados en el vértigo del tiempo. Por unos necios, enloquecidos instantes nada más...
Bueno parcero, aquí nos separamos, hasta aquí me acompaña usted. Muchas gracias por su compañía y tome usted, por su lado, su camino que yo me sigo en cualquiera de estos buses para donde vaya, para donde sea.”
“Y que te vaya bien,
que te pise un carro
o que te estripe un tren”. (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 174)
Como dice Elsy Rosas Crespo: “al final de la novela, en la última página, Fernando se dirige al lector a través del idiolecto característico de los sicarios; el narrador conoce y emplea la lengua de los personajes de manera desenvuelta y natural”[52], es decir, que en cierta medida, acaba mimetizándose con esa realidad, que aunque es decadente, le es propia.

Fernando Vallejo establece con Colombia, una relación de amor y odio. Héctor Abad Faciolince define esta fusión de sentimientos perfectamente en sólo una frase:

“Vallejo siente por Medellín y por Colombia algo parecido a lo que siente una esposa enamorada cuando descubre que su marido la traiciona desde hace años: un odio infinito por lo que más ama; una escisión completa de sí misma y del otro: lo más amado y lo más odiado es al tiempo una y la misma cosa.” [53]

El narrador de La Virgen de los Sicarios nos deja un final abierto: un destino incierto. Podrá tomarse uno de aquellos buses o bien podrá arrepentirse y quedarse en Medellín, pero lo único cierto que podemos afirmar sin caer en suposiciones, es que Colombia fue y será el gran amor de Fernando, esté donde esté. La Virgen de los sicarios, como bien dice Héctor Abad Faciolince es “una caricia con bofetada, otro insulto cariñoso” [54] hacia aquella Colombia desvastada, que nostálgicamente, a lo largo de toda su obra, Vallejo se propone olvidar mediante la denuncia.

Fernando Vallejo nos ha demostrado con esta novela, que es, y siempre será verdaderamente libre; dueño de su propio e incierto destino.
Conclusión:
Hemos visto como, Vallejo, a lo largo de La Virgen de los Sicarios, ha desarrollado dos historias paralelas que transcurren en Colombia: la de su infancia, y la actual.[55] La primera se dispara debido a la nostalgia que produce la actual realidad en el escritor. Esta nostalgia, se canaliza en la denuncia, no hay institución ni persona que se salve de esta despiadada crítica, ni siquiera el mismo autor, ya que este, es también parte de la sociedad y actualidad a la que critica. A su vez, esta denuncia, produce un alivio en Fernando Vallejo, él mismo afirma que de este modo intenta borrar sus recuerdos[56]: y al no tener, o mejor dicho, no querer tener recuerdos, Fernando Vallejo se convierte en un muerto-vivo, como lo es toda la humanidad, pero con una simple y gloriosa diferencia: la libertad. Libertad de sentir, de elegir el presente y juzgarlo, y libertad de olvidar:

“¡Nada de nostalgias! Que venga lo que venga, lo que sea, aunque sea el matadero del presente. ¡Todo menos volver atrás!”
(Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 140)
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“La Virgen de los Sicarios”,

de Fernando Vallejo:

“Nostalgia, Denuncia y Olvido”

Carla A. Rodríguez

Ma. Agustina Petruccelli

Liceo Nº 1 – 5to 3ra – Turno Mañana

2007

[1] Agreda, Javier. “Fernando Vallejo”, sitio web “Archivo de huellas digitales”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://es.geocities.com/agreda5/Literatura/vallejo.html#v1]
[2] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[3] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[4] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[5]“Fernando Vallejo”, sitio web “Wikipedia”, consultado el 20/10/2007. [URL:http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Vallejo]
[6] La carta de Fernando Vallejo y su renuncia a la nacionalidad colombiana. México. Mayo de 2007.
[7] “Fernando Vallejo volverá a ser colombiano”, sitio web “La República on – line”, consultado el 28/10/2007 [URL: http://www.larepublica.com.pe/content/view/184298/]
[8] “Fernando Vallejo”, sitio web “Wikipedia”, consultado el 20/10/2007. [URL:http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Vallejo]
[9] Jáquez, Antonio, “La puta de Babilonia” en “Pensamientos libres”, sitio web “Proceso” consultado el 21/10/2007 [URL:http://www.proceso.com.mx/archivoresultados.html?clv=la+puta+de+babilonia&danio=&dmes=&ddia=&aanio=&adia=&ames=&tit=&aut=&tip=]
[10] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[11] Valencia Solanilla, César, “La virgen de los sicarios: El sagrado infierno de Fernando Vallejo", en Revista de Ciencias Humanas – UTP, Colombia. 2001.
[12] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[13] Castillo, Carolina. “Colombia: violencia y narración” en en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 27.
[14] Winston Morales Chavarro. “La Virgen de los sicarios o la ciudad como no ficción”, sitio web “El Abedul”, consultado el 20/10/2007. [URL:http://www.elabedul.net/Documentos/Temas/Literatura/La_Virgen_de_los_sicarios.pdf]
[15] Crespo, Elsy Rosas. “Tres tomas de posición en el campo literario colombiano actual: Fernando Vallejo, Ricardo Cano Gaviria y Héctor Abad Faciolince”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 26.
[16] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[17] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[18] García Dussán, Pablo. “La narrativa colombiana: una literatura ‘thanática’ ” en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2005 nº 31.
[19] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[20] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[21] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[22] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[23] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[24] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[25] Onell H, Roberto. “Venga a nosotros tu Infierno: Lectura de dos relatos de Fernando Vallejo” en Literatura y lingüística., 2006, no.17. p.129-139.
[26] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[27] Crespo, Elsy Rosas. “La virgen de los sicarios, como extensión de la narrativa de la transculturación”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2003 nº 24.
[28] Villoro, Juan: “entrevista a Fernando Vallejo”, en Babelia Digital. España. 2002

[29] Vallejo, Fernando. “Por el desafuero”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[30] Vallejo, Fernando. “La puta de Babilonia”. Buenos Aires, Editorial Planeta. 2007.
[31] Craig, Richard B. Colombia en “El narcotráfico”. IICLA [Instituto de Investigaciones Culturales Latinoamericanas] Revista occidental nº 38. Colin M. Mac Lachlan, editor. Tijuana, Baja California, N., México. 1995.
[32] Craig, Richard B. Colombia en “El narcotráfico”. IICLA [Instituto de Investigaciones Culturales Latinoamericanas] Revista occidental nº 38. Colin M. Mac Lachlan, editor. Tijuana, Baja California, N., México. 1995.
[33] La carta de Fernando Vallejo y su renuncia a la nacionalidad colombiana. México. Mayo de 2007.
[34] Castillo, Carolina. “Colombia: violencia y narración” en en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 27.
[35] Vallejo, Fernando. “A las madrecitas de Colombia”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[36] Vallejo, Fernando. “A las madrecitas de Colombia”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[37] “Los animales tienen la palabra” en “animalistas célebres”, sitio web “geocites”, consultado el 29/10/2007. [URL: http://es.geocities.com/animalistas_celebres/fer-vallejo.htm]
[38] Vallejo, Fernando. “Discurso para recibir el Premio Rómulo Gallegos” en BitBlioteca, sitio web “Analítica”, consultado el 29/10/2007 [URL:http://www.analitica.com/bitblio/fernando_vallejo/discurso_romulo_gallegos.asp]
[39] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[40] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.

[41] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[42] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[43] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35

[44] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[45] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[46] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 29/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[47] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[48] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[49] Vallejo, Fernando. “Los difíciles caminos de la esperanza”. en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[50] Vallejo, Fernando. “Los difíciles caminos de la esperanza”. en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[51] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[52] Crespo, Elsy Rosas. “La virgen de los sicarios, como extensión de la narrativa de la transculturación”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2003 nº 24.
[53] Faciolince, Héctor Abad. “Vallejo y el círculo moral” sección cultura, “El País”. 12/07/2007. Madrid.
[54] Faciolince, Héctor Abad. “Vallejo y el círculo moral” sección cultura, “El País”. 12/07/2007. Madrid
[55] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[56] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]

2 comentarios:

e vart dijo...

PORFAVOR ALGUIEN MATE AL ALCALDE ZINCUATE RATERO Y ASESINO DE PERROS Y GATOS EN JALTENCO EDOMEZ UN NARCO ANIMALISTA PORFA VEA LAS FOTOS DE COMO MASACRO A LOS ANIMALES

jairojhon dijo...

en la pág. 139 hablas de una canción, justo hoy mi abuelita me la ha cantado; y con lo que he recordado, encontré este blog... con otro pedazo de letra.
Me preguntaba si tienes esa canción y de ser posible enviarla a mi correo.

jj21_21@hotmail.com

¡Gracias!