Monografía Sobre:
Alumnas : Pilar Cerbello
Lucila Noejovich .
Curso : 5to año 1 era división.
Introducción:
“La virgen de los Sicarios” de Fernando Vallejo en varios aspectos es el reflejo de su vida. En el transcurso de la novela el autor hace hincapié a un sentimiento de disconformidad y el de no pertenencia de toda la realidad que determina Colombia.
Luego de la lectura de la novela, llegamos a la conclusión que Colombia está devastada a causa del desinterés del Estado y el propio abandono de la sociedad.
A lo largo de la monografía desarrollaremos el análisis de la novela resaltando el contexto social y político por el que trasciende el país.
Para lograr comprender la crítica que se hace en “Virgen de los Sicarios” ampliaremos en la monografía los contextos que a nuestro entender se resaltan a lo largo de la historia.
Colombia está determinada por el poder de unos pocos que inducen a permanecer a la sociedad en las facetas más oscuras y superficiales. Una realidad en donde la violencia, el narcotráfico y la corrupción son cosas de todos los días.
El Estado pese a que intenta mínimamente conciliar con la sociedad, no logra obtener resultados favorables. El pueblo desconfía tras tantos gobiernos corruptos y no cree que pueda generar cambios para mejorar su situación.
Es completamente evidente que en Colombia el mayor ingreso económico es el narcotráfico y es la causa del derrumbe de niños y adolescentes, que tienen la posibilidad de progresar, pero las drogas boicotean su futuro. Éste sector es el más débil y no tiene la capacidad intelectual ya que el gobierno genera situaciones para que permanezcan en la ignorancia total y se debiliten aún más frente a esta situación.
Podemos establecer que esto es parte de la cotidianeidad colombiana, donde todos los sectores de la sociedad están afectados sin exclusión de ninguna clase social. Con esto queremos decir que las drogas atacan desde un sicario hasta un funcionario político o un miembro de la Iglesia.
La sociedad está muerta desde que el conocimiento se hizo un privilegio de unos pocos, es decir desde siempre. Desde que a Medellín se le dio por ser una ciudad con las mejores obras públicas del país, los mejores servicios domiciliarios pero con los mayores índices de desempleo, de violencia casera y de asesinatos.
Como dice Vallejo: “En mi Colombia querida la muerte se nos volvió una enfermedad contagiosa”.
Uno puedo pensar a Colombia como un símbolo del padecimiento de Latino América.
Comenzamos el análisis desde el contexto político que modifica directa e indirectamente a toda la población de Colombia. Consideramos que es la causa principal por la cual la sociedad se está derrumbando y no tiene ningún interés por conciliar con el Estado.
Dice Vallejo:
“ El “presunto” asesino, como diría la prensa hablada y escrita, muy respetuosa ella de los derechos humanos. Con eso de que aquí, en este país de leyes y constituciones, democráticas, no es culpa de nadie hasta que no lo condenen, y no lo condenan sino lo juzgan, y no lo juzgan sino lo agarran y si lo agarran lo sueltan... La ley de Colombia es la impunidad y nuestro primer delincuente impune es el Presidente, que a estas horas debe de andar parrandeándose el país y el puesto. En Japón, en México... haciendo un cursillo”.
La vida política colombiana está ligada a los partidos, en concreto, a los partidos políticos tradicionales: el Partido Liberal y el Partido Conservador. Ambos partidos políticos definirán lo que se podría considerar como una ruptura social, y durante el siglo XIX y principios del XX dividirán a la población colombiana entre elites y masas. Serán estos dos partidos los que monopolizarán el gobierno colombiano durante el siglo XIX con concepciones diferentes del Estado y del papel de la Iglesia. El Partido Liberal representaba tendencias reformistas y federalistas mientras que el Partido Conservador apostaba por un estado fuerte y centralista y por la Iglesia como institución fundamental en la sociedad y política colombianas.
El Estado colombiano está fuertemente militarizado, se encuentra muy a la defensiva por la situación social que la rodea. Lo que genera más roces con las clases populares que luchan por tener una mejor calidad de vida, abatidos por la inseguridad y la falta de recursos para llevar adelante una vida digna.
Vallejo en la novela marca constantemente que no se siente parte de su propio país. Él decide irse pero sin embargo la situación lo modifica, igualmente luego de varios exilios elige volver para morir. Por esto mismo relacionamos la novela con la propia vida del autor.
Dice Vallejo:
“¿Es “La Virgen de los Sicarios” una metáfora de ese país? Nunca la pensé así. Lo que quise contar en “La virgen de los Sicarios” es la historia de un hombre que vuelve a Colombia después de 20 o 30 años y lo encuentra todo cambiado. Ese viaje es el resumen de 20 o 30 regresos míos a Colombia.”
Dice Vallejo:
“Por esa carreterita destartalada y el carro a toda desbarajustándose, como se nos desbarajustó después Colombia, o mejor dicho, como se “les” desbarajustó a ellos porque a mí no, yo aquí no estaba, yo volví después, años y años, décadas, vuelto un viejo, a morir [...] Con una chispa de la candileja bastaba, como bastó una chispa para que se nos incendiara después Colombia, se “les” incendiara, una chispa que ya nadie sabe de dónde saltó ¿Pero por qué me preocupa a mi Colombia si ya no es mía, es ajena? ”
Nosotras consideramos que nadie se hace cargo de aquella “chispa” que inició el conflicto colombiano, tanto las elites, las clases populares, la Iglesia, el ejército ni el propio Estado.
Todos se desentienden de sus actos, sin medir las consecuencias ni tomar conciencia de que su país se está derrumbando por la falta de responsabilidad.
Tampoco cabe la posibilidad de negociar o llegar a un acuerdo de paz entre las masas populares para lograr el bienestar general.
Por otra parte, el contexto social está claramente marcado. Podemos determinar por un lado la clase popular, carente de recursos, paupérrimas, con un vacío interno generado por el poder para mantener a la sociedad en un estado de ignorancia, para que no se generen interrogantes sobre el manejo político, social y cultural del país. Más ignorantes son, más beneficios tiene la clase dirigente.
Por otro lado está la clase privilegiada, la elite, quien goza de todos los beneficios. Pese a que se tratan de aislar, en ella también se asienta claramente la violencia y el narcotráfico.
Dice Vallejo:
“Medellín son dos ciudades: la de abajo intemporal, en el valle; la de arriba en las montañas rodeándola. Esas barridas circundantes levantadas sobre la ladera de las montañas son las comunas, la chispa y leña que mantiene encendido el fogón del matadero. La ciudad de abajo nunca sube a la ciudad de arriba pero lo contrario sí: los de arriba bajan, a vagar, a robar, a atacar, a matar. Quiero decir, bajan los que quedan vivos, porque a la mayoría allá arriba, allá mismo, tan cerquita de la nubes y del cielo, antes de lo que alcancen a bajar en su propio matadero los matan. Tales muertos aunque pobre, por supuesto, para el cielo no se irán así les quede más a la mano: se irán barranca abajo en caída libre para el infierno, para el otro, el que sigue al de esta vida”
En la novela Vallejo hace una clara denuncia en la que la corrupción, el manejo del poder y como se dijo anteriormente, la violencia y el narcotráfico son los temas principales.
A nuestro entender, en la novela Vallejo pone en evidencia que las clases constantemente están en contacto y que hay factores que van más allá del determinismo social.
Dice Vallejo:
“Entonces, extrañado por ese comportamiento irracional mío me preguntó si me gustaba las mujeres. Le contesté que sí y que no, que dependía. “¿De qué?” “de sus hermanos”. Se rió y me pidió que le hablara en serio. Le expliqué, en serio, que por cuanto la fisiología se refería, las únicas dos mujeres con las que me había acostado sí, sí me había gustado, pero ahí acababa la cosa pues más allá no había nada porque para mi la mujer era como si no tuvieran alma [...] Le devolví la pregunta y le pregunté si a él le gustaban las mujeres. “ NO”, contestó un “no” tan rotundo que me dejo perplejo”
Dice Vallejo:
“Por Alexis volví pues a Sabaneta [...] Nos tuvimos que conocer un lunes: en el apartamento de mi lejano amigo José Antonio Vásquez [...] “Valla lleve a éste a conocer el cuarto de las mariposas”. “Este” era yo, y “el cuarto de mariposas” un cuartico al fondo del apartamento [...] José Antonio es el personaje más conocido que he conocido, ¿a quién sino a él le da por regalar muchachos que es lo más valioso? [...]”
Así se refleja en “La Virgen de los Sicarios”, en la cual Alexis es el claro modelo de un chico perteneciente al sector popular, que convive con la violencia, las drogas y la ignorancia.
Dice Vallejo:
“Tomá”, le dije cuando terminamos y le di un billete. Lo recibió, se lo guardó y siguió vistiéndose. Salí del cuarto y lo dejé vistiéndose, y dejé también de paso mi billetera en mi saco y el saco en la cama para que se llevara lo que quisiera [...] Después, más tarde, conté los billetes y estaban los que había dejado. Entonces entendí que Alexis no respondía a las leyes de este mundo”
La televisión y la radio es el medio para él de evadir la realidad y pasar el tiempo; y para el Estado elementos fundamentales junto a la droga para generar más vacío.
Dice Vallejo:
“Sin televisor Alexis se quedó más vacío que balón de fútbol sin patas que le den, lleno de aire. Y se dedicó a lo que le dictaba su instinto: a ver los últimos ojos, la última mirada del que ya nunca más”
Fernando, por lo contrario demuestra la clase social más alta, que pese al estrato social puede aislarse y actuar por sí mismo, dejando de lado los prejuicios, se inserta en el modo de vida de los que viven “allá arriba” en los cerros pobres, los que matan a cambio de monedas, los que les toca el basuco y el hambre.
Dice Vallejo:
“Ir de una realidad a la otra era infinitamente más alucinante que cualquier sueño de basuco. El basuco entorpece el alma, no la abre a nada”
El sector popular se encuentra caracterizado principalmente por la presencia de los sicarios. Alexis es uno de ellos.
Dice Vallejo:
“Te voy a decir que es un sicario: un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor...”
En la historia Vallejo narra cómo los sicarios llevan adelante su trabajo.
Dice Vallejo:
“Las balas rezadas se preparan así: pónganse seis balas en una cacerola previamente calentada hasta el rojo vivo en parrilla eléctrica. Espolvoréense luego en agua bendita obtenida de la pila de una Iglesia, o suministrada, garantizada, por la Parroquia de San Judas Tadeo, barrio de Castilla comuna noroccidental. El agua, bendita o no, se vaporiza por el calor violento, y mientras tanto va rezando el que las reza con la fe de carbonero: por la gracias de San Judas Tadeo (o el Señor Caído de Giradota o el Padre Arcila o el Santo de tu devoción) que éstas balas de esta suerte consagradas den en el blanco sin fallar, y no sufra el difunto. Amén”
Dice Mario Vargas Llosa:
“La institución proporciona dinero fácil, aventura, riesgo y diploma de virilidad, de modo que no es extraño que niños y jóvenes de vidas embotelladas y sin esperanza, vean en ella una tabla de salvación. El sicario se alquilaba al principio casi exclusivamente a los narcos, pero luego el espectro de los empleadores se amplió, y abarca ahora a paramilitares, grupos políticos, pandillas y particulares ansiosos de liquidar a un enemigo, deshacerse de un socio incómodo o enviudar de prisa” .
Dice Vallejo:
“ Le quité la camisa, se quitó los zapatos, le quité los pantalones, se quitó las medias y la trusa y quedó desnudo con tres escapularios, que son los que llevan los sicarios: uno en el cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo y son: para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para que les paguen”.
Dice Vallejo:
“ Ese metalero condenado ya nos dañó la noche, me quejaba. No es un metalero- me explicó Alexis cuando se lo señalé en la calle al otro día-. Es punkero. Lo que sea. Yo a ese mamarracho lo quisiera matar. Yo te lo mato- me dijo Alexis con esa complacencia suya atenta siempre a mis más mínimos caprichos-. Déjalo que la próxima vez saco el fierro [...] Habíamos vuelto en peregrinación a Sabaneta cuando el punkero “ marcó cruces ”. “ ¡Ahí va! ¡Ahí va! Exclamó Alexis cuando lo vio en la calle [...] Corrió hacia el hippie, se le adelantó, dio media vuelta, sacó el revólver y a pocos palmos le chantó un tiro en la frente [...] Aquí nadie es inocente cerdos. Lo matamos por chichipato, por bazofia, por basura, por existir ”
Dice Vallejo:
“ De los muertos de Alexis, cinco fueron gratis, por culebras propias; y cinco pagados, por culebras ajenas. ¿Qué son “culebras? Son cuentas pendientes. [...] ¿Qué cómo supe lo de Alexis si yo no pregunto? Sin preguntar, me lo contó La Plaga. [...] Tiene quince añitos. Creo que se llama Hieder Antonio. [...] Lo conocí también en el cuarto de mariposas, pero nuestro amor no prosperó.
[...] El próximo muertico de Alexis resultó siendo un transeúnte grosero: un muchachote fornido, soberbio, malo que es lo que es esta raza altanera. Por Junín, sin querer nos tropezamos con él. “ Aprendan a caminar, maricas – nos dijo-. ¿O es que no ven?” Yo, la verdad, veo poco, pero Alexis mucho [...] No le chantó el pepazo en la frente, no: en la boca, en la sucia por donde maldijo”
Se puede relacionar los sicarios con la muerte, que es un tema importante en la novela como en la vida misma de Vallejo. Como hemos dicho todo sicario mata por encargo, pero su propia vida también está en riesgo constantemente. En un país tan violento, donde matan desde una moto, en un taxi y a veces hasta por nada, todo está permitido y nunca se sabe quién será el próximo. Todos están al límite, pasando situaciones de riesgo por más que no se sea partícipe de ningún conflicto.
Dice Vallejo:
“¡Qué Iglesia iba a estar abierta ni que demonios! Las mantienen cerradas para que no las ataquen. Ya no nos queda en Medellín ni un solo oasis de paz. Dicen que atacan los bautizos, las bodas, los velorios, los entierros. Que matan en plena misa o llegando al cementerio a los que van vivos acompañando al muerte. Que si se cae un avión saquean los cadáveres. Que si te atropella un carro, manos caritativas te sacan la billetera mientras te hacen el favor de subirte a un taxi que te lleve al hospital. Que hay treinta y cinco mil taxis en Medellín desocupados atacando. Uno por cada carro particular. Que lo mejor es viajar en bus, aunque también tampoco: tampoco conviene, también los atacan. Que en el hospital a uno no sé donde lo remataron. Que lo único seguro aquí es la muerte”
Dice Vallejo:
“La muerte como alivio. Lo ha dicho antes y quizás no sea original. He dicho que es una suerte que mi hermano Darío esté muerto, fuera de la pesadilla de la vida. La vida no es una fiesta sino una desgracia y no hay forma de pasarla bien. La mayor parte del tiempo son momentos de vacío, de angustia, de dolor”
Dice Vallejo:
“¿Qué sentimientos tiene ante la muerte?
De deseo y de terror. A mí la muerte me produce terror, pero la vida también. Así que no estoy muy apegado a la vida, pero es todo muy complicado”
Dice Vallejo:
“ O sea que mientras más muertos menos muertos. Mi señora Muerte pues, misiá, mi doña, la paradójica, es la que aquí se necesita. Por eso anda toda ventiada por Medellín día y noche en su afán haciendo lo que puede”
Dice Vallejo:
“Se vino sobre nosotros la moto: paso rozando. “¡Cuidado! ¡Fernando!” alcanzó a gritarme Alexis en el momento en el que los de la moto disparaban. Fue lo último que dijo, mi nombre, que nunca antes había pronunciado. Después se desbarrancó por el derrumbadero eterno, sin fondo [...] alcancé a ver a los muchachos de la moto, “el parrillero”, cuando disparó: le vi los ojos fulgurantes, y colgando sobre el peso, por la camisa entreabierta el escapulario carmelita. Y nada más. [...] Dejó el horror de la vida para entrar al horror de la muerte. Fue un solo tiro certero en el corazón. Creemos que existimos pero no, somos un espejismo de la nada, un sueño de basuco”
Fernando como La Colombia desangrada por los enfrentamientos, busca alguien que llene su vacío, su soledad y desesperanza después de la muerte de Alexis. Fernando logra tristemente encontrarse con la cara de la muerte, el motociclista que lo perseguía al asesino de Alexis, Wílmar.
Dice Vallejo:
“Pensando en Alexis, llorando por él, me tropecé con un muchacho. Nos saludamos creyendo que nos conocíamos. ¿Pero de dónde? [...] Entonces invité a almorzar al faquir. Mientras almorzábamos los dos faquires le pregunté como su nombre ¿Se llamaba Tayson Alexander acaso, para variar? Que no. ¿Y Yeison? Tampoco. ¿Y Wílfer? Tampoco. ¿Y Wílmar? Se rió.
[...] Al desvestirse se le cayó un revólver. “ ¿Y ese revólver para qué? Le pregunté yo de ingenuo. Que para lo que se ofreciera.
[...] Esa historia del Ñato que he contado fue la última cosa bella que viví con Wílmar. Después el destino se nos vino encima como esa carroza fúnebre y sus dos motos, atropellándonos envenenado.
[...] Fuimos a comprar el refrigerados para la mamá de Wílmar, y me dio por pasar de regreso por el Versalles dizque a comprar pasteles. [...] A la entrada de éste nos tropezamos con La Plaga [...] Wílmar entró a comprar los pasteles y yo me quedé afuera con La Plaga conversando. Entonces me hizo el reproche de por qué andaba con el que mató a Alexis. “Por qué dices eso, niño tonto – le contesté -. ¿No ves que yo ando con Wílmar y a Alexis lo mató La Laguna Azul?” “Wilmar es La Laguna Azul”
[...] Tenía que ir a la Iglesia a rogarle a Dios que todo lo que sabe, que todo lo que entiende, que todo lo puede, que me ayudar a matar a este hijueputa.
[...] Le dije que nos iríamos a dormir esa noche a cualquier motel de las afueras [...] Y yo me quedé despierto meditando sobre los atropellos europeos a los derechos humanos y el eterno silencio del papa... El revólver, su revólver, lo había puesto, como siempre, sobre su ropa. [...] Cuando empezó a entrar el sol por la ventana entreabrió los ojos y entonces le pregunté: “¿Por qué mataste a Alexis?” “Porque mató a mi hermano” [...] Mientras esperábamos que pasara un taxi por la autopista le dije que yo iba con Alexis la tarde en que él lo mató. Que sí, que él ya sabía, que desde esa misma tarde me había quedado conociendo. “Entonces desde la primera noche que pasaste conmigo en mi apartamento me habrías podido matar”
[...] La despedida fue para siempre, vivos no nos volvimos a ver. [...] Ahí estaba él Wilmar, mi niño, el único. Me acerqué y tenía los ojos abiertos. [...] A sus pies estaba su acta de levantamiento del cadáver. La leí de prisa. Nada especial. Que iba en un bus atestado y le habían disparado por la ventanilla desde una moto”
El tema religioso también es muy importante y determina muchas de las características de la sociedad colombiana. En Vallejo se observa la profunda contradicción al referirse a la Iglesia, por un lado, parece encontrarla como un lugar de salida de tantos conflictos y el propio desorden del país. Se considera actualmente a La Virgen María Auxiliadora como la Virgen de los salesianos, con la que él se crió y educó.
Por otro lado hace una denuncia a la Iglesia por realizar negocios con el narcotráfico y por algunos curas afeminados.
Las próximas citas son claros ejemplos de la posición de Vallejo frente al poder de la Iglesia.
Dice Vallejo:
“La Virgen de Sabaneta hoy es María Auxiliadora, pero no lo era en mi niñez: era la Virgen del Carmen, y la parroquia de la Santa Ana María Auxiliadora es propiedad de los salesianos, y la parroquia de Sabaneta es de curas laicos a pedir que es lo que mejor saben hacer los pobres amén de parir hijos Esta devoción repentina de la juventud me causaba asombro. Y yo pensando que la Iglesia andaba más bancarrota que el comunismo “Virgencita niña, María Auxiliadora que te conozco desde mi infancia..” Al cardenal López T., el que se quería despachar Alexis se empeñó en hacer negocios con el narcotráfico, el único que tenía aquí dinero constante y sonante Un cardenal afeminado no es un príncipe de la Iglesia, es un travesti, y su sotana una bata: así la siente ”
En la novela los protagonista demuestran darle gran importancia a la religión. Lo que manifiesta que la sociedad colombiana se refugia en la Iglesia frente al caos que la rodea.
Dice Vallejo:
“Era la peregrinación de los martes, devota, insulsa, mentirosa. Venían a pedir favores. [...] ¿ Qué le pediría Alexis a la Virgen? Dicen los sociólogos que los sicarios le piden a María Auxiliadora que no les vaya a fallar, que les afine la puntería cuando disparen y que les salga bien el negocio ”
Según el punto de vista del poder, El Cartel era el poder supremo y el encargado de decidir el presidente de turno. Es decir era un gobierno enmascarado, el que tenía a la cabeza un presidente con mal de Alzheimer. El sistema político se caracteriza por el manejo del mayor ingreso económico del país que es el narcotráfico
Dice Vallejo:
“Los treinta y cinco mil taxis señalados (comprados con dólares del narcotráfico porque de dónde va a sacar dólares Colombia si nada exporta porque nada produce como no sea asesinos que nadie compra)”
Dice Vallejo:
Como diría nuestro presidente Barco, el inteligente, que nos gobernó cuatro años con el mal de Alzheimer y le declaró la guerra al narcotráfico y en plan de guerra se le olvidó”
La economía del país esta destruida por completo, no existen las industrias, el comercio, los ingresos se basan casi completamente por el narcotráfico.
Dice Vallejo:
“ ¡Qué empresa va a prosperar aquí con tanta prestación, jubilación, inseguridad, impuestos, leyes! el primer atracador de Colombia es el Estado. La industria aquí está definitivamente quebrada: para todo el próximo milenio. ¿Y el comercio? Los asaltan. ¿Y servicios? ¡Qué servicios! El campo también es un desastre”
Conclusión:
Luego de realizar la monografía llagamos a la conclusión de que la sociedad colombiana está narcotizada, destruída a causa del desorden político y social que atraviesa el país. Es una población víctima, sufriente que reza e implora cambios y mata.
El Estado promueve y espera que sus habitantes no piensen, que estén drogados con las esperanzas que las distintas Vírgenes los saquen de la miseria. Tampoco les interesa modificar la situación ya que se acomodan a ella por los motivos y causas anteriormente expuestos.
En Medellín la vida es como la muerte, con una sociedad que vive el día a día tal vez como el último porque el mañana nadie se lo asegura. El Estado colombiano debe promover el interés social, si éste no realiza nada para cambiar la situación, se seguirá derrumbando y ningún acuerdo de paz o intento de progreso, va a ser efectivo para el país.
Mientras tanto Colombia sigue destruyéndose, sin posibilidad de mejoras ni cambios. El gobierno como gran responsable de la situación no parece interesado por modificarla, es más el mismo poder es el que se alía con una de las causas que producen hundimiento de Colombia, como es el narcotráfico. Siendo éste unos de los mayores ingresos del país.
Al poder le interesa que la sociedad permanezca en estado de ignorancia, de esta manera logran que con menor conocimientos no se les oponga a sus políticas e intereses.
Hay quienes pudieron encontrar en la Iglesia un resguardo dentro de tanto desbarajuste, como hemos dicho anteriormente, como los sicarios en la Virgen María Auxiliadora.
En “La virgen de los Sicarios”, Fernando Vallejo muestra claramente las contradicciones de un país donde las apariencias sirven apenas para encubrir las miserias de las realidad, la misma miseria que el Estado genera en la sociedad.
Hay algo universal en esta historia que duele ante todo por su carga de verdad, podemos determinar que muchos de los países de Latino América están abatidos por la corrupción, el narcotráfico y ante todo por el desinterés del Estado y de la propia sociedad por progresar.
Bibliografía:
1. “Virgen de los Sicarios” de Fernando Vallejo. Editorial Punto de lectura edición 2002.
2. http://es.geocities.com/agreda5/Literatura/vallejo.html
3. http://www.inmaculadadecepcion.blogspot.com/2005/06/encuentro-con-fernando-vallejo.html
4. Los sicarios, Mario Vargas Llosa. La Nación. Sección Opinión, Fecha de publicación 05.10.1999.
domingo, 16 de diciembre de 2007
"ENSAYO SOBRE LA CEGUERA" de José Saramago por De Luca-Blanco
Alumnos: Danilo De Luca y Emiliano Blanco
5º 3ª T.M.
Introducción.
José Saramago, nació el 16 de noviembre de 1922 en Portugal, uno de los novelistas actuales más apreciados en el mundo entero. En 1998 recibió el Premio Nobel de Literatura, siendo el primer escritor portugués en conseguirlo. Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de Salazar. Se sumó a la llamada "Revolución de los Claveles" que llevó la democracia a Portugal, en el año 1974. Escéptico e intelectual mantuvo y mantiene una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, y comprometido con el género humano. En la actualidad, consagrado como escritor universal, divide su residencia entre Lisboa y la isla española de Lanzarote (Canarias). Alzado del suelo (1980) fue la novela que le reveló como el gran novelista maduro y renovador portugués. Se trata de una novela histórica, situada en el Alentejo entre 1910 y 1979, con un lenguaje campesino, una estructura sólida y documentada y un estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la atención en su momento. Siguieron obras de gran interés como Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991) y Ensayo sobre la ceguera (1995), obra en la que el autor desde planteamientos éticos advierte sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron". Saramago, escéptico pero solidario, reflexiona en esta novela sobre si cabrá la esperanza tras este nuevo milenarismo que la humanidad está viviendo.
En una ciudad cualquiera, de un país democrático cualquiera el autor nos muestra la historia de una ceguera blanca total y absoluta que, casi de golpe, se transmite a toda la sociedad, sin ninguna razón ni motivos aparentes. Todos menos una mujer, la mujer del médico y una de las principales protagonistas de la historia. Los primeros afectados por la enfermedad, son cruelmente puestos en cuarentena en un manicomio abandonado. Allí se suceden de las atrocidades más humillantes del ser humano. Cuando logran escapar del manicomio, que estaba custodiado por militares, se encuentran con un panorama desalentador. Todos los habitantes de la ciudad habían perdido la vista, poco a poco comienza a reinar el caos.
La obra plantea una temática social que afecta, incluso, a la sociedad actual. En esta sociedad en la cual vivimos cada persona está más pendiente de sus propios intereses y necesidades y olvida, por momentos, los problemas ajenos a uno mismo. También muestra las falencias de un sistema que lleva al hombre a ignorar a las demás personas y a la humillación de las mismas. El tema será desarrollado en la presente monografía.
La problemática en la actualidad
En el Siglo XXI la sociedad está pasando por una etapa de transición, donde se dejan atrás los viejos valores y se tratan de buscar otros nuevos. En esta búsqueda de nuevos valores nos encontramos con sujetos u organismos que tratan de vendernos los valores que más les sirven para sus intereses, esto genera una confusión en las personas que no las deja hallar los valores correctos. Esta búsqueda de valores debería ser personal, sin ningún factor externo que influya sobre las personas. Debido a esto estamos viviendo momentos de desinterés por todo lo que nos rodea (Medio ambiente, personas, etc.).
Dice Fabiana Takahashi: “Se producen en el ensayo, hechos como robos, violaciones, asesinatos, delitos que hasta hace un tiempo eran objeto de fuerte reprobación social, pero que hoy son relativizados. Asistimos a un cambio en los valores, o más bien, una inversión de los mismos, donde actitudes que fueron socialmente inaceptables pierden peso gracias a la frecuencia con que se presentan.”
En algunas regiones del mundo se producen conflictos bélicos, como por ejemplo la Invasión estadounidense en territorio iraquí, donde se cometen todo tipo de violaciones a los derechos humanos, y donde, también, se cometen crímenes de guerra como la tortura sistemática a prisioneros enemigos o el asesinato de civiles inocentes.
El poco valor que le damos a nuestro ecosistema, es un tema del que mucho se habla pero del que poco se hace, ya que nuestro aire, agua, suelo, y zonas urbanas están contaminadas. La deforestación, la caza indiscriminada y la contaminación sonora también son otros factores a tener en cuenta.
La discriminación es un tema muy recurrente en la vida actual, como el hecho reciente acontecido en España, donde un ciudadano español agrede física y psicológicamente a una inmigrante ecuatoriana haciendo resaltar el odio que hay establecido en esa cultura. Este un hecho aislado pero como el mismo hay otros cientos de casos, muchos de los cuales no salen a la luz y los cuales se ignoran.
Incluso en nuestro propio país, en muchas regiones, las personas sufren de desnutrición, mientras más de una vez se ha tirado comida en forma de protesta,
como los agricultores que se deshacían de la cosecha en la ruta.
Estos hechos cotidianos han sido ya incorporados y no nos sorprenden en absoluto. Estamos ciegos ante todos estos problemas porque solamente buscamos resolver cuestiones personales y nos olvidamos, o queremos olvidarnos, de las personas que tenemos a alrededor. Mientras nada de lo que pase nos afecte directamente a nosotros vamos a seguir ignorando y ocultando la realidad. Esperemos que cuando ello ocurra no sea demasiado tarde.
Dice Fabiana Takahashi: “La imagen metafórica de la ceguera, representa la imposibilidad de ver mas allá de los propios intereses, la confusión en la cual se encuentra inmersa la humanidad, una suerte de neurosis racional. Indirectamente, se muestra como, durante una crisis, se acentúan los valores aun existentes, como también se ponen de manifiesto las miserias humanas.”
La problemática en la novela
Muchas problemáticas de la vida cotidiana están representadas en la novela a través de una serie de hechos que afectan a cada uno de los personajes de la historia.
Al comienzo de ella se puede ver como uno de los personajes contrae la ceguera mientras manejaba su auto. Al quedarse completamente ciego recibe la ayuda de un hombre, desconocido para él, quien lo lleva hacia su hogar en un gesto de solidaridad. Al dejar al ciego en su residencia, se roba su auto, sin dudarlo.
Aquí se puede ver claramente lo antes planteado en este trabajo, la falta de escrúpulos de los miembros de la sociedad actual, la poca importancia que se le da al otro. La poca consideración que se tiene incluso por un inválido, por una persona que acaba de quedarse ciega. La mentira, la hipocresía, la actuación, también tienen parte en esto. Muchos actúan, fingen ser lo que no son, para sacar provecho de las distintas situaciones que se le presenten a lo largo de su existencia, las mentiras están en todas partes, y aquí resaltan más que nunca.
Dice Fabiana Takahashi: “Una particularidad de la sociedad posmoderna es la ausencia de paradigmas que sirven de guía o sustento al accionar del hombre. A causa de necesidades como la económica, se asiste a la pérdida de dignidad y a la degradación.”
Ya dentro del manicomio, se suceden una serie de hechos donde se prueba continuamente hasta que punto puede caer la dignidad humana. Uno de ellos tendrá consecuencias importantes en la historia, por más que pueda pasar desapercibido. El ladrón del auto (así se lo conoce en la novela) se aprovecha de la situación tocando donde no debía a la joven de las gafas oscuras. Esta, le aplicó un golpe con el taco de su zapato, que le generaría una grave herida al hombre que terminaría con su vida. Esto sucede muy a menudo en todas partes se podría decir. Violaciones, abusos, aprovechamientos forman parte ya, de la cultura actual. Lo repudiamos pero ya esta incorporado en nuestra sociedad. Al morir el ladrón, todas las acusaciones que contra el se sostenían (el robo del auto, el tratar de aprovecharse de la joven, etc) fueron instantáneamente ignoradas o dejadas de lado como un ultimo homenaje a su persona. Todavía queda una ultima esperanza de respeto hacia los muertos en nuestra sociedad.
Dice Fabiana Takahashi: “Se producen en el ensayo, hechos como robos, violaciones, asesinatos, delitos que hasta hace un tiempo eran objeto de fuerte reprobación social, pero que hoy son relativizados. Asistimos a un cambio en los valores, o más bien, una inversión de los mismos, donde actitudes que fueron socialmente inaceptables pierden peso gracias a la frecuencia con que se presentan.”
La degradación de la dignidad humana se encuentra en todos lados. Nos invaden con imágenes y bocetos burdos y absurdos del cuerpo humano que terminan con eso a lo que llamábamos vergüenza, digo llamábamos porque hoy creo que nadie recuerda lo que significa esa palabra. La ceguera está muy relacionada con este tema. Ya no vemos lo que sucede a nuestro alrededor por lo tanto no nos avergonzamos de nuestros actos mas denigrantes porque los demás no los ven, los ignoran. Todo esto que repercute gravemente en nuestra sociedad, ya no nos importa, no tiene nuestra atención ni nuestro interés.
En un momento de la novela, los militares que custodiaban el manicomio, aquella prisión, disparan a matar a un grupo de ciegos que buscaba su libertad. Cuatro de ellos pertenecían a la sala continua de la de los personajes principales. Estos no se hicieron cargo de los cuerpos de sus compañeros, dejándolos tirados y sin enterrarlos como deberían haber hecho. Este acontecimiento se relaciona con el poco respeto que se le tiene a la vida, y más aún a la muerte. Dice Josetxo Beriain: “La estructura pluralista, se traduce en la posibilidad de elegir entre diferentes valores, creencias y modos de vida; no existe una sobre estimación cosmológica o meta social de lo que es el bien o el mal, proveniente de un fundamento o razón, si no que cada formación discursiva (derecho, moral, ciencia, etc.) se auto procura sus propios criterios de validez.” Hay vicios como las drogas, el alcohol, el cigarrillo, que son, en parte, culpables de la degradación del hombre. Nosotros sabemos lo mal que nos hacen, nosotros sabemos el mal que nos producen, nosotros sabemos que nos acortan la vida, sabemos que nos dañan terminalmente, sabemos que no hay vuelta atrás y sin embargo, ¿Qué hace uno para evitar todo esto? La sociedad de consumo es un gran cómplice en todos estos males que nos afectan. La muerte nos rodea todo el tiempo, pero no hacemos nada para alejarla, y más aún, cuando surge parece no importarnos.
Dice Fabiana Takahashi: “El concepto de microcosmos, que permite establecer un paralelismo entre manicomio y la ciudad-mundo en su totalidad: ‘El mundo esta todo aquí adentro’ (…) Si el manicomio es el mundo sus habitantes son el reflejo de la sociedad. Allí se mezclan indistintamente los ciegos, los que ven, y los que corren peligro de quedarse ciegos; el ladrón, su víctima y los policías; el médico y sus pacientes; la prostituta, su cliente y la empleada del hotel; el viejo y el chico.”
Dentro de todo el caos que reinaba en el manicomio, surge de entre las sombras una forma de gobierno autoritario establecido por otros ciegos, por los ciegos malvados. Estos personajes que aparecen una vez avanzada la historia aprovechan el poder que logran conseguir, al tener bajo su propiedad un arma de fuego, y se apropian de todo el cargamento de comida que llegaba de los militares. Aprovechando la situación crean un monopolio donde si querías conseguir comida tenias que obedecer a estos personajes oscuros, y pagarles tu alimento en joyas o bienes personales o incluso en favores. Pero ocurre lo que se esperaba, los ciegos se quedan sin medios con los cuales pagarles a los malvados, entonces estos piden una forma atroz de pago por la comida: les exigen a todas las mujeres del manicomio tener que acostarse con ellos. Al principio el repudio es general, incluso los hombres no quieren dejar marchar a sus mujeres, esto significaría una perdida en su orgullo de hombres; pero luego comprenden que es la única solución a la hambruna general y acceden al pedido de los malvados.
Dice Fabiana Takahashi: “Existen en el loquero elementos universales: Un gobierno militar, personas que viven según las normas (sometidos), vándalos inescrupulosos que se aprovechan de la situación (sometedores).”
Al ignorar lo que pasa a nuestro alrededor, permitimos que los “malvados” reales gobiernen nuestra realidad. No le damos importancia cuando las cosas le ocurren al prójimo, no buscamos una solución al problema, no nos vemos reflejados en el otro. Pero cuando nos ocurre a nosotros nos quejamos y exigimos de la sociedad algo distinto a aquella indiferencia que nosotros mismos supimos tener.
Dice Fabiana Takahashi: “Tanto en el manicomio, como en la ciudad se patentiza la ceguera de los gobernantes y la ausencia de soluciones viables, y se plantea la organización como única esperanza de supervivencia: ‘La muerte no es mas que el efecto de una desorganización’.”
El último bastión de la moral.
Dice Fabiana Takahashi: “Merece especial atención el personaje de la mujer del médico, única que no se contagia a pesar de vivir con los enfermos. Desde el principio se muestra decidida e íntegra, capaz de realizar sus convicciones aun arriesgando su propia vida, se convierte en guía de los ciegos desde el anonimato. No solo es capaz de llevar a los enfermos por los corredores y atender sus necesidades, sino que se convierte en justiciera ante los abusos”
Sin embargo, pese a todo lo desarrollado en el presente trabajo hasta el momento. Todavía queda un poco de esperanza en el ser humano de corregir el camino que está tomando, donde los valores están muriendo.
En la novela, el símbolo de la resistencia de los buenos valores es la mujer del médico. Que se arriesga por sus pares, hecho que se puede apreciar al principio de la novela cuando todos comienzan a perder la vista: ella finge estar ciega para quedarse con su marido en aquella prisión a la cual los iban a condenar y en la cual iban a vivir las peores atrocidades del hombre. Siempre “se duda de la existencia de grandes hombres y de un buen legislador” pero nadie puede negar que esta mujer toma el liderazgo de la situación en la que se encuentran. Al poder ver se transforma, aunque no lo desee, en la reina entre los ciegos.
Pese a que en la novela no se establezca con claridad el porque este personaje tan peculiar no pierde la vista como el resto de los seres humanos, “poder ver significa usar la razón y así conservar la dignidad, los valores, la limpieza, la unión entre los hombres” y así se puede entender que al resistirse a perder los buenos valores y repudiar las atrocidades que tienen que vivir a lo largo de la novela, y al interesarse en el bienestar de sus compañeros de calvario, ella no enceguece porque puede ver mas allá de sus propios intereses, no ignora los problemas a su alrededor, trata de afrontarlos y buscar una solución que ayude a la mayor parte de los ciegos.
Además, pese a no haber perdido el sentido de la visión, la mujer del medico no trata de sacar provecho de la situación, sino que trata de utilizar ese “don”, que es poder ver, para el beneficio de los demás.
Hay algunas situaciones donde podemos comprobar la buena voluntad de esta mujer como cuando recién llegan los primeros ciegos al manicomio, los organiza para evitar conflictos dentro de la sala, y cuando estos tenían que atender la llamada de la naturaleza ella los guía hasta el baño para que puedan satisfacer sus necesidades biológicas. También, cuando sucede el episodio en el que la joven de las gafas oscuras hiere al ladrón, la mujer del medico le pregunta constantemente a este ultimo si necesitaba algo, y trata de guiar a su esposo, el médico, para que pueda atender al ladrón; pese a todos sus esfuerzos al no contar con los materiales adecuados para tratarlo este termina muriendo.
Otro hecho destacable, se aprecia cuando llegan los primeros cargamentos de alimento. Ella para tratar de evitar problemas reparte los alimentos a cada uno de los ciegos. A pesar de todo siempre crean conflictos entre los integrantes del manicomio, y siempre ella media en ellos para que no halla ningún tipo de pelea, para mantener la paz en medio del desastre.
Dice Luis Roser: “El autor nos alerta en esta gran novela sobre la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron, sobre las graves consecuencias de la sociedad de consumo, sobre los límites de los sistemas capitalistas, sobre nuestras propias relaciones con nuestro vecino. Moral, ética, educación”
Ejemplos en nuestra sociedad de la mujer del médico, no abundan, pero siempre hallaremos alguna oculta en la sociedad contemporánea. Mucha gente está en contra de los denominados malos valores, la sociedad de consumo, el capitalismo y evita ser cómplice de este desastre mundial. A pesar de que, por ejemplo, José Saramago siempre pensó que haciendo literatura no puede generar un cambio social, seguramente hará conciencia en muchos lectores que querrán verse identificados en la mujer del médico y empezar, desde su lugar, a aportar su grano de arena para cambiar las cosas, para cambiar, a fin de cuentas, este mundo podrido. Para esto es necesario resistirse a este cambio de valores que estamos teniendo hoy en día, la denominada época de transición de valores de la que se hablo al comienzo de la presente monografía, a pesar de que nos invaden los malos valores por doquier si planteamos una resistencia coherente con los llamados buenos valores podremos triunfar.
Dice Ernesto Sábato: " La ceguera es una metáfora de las tinieblas, un descenso a los infiernos o un descenso al tenebroso mundo del inconsciente, (…) es la noche".
La ceguera en la novela provocó un descenso del ser humano, a su aspecto más humillante e inconsciente.
Para evitar esto, todo tiene que empezar desde uno mismo, no se pueden generar cambios radicales si cada uno no empieza cambiando desde las cosas más pequeñas. Para dejar de ser ciegos se debe dejar de tirar basura en las calles, se debe dejar de discriminar, se debe hacer caso a las leyes, se deben respetar las señales viales, etc.; pero sobre todo hay que mirar mas a nuestro entorno, a las personas con las cuales interactuamos en esta sociedad, hay que mirar y saber preocuparse por el bienestar del otro. Todo esto parecen cosas insignificantes, pero creemos que si dejáramos por un momento de pensar en nosotros mismo e hiciéramos estas pequeñas cosas, o de no hacerlas, cambiarían muchas cosas. Esos hábitos se expandirían a otros sectores, por ejemplo la política. Tanto nos quejamos de las cosas que hacen los demás, y nunca ponemos la vista en nuestros propios actos. Si hubiese muchas esposas del médico en el mundo, en situaciones críticas como esa, viviríamos mas dignamente, y no en este caos generalizado. Pero no esperemos a llegar a esa situación extrema, organicémonos ya, y evitemos el desastre en este momento.
El hambre como eje de los problemas
Dice Fabiana Takahashi: “El hambre es el tema, en el ensayo; es tal vez el mas importante y recurrente debido a las connotaciones que posee y a las consecuencias en que deriva como desencadenante de situaciones donde se evidencia la relación con el otro.”
En el manicomio como en la sociedad actual, el hambre es el desencadenante de muchos de los problemas que se presentan, pero no es el problema en si. El hambre lleva a luz los verdaderos problemas que existen entre las personas. Por ejemplo, en la novela, a causa del hambre se generan conflictos entre los mismos integrantes de una sala en el tema de la división de los alimentos. También cuando se incorporan nuevos ciegos, al lugar, surgen altercados entre miembros de las diferentes salas. Muchos se quejan de que algunos, aprovechando su viveza, comían el doble que otros, y dejaban a algunos sin su alimento. Otro problema que desencadena el hambre, es cuando los ciegos “malos” se apropian de la comida. “Como consecuencia de la falta de comida los ciegos ocupaban su mente con el pensamiento mas elemental de la subsistencia: conseguirla” El hambre llegó, indirectamente, a generar la destrucción del lugar en que se encontraban. Además cuando salieron del manicomio el tema principal y primordial era la falta de alimento y por lo tanto conseguirlo.
En nuestra sociedad el hambre puede ser el causante de varios problemas, por ejemplo, la falta de educación, porque con un estomago vacío es imposible aprender. Genera también violencia, porque para conseguir el alimento muchas veces se lo hace por la fuerza. Genera obviamente inseguridad, porque la falta de alimento hace que muchas personas se inclinen hacia el lado delictivo. Genera miedo porque pone a diferentes partes de la sociedad unas contras otras, aunque no lo deseen, pero el verdadero culpable de la sociedad se oculta detrás de estos, este es “el poder político”.
Además las personas no solo tienen hambre de alimento sino también hambre intelectual, hambre de conocimiento, hambre de poder, que lleva muchas veces también al enfrentamiento de las personas.
Frankl Viktor explica: “La realidad dejó de importarles y todo esfuerzo se centró en conservar la vida propia minimizando el sentimentalismo (…) El hombre hambriento accedía a un conflicto moral destructor del alma y de su fuerza de voluntad (…) La posibilidad de supervivencia era mayor, cuanto mas sádicos, brutales y egoístas se tornaran. Al hallarse inmersos en un entorno que no conocía de dignidad ni del valor de la vida, el carácter de los condenados sufría una alineación que hacía peligrar su sistema de valores con el fin de sobrevivir, descendiendo al nivel de la vida animal.”
Conclusión
Dice José Saramago: “El aprendiz pensó ‘estamos ciegos’, y se sentó a escribir el ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a si mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante.”
La ceguera se produjo sencillamente, a nuestro entender, por la falta de buenos valores, por el desprecio del prójimo, por la destrucción deliberada del planeta, por la intolerancia hacia nuestros pares, por el poco compromiso que tenemos para cambiar la situación. Todo esto se muestra mayormente en el momento que se encuentran en el manicomio. No podemos ver mas allá de nuestros propios intereses y a lo largo de esta monografía esto se pudo comprobar.
Pero pese a todo esto, aun guardamos cierta cuota de esperanza de encontrarnos muchas mas “esposas del médico” que nos ayuden a cambiar.
“Cuando los personajes recuperan la visión de un mundo que ya nunca será el mismo, gracias a la postura que los hombres asumen consigo mismos y con ‘el otro’.“
Bibliografía.
Augé, Marc (1998). Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Ed. Gedisa, España.
Frankl, Viktor (1985). El hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, España.
Sábato, Ernesto (1974) El escritor y sus fantasmas, Revista 7 días.
Saramago, José (1995). Ensayo sobre la ceguera. Ed. Punto de lectura, S.L. Madrid, España.
Saramago, José (1999) De cómo el personaje fue el maestro y el autor su aprendiz, Revista latinoamericana de temas internacionales.
Takahashi, Fabiana, Ensayo sobre la ceguera: El otro en la posmodernidad
Vattimo, Gianni y otros (1994). En torno a la posmodernidad. Ed. Anthropos, Colombia.
Página de internet http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2270
Página de internet http://literaturaycomentarios.blogspot.com/2006/10/ensayo-sobre-la-ceguera-jos-saramago.html
5º 3ª T.M.
Introducción.
José Saramago, nació el 16 de noviembre de 1922 en Portugal, uno de los novelistas actuales más apreciados en el mundo entero. En 1998 recibió el Premio Nobel de Literatura, siendo el primer escritor portugués en conseguirlo. Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de Salazar. Se sumó a la llamada "Revolución de los Claveles" que llevó la democracia a Portugal, en el año 1974. Escéptico e intelectual mantuvo y mantiene una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, y comprometido con el género humano. En la actualidad, consagrado como escritor universal, divide su residencia entre Lisboa y la isla española de Lanzarote (Canarias). Alzado del suelo (1980) fue la novela que le reveló como el gran novelista maduro y renovador portugués. Se trata de una novela histórica, situada en el Alentejo entre 1910 y 1979, con un lenguaje campesino, una estructura sólida y documentada y un estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la atención en su momento. Siguieron obras de gran interés como Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991) y Ensayo sobre la ceguera (1995), obra en la que el autor desde planteamientos éticos advierte sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron". Saramago, escéptico pero solidario, reflexiona en esta novela sobre si cabrá la esperanza tras este nuevo milenarismo que la humanidad está viviendo.
En una ciudad cualquiera, de un país democrático cualquiera el autor nos muestra la historia de una ceguera blanca total y absoluta que, casi de golpe, se transmite a toda la sociedad, sin ninguna razón ni motivos aparentes. Todos menos una mujer, la mujer del médico y una de las principales protagonistas de la historia. Los primeros afectados por la enfermedad, son cruelmente puestos en cuarentena en un manicomio abandonado. Allí se suceden de las atrocidades más humillantes del ser humano. Cuando logran escapar del manicomio, que estaba custodiado por militares, se encuentran con un panorama desalentador. Todos los habitantes de la ciudad habían perdido la vista, poco a poco comienza a reinar el caos.
La obra plantea una temática social que afecta, incluso, a la sociedad actual. En esta sociedad en la cual vivimos cada persona está más pendiente de sus propios intereses y necesidades y olvida, por momentos, los problemas ajenos a uno mismo. También muestra las falencias de un sistema que lleva al hombre a ignorar a las demás personas y a la humillación de las mismas. El tema será desarrollado en la presente monografía.
La problemática en la actualidad
En el Siglo XXI la sociedad está pasando por una etapa de transición, donde se dejan atrás los viejos valores y se tratan de buscar otros nuevos. En esta búsqueda de nuevos valores nos encontramos con sujetos u organismos que tratan de vendernos los valores que más les sirven para sus intereses, esto genera una confusión en las personas que no las deja hallar los valores correctos. Esta búsqueda de valores debería ser personal, sin ningún factor externo que influya sobre las personas. Debido a esto estamos viviendo momentos de desinterés por todo lo que nos rodea (Medio ambiente, personas, etc.).
Dice Fabiana Takahashi: “Se producen en el ensayo, hechos como robos, violaciones, asesinatos, delitos que hasta hace un tiempo eran objeto de fuerte reprobación social, pero que hoy son relativizados. Asistimos a un cambio en los valores, o más bien, una inversión de los mismos, donde actitudes que fueron socialmente inaceptables pierden peso gracias a la frecuencia con que se presentan.”
En algunas regiones del mundo se producen conflictos bélicos, como por ejemplo la Invasión estadounidense en territorio iraquí, donde se cometen todo tipo de violaciones a los derechos humanos, y donde, también, se cometen crímenes de guerra como la tortura sistemática a prisioneros enemigos o el asesinato de civiles inocentes.
El poco valor que le damos a nuestro ecosistema, es un tema del que mucho se habla pero del que poco se hace, ya que nuestro aire, agua, suelo, y zonas urbanas están contaminadas. La deforestación, la caza indiscriminada y la contaminación sonora también son otros factores a tener en cuenta.
La discriminación es un tema muy recurrente en la vida actual, como el hecho reciente acontecido en España, donde un ciudadano español agrede física y psicológicamente a una inmigrante ecuatoriana haciendo resaltar el odio que hay establecido en esa cultura. Este un hecho aislado pero como el mismo hay otros cientos de casos, muchos de los cuales no salen a la luz y los cuales se ignoran.
Incluso en nuestro propio país, en muchas regiones, las personas sufren de desnutrición, mientras más de una vez se ha tirado comida en forma de protesta,
como los agricultores que se deshacían de la cosecha en la ruta.
Estos hechos cotidianos han sido ya incorporados y no nos sorprenden en absoluto. Estamos ciegos ante todos estos problemas porque solamente buscamos resolver cuestiones personales y nos olvidamos, o queremos olvidarnos, de las personas que tenemos a alrededor. Mientras nada de lo que pase nos afecte directamente a nosotros vamos a seguir ignorando y ocultando la realidad. Esperemos que cuando ello ocurra no sea demasiado tarde.
Dice Fabiana Takahashi: “La imagen metafórica de la ceguera, representa la imposibilidad de ver mas allá de los propios intereses, la confusión en la cual se encuentra inmersa la humanidad, una suerte de neurosis racional. Indirectamente, se muestra como, durante una crisis, se acentúan los valores aun existentes, como también se ponen de manifiesto las miserias humanas.”
La problemática en la novela
Muchas problemáticas de la vida cotidiana están representadas en la novela a través de una serie de hechos que afectan a cada uno de los personajes de la historia.
Al comienzo de ella se puede ver como uno de los personajes contrae la ceguera mientras manejaba su auto. Al quedarse completamente ciego recibe la ayuda de un hombre, desconocido para él, quien lo lleva hacia su hogar en un gesto de solidaridad. Al dejar al ciego en su residencia, se roba su auto, sin dudarlo.
Aquí se puede ver claramente lo antes planteado en este trabajo, la falta de escrúpulos de los miembros de la sociedad actual, la poca importancia que se le da al otro. La poca consideración que se tiene incluso por un inválido, por una persona que acaba de quedarse ciega. La mentira, la hipocresía, la actuación, también tienen parte en esto. Muchos actúan, fingen ser lo que no son, para sacar provecho de las distintas situaciones que se le presenten a lo largo de su existencia, las mentiras están en todas partes, y aquí resaltan más que nunca.
Dice Fabiana Takahashi: “Una particularidad de la sociedad posmoderna es la ausencia de paradigmas que sirven de guía o sustento al accionar del hombre. A causa de necesidades como la económica, se asiste a la pérdida de dignidad y a la degradación.”
Ya dentro del manicomio, se suceden una serie de hechos donde se prueba continuamente hasta que punto puede caer la dignidad humana. Uno de ellos tendrá consecuencias importantes en la historia, por más que pueda pasar desapercibido. El ladrón del auto (así se lo conoce en la novela) se aprovecha de la situación tocando donde no debía a la joven de las gafas oscuras. Esta, le aplicó un golpe con el taco de su zapato, que le generaría una grave herida al hombre que terminaría con su vida. Esto sucede muy a menudo en todas partes se podría decir. Violaciones, abusos, aprovechamientos forman parte ya, de la cultura actual. Lo repudiamos pero ya esta incorporado en nuestra sociedad. Al morir el ladrón, todas las acusaciones que contra el se sostenían (el robo del auto, el tratar de aprovecharse de la joven, etc) fueron instantáneamente ignoradas o dejadas de lado como un ultimo homenaje a su persona. Todavía queda una ultima esperanza de respeto hacia los muertos en nuestra sociedad.
Dice Fabiana Takahashi: “Se producen en el ensayo, hechos como robos, violaciones, asesinatos, delitos que hasta hace un tiempo eran objeto de fuerte reprobación social, pero que hoy son relativizados. Asistimos a un cambio en los valores, o más bien, una inversión de los mismos, donde actitudes que fueron socialmente inaceptables pierden peso gracias a la frecuencia con que se presentan.”
La degradación de la dignidad humana se encuentra en todos lados. Nos invaden con imágenes y bocetos burdos y absurdos del cuerpo humano que terminan con eso a lo que llamábamos vergüenza, digo llamábamos porque hoy creo que nadie recuerda lo que significa esa palabra. La ceguera está muy relacionada con este tema. Ya no vemos lo que sucede a nuestro alrededor por lo tanto no nos avergonzamos de nuestros actos mas denigrantes porque los demás no los ven, los ignoran. Todo esto que repercute gravemente en nuestra sociedad, ya no nos importa, no tiene nuestra atención ni nuestro interés.
En un momento de la novela, los militares que custodiaban el manicomio, aquella prisión, disparan a matar a un grupo de ciegos que buscaba su libertad. Cuatro de ellos pertenecían a la sala continua de la de los personajes principales. Estos no se hicieron cargo de los cuerpos de sus compañeros, dejándolos tirados y sin enterrarlos como deberían haber hecho. Este acontecimiento se relaciona con el poco respeto que se le tiene a la vida, y más aún a la muerte. Dice Josetxo Beriain: “La estructura pluralista, se traduce en la posibilidad de elegir entre diferentes valores, creencias y modos de vida; no existe una sobre estimación cosmológica o meta social de lo que es el bien o el mal, proveniente de un fundamento o razón, si no que cada formación discursiva (derecho, moral, ciencia, etc.) se auto procura sus propios criterios de validez.” Hay vicios como las drogas, el alcohol, el cigarrillo, que son, en parte, culpables de la degradación del hombre. Nosotros sabemos lo mal que nos hacen, nosotros sabemos el mal que nos producen, nosotros sabemos que nos acortan la vida, sabemos que nos dañan terminalmente, sabemos que no hay vuelta atrás y sin embargo, ¿Qué hace uno para evitar todo esto? La sociedad de consumo es un gran cómplice en todos estos males que nos afectan. La muerte nos rodea todo el tiempo, pero no hacemos nada para alejarla, y más aún, cuando surge parece no importarnos.
Dice Fabiana Takahashi: “El concepto de microcosmos, que permite establecer un paralelismo entre manicomio y la ciudad-mundo en su totalidad: ‘El mundo esta todo aquí adentro’ (…) Si el manicomio es el mundo sus habitantes son el reflejo de la sociedad. Allí se mezclan indistintamente los ciegos, los que ven, y los que corren peligro de quedarse ciegos; el ladrón, su víctima y los policías; el médico y sus pacientes; la prostituta, su cliente y la empleada del hotel; el viejo y el chico.”
Dentro de todo el caos que reinaba en el manicomio, surge de entre las sombras una forma de gobierno autoritario establecido por otros ciegos, por los ciegos malvados. Estos personajes que aparecen una vez avanzada la historia aprovechan el poder que logran conseguir, al tener bajo su propiedad un arma de fuego, y se apropian de todo el cargamento de comida que llegaba de los militares. Aprovechando la situación crean un monopolio donde si querías conseguir comida tenias que obedecer a estos personajes oscuros, y pagarles tu alimento en joyas o bienes personales o incluso en favores. Pero ocurre lo que se esperaba, los ciegos se quedan sin medios con los cuales pagarles a los malvados, entonces estos piden una forma atroz de pago por la comida: les exigen a todas las mujeres del manicomio tener que acostarse con ellos. Al principio el repudio es general, incluso los hombres no quieren dejar marchar a sus mujeres, esto significaría una perdida en su orgullo de hombres; pero luego comprenden que es la única solución a la hambruna general y acceden al pedido de los malvados.
Dice Fabiana Takahashi: “Existen en el loquero elementos universales: Un gobierno militar, personas que viven según las normas (sometidos), vándalos inescrupulosos que se aprovechan de la situación (sometedores).”
Al ignorar lo que pasa a nuestro alrededor, permitimos que los “malvados” reales gobiernen nuestra realidad. No le damos importancia cuando las cosas le ocurren al prójimo, no buscamos una solución al problema, no nos vemos reflejados en el otro. Pero cuando nos ocurre a nosotros nos quejamos y exigimos de la sociedad algo distinto a aquella indiferencia que nosotros mismos supimos tener.
Dice Fabiana Takahashi: “Tanto en el manicomio, como en la ciudad se patentiza la ceguera de los gobernantes y la ausencia de soluciones viables, y se plantea la organización como única esperanza de supervivencia: ‘La muerte no es mas que el efecto de una desorganización’.”
El último bastión de la moral.
Dice Fabiana Takahashi: “Merece especial atención el personaje de la mujer del médico, única que no se contagia a pesar de vivir con los enfermos. Desde el principio se muestra decidida e íntegra, capaz de realizar sus convicciones aun arriesgando su propia vida, se convierte en guía de los ciegos desde el anonimato. No solo es capaz de llevar a los enfermos por los corredores y atender sus necesidades, sino que se convierte en justiciera ante los abusos”
Sin embargo, pese a todo lo desarrollado en el presente trabajo hasta el momento. Todavía queda un poco de esperanza en el ser humano de corregir el camino que está tomando, donde los valores están muriendo.
En la novela, el símbolo de la resistencia de los buenos valores es la mujer del médico. Que se arriesga por sus pares, hecho que se puede apreciar al principio de la novela cuando todos comienzan a perder la vista: ella finge estar ciega para quedarse con su marido en aquella prisión a la cual los iban a condenar y en la cual iban a vivir las peores atrocidades del hombre. Siempre “se duda de la existencia de grandes hombres y de un buen legislador” pero nadie puede negar que esta mujer toma el liderazgo de la situación en la que se encuentran. Al poder ver se transforma, aunque no lo desee, en la reina entre los ciegos.
Pese a que en la novela no se establezca con claridad el porque este personaje tan peculiar no pierde la vista como el resto de los seres humanos, “poder ver significa usar la razón y así conservar la dignidad, los valores, la limpieza, la unión entre los hombres” y así se puede entender que al resistirse a perder los buenos valores y repudiar las atrocidades que tienen que vivir a lo largo de la novela, y al interesarse en el bienestar de sus compañeros de calvario, ella no enceguece porque puede ver mas allá de sus propios intereses, no ignora los problemas a su alrededor, trata de afrontarlos y buscar una solución que ayude a la mayor parte de los ciegos.
Además, pese a no haber perdido el sentido de la visión, la mujer del medico no trata de sacar provecho de la situación, sino que trata de utilizar ese “don”, que es poder ver, para el beneficio de los demás.
Hay algunas situaciones donde podemos comprobar la buena voluntad de esta mujer como cuando recién llegan los primeros ciegos al manicomio, los organiza para evitar conflictos dentro de la sala, y cuando estos tenían que atender la llamada de la naturaleza ella los guía hasta el baño para que puedan satisfacer sus necesidades biológicas. También, cuando sucede el episodio en el que la joven de las gafas oscuras hiere al ladrón, la mujer del medico le pregunta constantemente a este ultimo si necesitaba algo, y trata de guiar a su esposo, el médico, para que pueda atender al ladrón; pese a todos sus esfuerzos al no contar con los materiales adecuados para tratarlo este termina muriendo.
Otro hecho destacable, se aprecia cuando llegan los primeros cargamentos de alimento. Ella para tratar de evitar problemas reparte los alimentos a cada uno de los ciegos. A pesar de todo siempre crean conflictos entre los integrantes del manicomio, y siempre ella media en ellos para que no halla ningún tipo de pelea, para mantener la paz en medio del desastre.
Dice Luis Roser: “El autor nos alerta en esta gran novela sobre la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron, sobre las graves consecuencias de la sociedad de consumo, sobre los límites de los sistemas capitalistas, sobre nuestras propias relaciones con nuestro vecino. Moral, ética, educación”
Ejemplos en nuestra sociedad de la mujer del médico, no abundan, pero siempre hallaremos alguna oculta en la sociedad contemporánea. Mucha gente está en contra de los denominados malos valores, la sociedad de consumo, el capitalismo y evita ser cómplice de este desastre mundial. A pesar de que, por ejemplo, José Saramago siempre pensó que haciendo literatura no puede generar un cambio social, seguramente hará conciencia en muchos lectores que querrán verse identificados en la mujer del médico y empezar, desde su lugar, a aportar su grano de arena para cambiar las cosas, para cambiar, a fin de cuentas, este mundo podrido. Para esto es necesario resistirse a este cambio de valores que estamos teniendo hoy en día, la denominada época de transición de valores de la que se hablo al comienzo de la presente monografía, a pesar de que nos invaden los malos valores por doquier si planteamos una resistencia coherente con los llamados buenos valores podremos triunfar.
Dice Ernesto Sábato: " La ceguera es una metáfora de las tinieblas, un descenso a los infiernos o un descenso al tenebroso mundo del inconsciente, (…) es la noche".
La ceguera en la novela provocó un descenso del ser humano, a su aspecto más humillante e inconsciente.
Para evitar esto, todo tiene que empezar desde uno mismo, no se pueden generar cambios radicales si cada uno no empieza cambiando desde las cosas más pequeñas. Para dejar de ser ciegos se debe dejar de tirar basura en las calles, se debe dejar de discriminar, se debe hacer caso a las leyes, se deben respetar las señales viales, etc.; pero sobre todo hay que mirar mas a nuestro entorno, a las personas con las cuales interactuamos en esta sociedad, hay que mirar y saber preocuparse por el bienestar del otro. Todo esto parecen cosas insignificantes, pero creemos que si dejáramos por un momento de pensar en nosotros mismo e hiciéramos estas pequeñas cosas, o de no hacerlas, cambiarían muchas cosas. Esos hábitos se expandirían a otros sectores, por ejemplo la política. Tanto nos quejamos de las cosas que hacen los demás, y nunca ponemos la vista en nuestros propios actos. Si hubiese muchas esposas del médico en el mundo, en situaciones críticas como esa, viviríamos mas dignamente, y no en este caos generalizado. Pero no esperemos a llegar a esa situación extrema, organicémonos ya, y evitemos el desastre en este momento.
El hambre como eje de los problemas
Dice Fabiana Takahashi: “El hambre es el tema, en el ensayo; es tal vez el mas importante y recurrente debido a las connotaciones que posee y a las consecuencias en que deriva como desencadenante de situaciones donde se evidencia la relación con el otro.”
En el manicomio como en la sociedad actual, el hambre es el desencadenante de muchos de los problemas que se presentan, pero no es el problema en si. El hambre lleva a luz los verdaderos problemas que existen entre las personas. Por ejemplo, en la novela, a causa del hambre se generan conflictos entre los mismos integrantes de una sala en el tema de la división de los alimentos. También cuando se incorporan nuevos ciegos, al lugar, surgen altercados entre miembros de las diferentes salas. Muchos se quejan de que algunos, aprovechando su viveza, comían el doble que otros, y dejaban a algunos sin su alimento. Otro problema que desencadena el hambre, es cuando los ciegos “malos” se apropian de la comida. “Como consecuencia de la falta de comida los ciegos ocupaban su mente con el pensamiento mas elemental de la subsistencia: conseguirla” El hambre llegó, indirectamente, a generar la destrucción del lugar en que se encontraban. Además cuando salieron del manicomio el tema principal y primordial era la falta de alimento y por lo tanto conseguirlo.
En nuestra sociedad el hambre puede ser el causante de varios problemas, por ejemplo, la falta de educación, porque con un estomago vacío es imposible aprender. Genera también violencia, porque para conseguir el alimento muchas veces se lo hace por la fuerza. Genera obviamente inseguridad, porque la falta de alimento hace que muchas personas se inclinen hacia el lado delictivo. Genera miedo porque pone a diferentes partes de la sociedad unas contras otras, aunque no lo deseen, pero el verdadero culpable de la sociedad se oculta detrás de estos, este es “el poder político”.
Además las personas no solo tienen hambre de alimento sino también hambre intelectual, hambre de conocimiento, hambre de poder, que lleva muchas veces también al enfrentamiento de las personas.
Frankl Viktor explica: “La realidad dejó de importarles y todo esfuerzo se centró en conservar la vida propia minimizando el sentimentalismo (…) El hombre hambriento accedía a un conflicto moral destructor del alma y de su fuerza de voluntad (…) La posibilidad de supervivencia era mayor, cuanto mas sádicos, brutales y egoístas se tornaran. Al hallarse inmersos en un entorno que no conocía de dignidad ni del valor de la vida, el carácter de los condenados sufría una alineación que hacía peligrar su sistema de valores con el fin de sobrevivir, descendiendo al nivel de la vida animal.”
Conclusión
Dice José Saramago: “El aprendiz pensó ‘estamos ciegos’, y se sentó a escribir el ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a si mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante.”
La ceguera se produjo sencillamente, a nuestro entender, por la falta de buenos valores, por el desprecio del prójimo, por la destrucción deliberada del planeta, por la intolerancia hacia nuestros pares, por el poco compromiso que tenemos para cambiar la situación. Todo esto se muestra mayormente en el momento que se encuentran en el manicomio. No podemos ver mas allá de nuestros propios intereses y a lo largo de esta monografía esto se pudo comprobar.
Pero pese a todo esto, aun guardamos cierta cuota de esperanza de encontrarnos muchas mas “esposas del médico” que nos ayuden a cambiar.
“Cuando los personajes recuperan la visión de un mundo que ya nunca será el mismo, gracias a la postura que los hombres asumen consigo mismos y con ‘el otro’.“
Bibliografía.
Augé, Marc (1998). Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Ed. Gedisa, España.
Frankl, Viktor (1985). El hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, España.
Sábato, Ernesto (1974) El escritor y sus fantasmas, Revista 7 días.
Saramago, José (1995). Ensayo sobre la ceguera. Ed. Punto de lectura, S.L. Madrid, España.
Saramago, José (1999) De cómo el personaje fue el maestro y el autor su aprendiz, Revista latinoamericana de temas internacionales.
Takahashi, Fabiana, Ensayo sobre la ceguera: El otro en la posmodernidad
Vattimo, Gianni y otros (1994). En torno a la posmodernidad. Ed. Anthropos, Colombia.
Página de internet http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2270
Página de internet http://literaturaycomentarios.blogspot.com/2006/10/ensayo-sobre-la-ceguera-jos-saramago.html
"LA VIRGEN DE LOS SICARIOS" de Fernando Vallejo por Rodriguez-Petrucelli
“La Virgen de los Sicarios”
de Fernando Vallejo:
“Nostalgia, Denuncia y Olvido”
La presente monografía, basada en la polémica obra del escritor colombiano Fernando Vallejo, “La Virgen de los Sicarios”, pretende demostrar el objetivo explícito e implícito del autor al escribir dicha novela.
A simple vista, vemos que a partir de la realidad socio-económica y política de Colombia como disparador, el autor pretende manifestar una gran dosis de odio y decepción frente a una serie de instituciones, tales como: la iglesia, el ejército, los políticos, los intelectuales, e incluso el mismo pueblo colombiano; denuncia de este modo, el olvido de los verdaderos principios religiosos, morales y éticos, la violencia imperante en Colombia, el desorden social, la corrupción, la existencia humana, etc.[1] Para demostrar esto, el escritor recurre a los sicarios, quienes en éstos tiempos forman parte de la realidad colombiana. A través de ellos, Vallejo logra mostrarnos en detalle la ciudad de Medellín, protagonista casi exclusiva de la totalidad de la historia, de una manera particular: el recuerdo de su infancia en dicha ciudad, y el presente, con todos los cambios que esto implica.
Cuando analizamos la novela en forma más profunda, observamos la gran carga personal que Vallejo deposita en la misma, en cuanto a sus pensamientos y su ideología; por ello podemos afirmar que se trata de una obra marcadamente autobiográfica, con una cuota de ficción, exageración e ironía, que conjuntamente constituyen una particular manera de demostrar y denunciar fehacientemente la decadente realidad de Colombia, que llevó a su autor directa e indirectamente a no reconocerla como suya:
“(…) como bastó una chispa para que se nos incendiara después Colombia, se “les” incendiara, una chispa que nadie sabe de dónde salió. ¿Pero porqué me preocupa a mí Colombia si ya no es mía, es ajena? (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 8)
Esta enajenación de su propio país, le da un grado de nostalgia a la novela: nostalgia por una Colombia que nunca volverá. El autor cree que la escritura lo ayudaría a olvidar, ya que se ha hecho la ilusión de que lo que pasa al papel lo borra de su memoria. Esta obra, dice Vallejo, es uno de sus tantos intentos de borrar sus recuerdos;esto lo convierte en una persona verdaderamente libre.
Antes de leer una obra de Fernando Vallejo, en nuestro caso, La Virgen de los Sicarios, deben tenerse en cuenta varios datos biográficos de su autor.
Vallejo nació en Medellín, Colombia (1942), donde vivió durante su infancia y juventud. Cuando nació, la ciudad sufrió un proceso por el cual pasó rápidamente del modelo rural al urbano.[4]. Es hijo legítimo del ex ministro de Fomento, ex senador de la república, ex ministro de desarrollo, ex miembro de la constituyente de Colombia, ex presidente del Directorio Conservador de Antioquia, ex secretario de gobierno, director del periódico El Poder y abogado conservador Aníbal Vallejo Álvarez.
Después de un año de estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Bogotá, se licenció en Biología en la Universidad Javeriana. Viajó a Europa para estudiar cine en Italia, en la Escuela Experimental de Cinecittá.
En 1971 se estableció en México, donde produjo la totalidad de su obra. Desde entonces no ha vuelto a vivir en Colombia. En abril del año 2007, obtuvo la nacionalidad mexicana y el 8 de mayo del mismo año renunció a la colombiana.[5] Mediante una carta, lo declaró públicamente; en la misma, concluye diciendo:
“(...) Desde niño sabía que Colombia era un país asesino, el más asesino de la tierra, encabezando año tras año, imbatible, las estadísticas de la infamia. Después, por experiencia propia, fui entendiendo que además de asesino era atropellador y mezquino. Y cuando reeligieron a Uribe descubrí que era un país imbécil. Entonces solicité mi nacionalización en México (...). Así que quede claro: esa mala patria de Colombia ya no es la mía y no quiero volver a saber de ella. Lo que me reste de vida lo quiero vivir en México y aquí me pienso morir." [6]
Debemos aclarar que, recientemente, en el mes de octubre de 2007, Fernando Vallejo declaró estar tramitando nuevamente su nacionalidad colombiana, para volver a su país, porque es “extravagante y masoquista”, y además le hacen falta “sus muchachos”. Acerca de esto, dijo que:
“El hecho de que vuelva no borra los crímenes colectivos: ni los cometidos contra el hombre ni contra los animales. Por lo demás, mi patria es más grande que Colombia” [7]
Cabe destacar que, la mayor parte de las obras de Vallejo consisten en una larga autobiografía: El río del tiempo, de la cual hubo cinco entregas: 1) Los días azules (1985): esta obra refleja varios episodios de la infancia del autor en los escenarios de la finca de sus abuelos (Santa Anita) y el tradicional barrio Boston de Medellín; 2) El fuego secreto (1987) donde explora como adolescente los caminos de la droga y la homosexualidad en Medellín y Bogotá; 3) Los caminos a Roma (1988) y 4) Años de indulgencia (1989), en ellas narra sus experiencias en Europa, especialmente en Roma, y en Nueva York; y 5) Entre fantasmas (1993) que comprende los años en que ha residido en Ciudad de México, donde vive desde 1971.
El Mensajero (1991) es una versión de la biografía del poeta antioqueño Porfirio Barba-Jacob. En 1994 publicó una novela fuera de su ciclo biográfico, La virgen de los sicarios. Ganó el Premio Rómulo Gallegos por El desbarrancadero. También podemos mencionar La rambla paralela (2002); Mi hermano el alcalde (2004); y La puta de babilonia (2007)[8] ensayo en el cual exhibe su aversión a la Iglesia Católica, como ya anteriormente lo hizo en varias de sus novelas. [9]
Teniendo en cuenta los datos anteriormente mencionados podremos ahora centrarnos en el análisis de La Virgen de los Sicarios.
Vallejo nos introduce en la novela con la siguiente frase:
“Había en las afueras de Medellín un pueblo silencioso y apacible que se llamaba Sabaneta. Bien que lo conocí porque allí cerca, a un lado de la carretera que venía de Envigado, otro pueblo, a mitad de camino entre los dos pueblos, en la finca Santa Anita de mis abuelos, a mano izquierda viniendo, transcurrió mi infancia. Claro que lo conocí. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 7)
Dice Laura Isola que: “esta frase induce a la rememoración de un pasado infantil (...) instala una aparente inocencia y sosiego que se opondrán ostensiblemente a la violencia del presente que el narrador intenta explicar”.[10] Además, con sólo esta primera frase podemos afirmar que estamos tratando con un narrador en primera persona protagonista, que se dispone a contarnos su historia en Colombia.
Luego el narrador continúa:
“(...) ciudad de Medellín, capital de Antioquia; en la casa en donde yo nací, en la sala entronizado o sea (porque sé que no van a saber) bendecido un día por el cura. A él está consagrada Colombia, mi patria. Él es Jesús y se está señalando el pecho con el dedo, y en el pecho abierto el corazón sangrando: góticas de sangre rojo vivo, encendido, como la candileja del globo: es la sangre que derramará Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos amén.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 8)
A partir de aquí podemos confirmar que la novela es en gran medida autobiográfica, o bien tiene una gran carga personal, ya que Vallejo nació en Medellín, al igual que el narrador. También, el autor nos da una pauta sobre la cual se basará la mayor parte de la novela en cuestión: la sangre, la muerte, la violencia en Colombia, su patria.
De este modo, un narrador, sin nombre hasta mediados de la novela (donde nos enteraremos que se llama Fernando) nos introduce en Colombia, país al que vuelve luego de treinta años, y siente como ajeno.
Al volver a Medellín, o “Medallo” o también “Metrallo” por metralleta, como localmente le llaman a dicha ciudad, (y al mismo tiempo a Sabaneta, que se encuentra en sus afueras) se encuentra con una metrópoli caótica, violenta, moderna y compleja, que ya no es “ni la sombra de lo que él conociera al partir”[11] Ese periodo de ausencia, dice Aileen El-Kadi, “marca un antes y un después en la vida del personaje. Y marca su pertenencia a una cultura que ha sido aniquilada por la cultura popular”.[12] Por otro lado, la metáfora de “Metrallo”, dice Carolina Castillo, “le sirve [a Vallejo] como muletilla para sintetizar cada una de las escenas de violencia de las que resulta principal testigo ocular, en la “ciudad-horror” de Medellín”. [13]
Como dice Winston Morales Chavarro: “Fernando Vallejo no escribe: deja que la ciudad hable a través suyo, Medellín es otro personaje, la calle es otro personaje, la muerte es otro personaje, el sida es otro personaje. Su novela está plagada de héroes de carne y hueso –más de hueso que de carne-, personajes que viven su propia vida, a riesgo de perder la “otra”, marginados por el sistema, omitidos y suprimidos por las clases hegemónicas del Medellín primoroso y “posmoderno”.”[14] Medellín se convertirá en la protagonista principal de esta realidad que Vallejo nos comienza a mostrar en La Virgen de los Sicarios.
A lo largo de la novela, el narrador usará un vocabulario propio de Medellín, para narrar directa o indirectamente los hechos.[15] Es así como el autor logra sumergirnos verdaderamente en dicha ciudad, presentándonos en primera instancia a los sicarios, a los cuales define de la siguiente manera:
“(...) un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor: tenía los ojos verdes, hondos, puros, de un verde que valía por todos los de la sabana. Pero si Alexis tenía la pureza en los ojos tenía dañado el corazón. Y un día, cuando más lo quería, cuando menos lo esperaba, lo mataron, como a todos nos van a matar.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 10, 11)
La admiración del protagonista por Alexis, nos permite predecir la relación amorosa que se establecerá entre ambos, por otra parte, la anticipación de la muerte de dicho sicario, nos indica que al narrador no le interesa precisamente intrigarnos en cuanto a la trama de la novela, sino mostrarnos desde un principio, la realidad, haciéndonos partícipes de la violencia colombiana.
Mediante esta obra, Vallejo, considerándose a sí mismo “el último gramático de Colombia” está dispuesto a desenmascarar y denunciar la situación su país. No es casualidad, dice Aileen El-Kadi que el protagonista sea el “único personaje que posee una profesión que en el pasado era considerada una “profesión de prestigio”, ya que “en América Latina, a partir del siglo XIX el intelectual estuvo íntimamente ligado a la política y su función social efectivamente cobró una importancia central para la construcción de las identidades civiles. En La Virgen de los Sicarios (...) su poder, ha desaparecido socialmente.”[16]
Al margen, el autor nos comenta que hubo un cambio en su ausencia: la Virgen de Sabaneta, ya no es la Virgen del Carmen, sino María Auxiliadora, propiedad de los salesianos, ahora presente en la parroquia de Sabaneta, que es de curas laicos: notable contradicción. A dicha parroquia todos los martes se dirigía una peregrinación:
“Un tumulto llegaba los martes a Sabaneta de todos los barrios y rumbos de Medellín adonde la Virgen a rogar, a pedir, a pedir, a pedir que es lo que mejor saben hacer los pobres amén de parir hijos. Y entre esa romería tumultuosa los muchachos de la barriada, los sicarios. Ya para entonces Sabaneta había dejado de ser un pueblo y se había convertido en un barrio más de Medellín, la ciudad la había alcanzado, se la había tragado; y Colombia, entre tanto, se nos había ido de las manos (...).” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 11)
El narrador conoce a Alexis mediante un viejo amigo suyo: José Antonio, un día antes de la peregrinación anteriormente mencionada:
“(...) José Antonio Vásquez, sobreviviente de ese Medellín antediluviano que se llevó el ensanche (...) "Aquí te regalo esta belleza –me dijo José Antonio cuando me presentó a Alexis–, que ya lleva como diez muertos". Alexis se rió y yo también y por supuesto no le creí, o mejor dicho sí. Después le dijo al muchacho: "Vaya lleve a éste a conocer el cuarto de las mariposas".” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 12)
De esta manera, se inicia la relación entre Alexis y el narrador, quien vuelve a Sabaneta pura y exclusivamente para acompañar a dicho muchacho a la peregrinación. Esta visita, como dice Laura Isola, inaugura este “tópico que se repetirá en otros momentos, y sirve para unir las dos temporalidades del relato” [17] (pasado y actualidad). Es así como ahora, el narrador en su viaje de ida (en taxi) hacia Sabaneta, nos describe los alrededores de la ciudad de Medellín, todo lo que ve, se puede resumir en la siguiente oración:
“Colombia cambia pero sigue igual, son nuevas caras de un viejo desastre.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 15)
Dice Pablo García Dussán: “Vallejo ficcional regresa a Colombia y sopesa en cada mano su pasado con un presente que contrasta de forma desconcertante. No existe espacio para el amor, para la conciliación. (...) La Medellín que encuentra es una metrópoli que se devora a sí misma (...)” [18] Es por esto que un intenso sentimiento de nostalgia por su infancia, por el silencio, por su casa familiar, invade al narrador durante el trayecto en taxi hacia Sabaneta:
“(...) Yo tenía entonces ocho años y parado en el corredor de esa casita, ante la ventana de barrotes, viendo el pesebre, me vi de viejo y vi entera mi vida. Y fue tanto mi terror que sacudí la cabeza y me alejé. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 16)
Tal como dice Aileen El-Kadi: “es pertinente notar que la novela se abre con una referencia nostálgica del narrador a un espacio idílico no-urbano, destruido por el proceso de modernización -e identificado con las migraciones campo-ciudad”.[19]
Desde ese día, ambos, siguen juntos hasta el final. O al menos hasta el final de Alexis. El protagonista, considera absurdo que Alexis aparezca a esta altura de su vida, por ello nos dice:
La trama de mi vida es la de un libro absurdo en el que lo que debería ir primero va luego. Es que este libro mío yo no lo escribí, ya estaba escrito: simplemente lo he ido cumpliendo página por página sin decidir. Sueño con escribir la última por lo menos, de un tiro, por mano propia, pero los sueños, sueños son y a lo mejor ni eso. (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 23)
Toda esta primer parte de la novela, es narrada de forma confusa, con pequeños saltos en el tiempo. Pero el autor nos demuestra claramente que, el tema central de su obra, no es la homosexualidad. Una escena es la perfecta demostración de esta elección del narrador de: “no contar intimidades y despojar a la relación con el muchacho de fantasías eróticas”: [20]
“Le quité la camisa, se quitó los zapatos, le quité los pantalones, se quitó las medias y la trusa y quedó desnudo con tres escapularios, que son los que llevan los sicarios: uno en el cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo y son: para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para que les paguen. Eso según los sociólogos, que andan averiguando. Yo no pregunto. Sé lo que veo y olvido.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 21)
Con esta frase, el autor “evita toda descripción pornográfica y sigue”,[21] usando la situación como pretexto para darnos el porqué del título. Pero debe aclararse que, esta es una constante en el narrador, tampoco en su relación con Wílmar, hará este tipo de descripciones:
“Vuelvo y repito: no hay que contar plata delante del pobre. Por eso no les pienso contar lo que esa noche antes de dormirnos pasó. Básteles saber dos cosas: Que su desnuda belleza se realzaba por el escapulario de la Virgen que le colgaba del pecho. Y que al desvestirse se le cayó un revólver.(...)” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 135)
Nuevamente con Wílmar, una escena amorosa, se convierte con la aparición del revolver, en un indicio de la violencia imperante, dejando de lado la temática de la homosexualidad.
Puede considerarse también, como dice Carolina Castillo que, “la familia, como componente nuclear de la sociedad tradicional moderna, no aparece representada en la novela; es más, no es gratuito que el protagonista sea homosexual y misógino, lo mismo que el criminal, y que ambos no posean una familia, ni un hogar. (...) Tanto Alexis como Wílmar -también el gramático- carecen de residencia fija, un hogar; aparecen entonces como nómadas -sin origen ni destino ciertos- desplazándose permanentemente”.[22]
La homosexualidad es tomada con naturalidad, y casi como un pretexto para contar la historia. Acerca de esto dice Laura Isola: “Si Alexis es el guía e iniciador en la ciudad violenta en la que se ha transformado Medellín, Fernando es pasajero de otros tiempos, un ser anacrónico que, (...) cumple con la función de traducir, interpretar y refundar el mismo espacio”.[23]
Es decir: la ventaja que obtiene el narrador al volver a Colombia luego de 30 años, es la relativa objetividad con la cual nos relatará lo que observa. Decimos “relativa” ya que sin importar el tiempo de la ausencia, hay una posición a priori, que el autor inevitablemente tiene acerca de su país.
Javier H. Murillo diría que en el caso de La Virgen de los Sicarios, Vallejo toma el lugar de un “crítico despiadado”, ya que considera que dicho autor posee “una capacidad de observación envidiable, transformándose con la misma facilidad en biógrafo de excepción o en crítico despiadado. Odia o ama con la misma intensidad, y le importan poco las razones, o si le importan no siempre las deja saber”.[24]
Dice Roberto Onell H. que “probablemente motivado por la hostilidad reinante, Fernando se empareja con Alexis, quien lo defiende y complace según la especialidad de los sicarios: en la cama y, sobre todo, al dar muerte a cualquiera que lo fastidie. Ambos caminan por la ciudad; Fernando le compra los onerosos objetos con los que el muchacho fantasea –prendas de vestir y otros artefactos fabricados por marcas de prestigio social–, y ambos van dialogando sobre nada en particular.” [25]
Alexis se transforma progresivamente en el “ángel exterminador” que elimina todo obstáculo en la vida de su amante: su primer “muñeco” fue un puntero que molestaba con su ruido al protagonista. Sin pensarlo dos veces, en la primera oportunidad que tuvo, Alexis lo mató. Luego fueron tres soldados, un transeúnte grosero, y todo aquel que fuera una amenaza directa o indirectamente para Alexis o bien para Fernando, de tal modo que para el momento de la muerte de Alexis, su amante ya ha perdido la cuenta.
Vemos cómo los sicarios, (más específicamente Alexis, y luego será Wílmar) son el “transporte” del narrador hacia la actual realidad colombiana. El peculiar gusto de Alexis por la música y la televisión, según Vallejo, para llenar su “vacío esencial”, llevan al protagonista a un “éxodo diurno” por las calles de Medellín. “El ruido es la quemazón de las almas”, afirma el narrador. Es así como el protagonista caminará por las calles de “Medallo”, observando un contexto que no le hace ninguna gracia, y luego se centrará en las comunas, partiendo, entre otras cosas, de los actos y el lenguaje típico de los sicarios, directa e indirectamente nos detallará los orígenes, si es que los hay, de la violencia en el país en cuestión.
Luego de pasar esta etapa nostálgica, Vallejo, “quiere hablar porque no está satisfecho, porque no se puede quedar callado y porque su voz, nostálgica e irreverente al mismo tiempo, a medida que cuenta, se va haciendo búsqueda” [26] Busca expresarse, para así revelarnos la cruda realidad, y también para, de una manera u otra, consolarse por la pérdida de la Colombia de su niñez.
El objetivo de Vallejo, en el sentido denunciante, es comparable con el objetivo de escritores como Juan Rulfo, que pretenden mostrar la realidad de un país, que es al mismo tiempo, una realidad latinoamericana. La diferencia, es que Fernando Vallejo, hace un enfoque distinto: una historia amorosa como pretexto, nos muestra su denuncia, una denuncia de una realidad actual, y la vez nos muestra su particular pensamiento, dando una pizca de subjetividad a su obra, buscando también respuestas, reflexión, y tal vez, concientización por parte del lector. En cambio, Rulfo, en Pedro Páramo por ejemplo, se centra en una vacía realidad mexicana, decimos vacía ya que dicho país ha quedado desvastado debido a la revolución mexicana, pero existe una notable diferencia: el narrador de Pedro Páramo, aunque a veces cambiante, deja que el lector saque sus propias conclusiones.
Acerca de esto, dice Elsy Rosas Crespo:
“en las obras de los narradores de la transculturación (Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Joao Guimaraes Rosa...) la lengua y las estructuras literarias son objeto de especial atención (...) generan otro tipo de efectos (...) -en el lector- de encontrarse ante la recreación de voces rurales o populares auténticas y de presentar las particularidades culturales de la comunidad (...) a través del uso que los narradores y los personajes hacen de la lengua. (...) La toma de posición asumida por Fernando Vallejo tiene algunas similitudes (...) pero es evidente que ha surgido a partir de intereses, problemas y nuevas preocupaciones, diferentes (...). En La virgen de los sicarios, (...) no se trata de concederle la voz a los desvalidos o a los vencidos sino de -a través de la voz y las actitudes de los personajes marginados y marginales- dar a conocer y reflexionar sobre problemas que aquejan a ciudades como Medellín que, en síntesis, son los de las ciudades latinoamericanas. (...) Mientras que en la novela de García Márquez los problemas son expresados a través de la voz de los personajes y la reflexión surge a partir de la lectura, (...) en la de Fernando Vallejo el narrador evalúa acciones y actitudes propias y ajenas, la mayoría de las veces de forma bastante agresiva, sin ningún tipo de consideración ni siquiera con él mismo (...). ”[27]
Probablemente es por eso que Vallejo, siempre eligió (con excepción de la escritura de biografías) narrar en primera persona, por ello, él mismo dice:
“Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todavía el lector de pensamientos” [28]
La realidad de las comunas, nos introduce a la denuncia, de esta manera, nos las presenta:
“Uno en las comunas sube hacia el cielo pero bajando hacia los infiernos. ¿Por qué llamaron al conjunto de los barrios de una montaña comunas? Tal vez porque alguna calle o alcantarilla hicieron los fundadores por acción comunal. Sacando fuerzas de pereza. Los fundadores, ya se sabe, eran campesinos: gentecita humilde que traía del campo sus costumbres, como rezar el rosario, beber aguardiente, robarle al vecino y matarse por chichiguas con el prójimo en peleas a machete (...) matándose por chichiguas siguieron (...) y en bala están hoy cuando escribo. Las armas de fuego han proliferado y yo digo que eso es progreso, porque es mejor morir de un tiro en el corazón que de un machetazo en la cabeza.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 40)
Este narrador en primera persona nos habla de las comunas como algo que conoce, pero confiesa que en verdad, sólo las ha visto desde su terraza. Sólo una vez intentó subir, y un aguacero se lo impidió, pero más adelante, tras la muerte de Alexis, subirá de nuevo, para visitar a la familia del muchacho. Pero más allá de no conocer en profundidad las comunas, sabe muy bien que Medellín es una ciudad con dos realidades:
“Medellín son dos en uno: desde arriba nos ven y desde abajo los vemos, sobre todo en las noches claras cuando brillan más las luces y nos convertimos en focos. Yo propongo que se siga llamando Medellín a la ciudad de abajo, y que se deje su alias para la de arriba: Medallo. Dos nombres puesto que somos dos, o uno pero con el alma partida.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 121)
La principal problemática que tiene Colombia, al parecer, proviene de las comunas. Las mismas ejemplifican la decadencia colombiana. La pregunta en este caso sería: ¿tendrá solución? El narrador responde a esto con un:
“sí rotundo como una bala: el paredón. Otra cosa sería buscarle la cuadratura al círculo. Una venganza trae otra y una muerte otra muerte, y tras la muerte vienen los inspectores de policía oficiando el levantamiento de los cadáveres. Pero digo mal, los inspectores no: la nueva Constitución dispone que lo realicen en adelante los agentes de la Fiscalía.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 41)
¿Y para acabar con la delincuencia?, Vallejo, fríamente nos dice:
“exterminen la niñez” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 38)
Y considera, además, que los niños deben ganarse el derecho a la vida, culpando de esto, a la sociedad moderna:
“Esta sociedad permisiva y alcahueta les ha hecho creer a los niños que son los reyes de este mundo y que nacieron con todos los derechos. Inmenso error. (...) nadie nace con derechos. El pleno derecho a existir sólo lo pueden tener los viejos. Los niños tienen que probar primero que lo merecen: sobreviviendo.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 145)
En efecto, Vallejo con toda honestidad, al margen de su opinión en materia política, critica a la misma sociedad colombiana, y esta crítica también es aplicable a cualquier país latinoamericano con características sociales similares:
“No hay plaga mayor sobre el planeta que el campesino colombiano, no hay alimaña más dañina, más mala. Parir y pedir, matar y morir, tal su miserable sino.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 120)
Y por otro lado afirma:
“(...) Mi fórmula para acabar con la lucha de clases es fumigar esta roña. ¡Obreritos a mí!”(Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 138)
El autor directamente relaciona la violencia, con la política. Y la política, con el narcotráfico. Al fin y al cabo, son temas enlazados, quienes gobiernan deberían ser capaces de controlar ambas problemáticas. Pero ahí se quedan para Vallejo, en el “deberían”.
La iglesia, por otro lado, se relaciona en cierto modo con el narcotráfico: son en Colombia “sedes” de las drogas, o al menos así las muestra Vallejo en La Virgen de los Sicarios.
De la siguiente manera se dirige Vallejo en un artículo para la revista Soho al presidente de Colombia: Uribe, y también, en consecuencia a Colombia:
“Uribe: politiquero, mal tipo, paradigma de tu clase mezquina y rapaz que en contubernio con la Iglesia nos ha hundido en el desastre social y moral que hoy somos, ignorante palurdo de demagogia montañera, desde México te mando mi desprecio.” [29]
El gobierno, junto “con la Iglesia” son para Vallejo los principales culpables. La Iglesia probablemente sea la institución sobre la cual cae la mayor parte de la crítica de dicho escritor, tanto en la novela que estamos analizando como en toda su obra. De otra manera no se explicaría el importante lapso de tiempo que Vallejo ha dedicado a investigar esta institución y sus documentos para escribir “La puta de Babilonia”, la cual empieza con un torrente de insultos hacia la iglesia, y luego con una frase que resume el deseo de venganza de Vallejo:
“La puta, la gran puta, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala (...) la ramera de las rameras (...) la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia, y aquí se las voy a cobrar.” [30]
Su venganza, vemos, se lleva a cabo mediante la denuncia, el objetivo es mostrar al mundo todas aquellas cuestiones cubiertas por la impunidad.
En La Virgen de los Sicarios, por supuesto, también encontramos declaraciones del tipo de La puta de Babilonia, algunas de forma algo más subjetiva, es decir, aplicadas a Colombia:
“Ciento cincuenta iglesias tiene Medellín, mal contadas (...), y descontando las de las comunas a las que sólo sube mi Dios con escolta, las conozco todas. (...) Por lo general están cerradas y tienen los relojes parados a las horas más dispares (...) Ha de saber Dios que todo lo ve, lo oye y lo entiende, que en su Basílica Mayor, nuestra Catedral Metropolitana, en las bancas de atrás se venden los muchachos y los travestis, se comercia en armas y en drogas y se fuma marihuana. (...) ¿Y Cristo dónde está? (...) Al olor sacrosanto del incienso se mezcla el de la marihuana, la que sopla desde afuera, desde el atrio, o la que se fuma adentro. (...) y ves o no ves a Dios, dependiendo de quien seas.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 75, 76)
En otros casos, Vallejo ataca directamente a la religión católica, a la Iglesia como institución:
“Quinientos años me he tardado en entender a Lutero, y que no hay roña más grande sobre esta tierra que la religión católica. Los curitas salesianos me enseñaron que Lutero era el Diablo. ¡Esbirros de Juan Bosco, calumniadores! El Diablo es el gran zángano de Roma y ustedes, lambeculos, sus secuaces, su incensario. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 95)
Sin que nos demos cuenta, el autor logra entrelazar todos aquellos temas que le preocupan, en este caso, iglesia: narcotráfico. Sobre esta última temática, y otras tales como la violencia y corrupción, nos dice Richard B. Craig:
“Ningún otro país como Colombia resume las múltiples ramificaciones del tráfico de drogas para una nación productiva. (...) La corrupción es tan común que es aceptada como regla, no como excepción. La violencia, también. (...) Violencia y contrabando de drogas son sinónimos y Colombia ha gozado por un largo tiempo de una infame reputación por la primera. (...) Cuando no se liquidan entre ellos [los traficantes colombianos] han intimidado, extorsionado y asesinado (...) a los que no “cooperan”. (...) Para muchos, el narcotráfico ha cambiado fundamentalmente su estilo de vida.” [31]
En verdad, esta realidad no es una exageración de Vallejo, tampoco lo es cuando nos dice:
“el basuco es cocaína impura fumada, que hoy fuman los jóvenes para ver más torcida la torcida realidad” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 10)
Y más delante:
El basuco entorpece el alma, no la abre a nada. El basuco empendeja.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 18)
Verdaderamente, estos datos acerca del basuco, la droga “de moda” en Colombia, pueden ser confirmados:
“Particularmente aterrador es el hábito de fumar basuco, pasta de cocaína, o base mezclada con marihuana y/o tabaco. Introducido a finales de los 70, cuando un exceso de coca saturó la capacidad de refinación (...) A principios de 1987, el ministerio de salud pública estimó que más de 400.000 colombianos eran fumadores regulares de basuco. Lo que el portavoz del ministerio falló en notar es que un número creciente de personas que abusan de la cocaína, son jóvenes de 13 a 19 años de clases medias y altas (...) el problema (...) se vio serio y digno de preocupación cuando llegó a los suburbios”[32]
El narrador, relaciona el tema del narcotráfico, con un ex presidente colombiano: Barco, quien supuestamente, inició “la lucha contra el narcotráfico” y luego, hace referencia a Uribe, aquel presidente que provocó en Vallejo el deseo de no ser parte de “esa raza estúpida”: [33]
“(...) de los presidentes de Colombia el que prefiero es Barco (...) le declaró la guerra al narcotráfico (él la declaró aunque la perdimos nosotros, pero bueno). (...) le expresaba lo siguiente al doctor Montoya, su secretario, el suyo: "Voy a aconsejarle al presidente, (...) que le declare la guerra al narcotráfico".Y el doctor Montoya (...) le corregía: "El presidente es usted, doctor Barco, no hay otro". "Ah... –decía él pensativo–. Entonces vamos a declarársela". "Ya se la declaramos, presidente". "Ah... Entonces vamos a ganarla". "Ya la perdimos, presidente –le explicaba el otro–. Este país se jodió, se nos fue de las manos". "Ah..." Y eso era todo lo que decía. (...) subió, después de Barco, la criaturita que hoy tenemos, el lorito gárrulo (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 85, 86)
Este estilo de narración, dice Carolina Castillo, “realiza una profunda crítica hacia el poder de turno, obligando al lector a una reflexión que lo lleve a tomar partido frente a la realidad política y social que impera en una país sitiado por el desamparo.” [34]
Podemos ver como el autor, más allá de la opinión del lector, hace responsable de la realidad a los diferentes presidentes que Colombia ha tenido. Y con razón, si estos son el Estado, que actualmente, para el narrador se encuentra:
“(...) presidido por un bobo marica, fabricador de armas y destilador de aguardiente, forjador de constituciones impunes, lavador de dólares, aprovechador de la coca, atracador de impuestos, el Estado en Colombia es el primer delincuente. Y no hay forma de acabarlo. Es un cáncer que nos va royendo, matando de a poquito.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 120, 121)
Ese cáncer no se puede detener ya que Vallejo considera que, en Colombia:
“Nada funciona (...). Ni la ley del talión ni la ley de Cristo. La primera, porque el Estado no la aplica ni la deja aplicar (...) La segunda, porque es intrínsecamente perversa. Cristo es el gran introductor de la impunidad y el desorden de este mundo. Cuando tú vuelves en Colombia la otra mejilla, de un segundo trancazo te acaban de desprender la retina. Y una vez que no ves, te cascan de una puñalada en el corazón.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 104)
Este Estado permite la discriminación entre clases, lo que lleva a la ignorancia, y la ignorancia, a la reproducción masiva, y se produce un círculo vicioso: a más población, más violencia, a más violencia, más narcotráfico y más corrupción. Es por esto que Fernando Vallejo les dice en un artículo para la revista Soho “A las madrecitas de Colombia”:
“(...)"el problema de la expansión demográfica": la hoguera que aviva el Papa. O sea éste, Wojtyla, que se niega a morir. Y yo digo: si quiere que haya más niños, que desocupe él porque ya no hay espacio para tanto viejo. (...)¡Ah, mi Medellín de cuando yo nací, tan solito, tan aireado! Sin tanta fábrica ni tanto carro ni tanta rabia. Rabia sí, pero poquita (...) Reproducirse es un crimen, en mi opinión, el crimen máximo. (...) el cura Uribe es un tartufo que invoca el nombre de Dios en vano (...) y ustedes no tienen por qué seguir pariendo. Porque no hay espacio, porque ya no hay agua, porque no hay qué comer. (...)..” [35]
Al leer el párrafo anterior, debe tenerse en cuenta que Vallejo es uno de 25 hermanos, y que además, vio cómo la población aumentó notable y progresivamente en el transcurso de su vida. [36] Esta realidad, lleva a Vallejo a afirmar con toda seguridad lo siguiente:
“ni en Medellín ni en Colombia hay inocentes; aquí todo el que existe es culpable, y si se reproduce más. Los pobres producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria más asesinos, y mientras más asesinos más muertos. Ésta es la ley de Medellín, que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 118)
La pobreza, trae más pobreza, es por esto que el narrador dice:
“(...) Tengo hambre". "Que te la quite tu madre que te parió", les contesto yo. O el cura papa que es tan buen defensor de la pobrería y la proliferación de la roña humana. ¡Mendiguitos a mí, caridad cristiana! Odiando al rico; pero eso sí, empeñados en seguir de pobres y pariendo más... (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 147)
“(...) Por razones genéticas el pobre no tiene derecho a reproducirse. ¡Ricos del mundo, uníos! Más. O la avalancha de la pobrería os va a tapar.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 149)
Paradójicamente, la solución a esta violencia imperante, la solución a la muerte, para el narrador, es la misma muerte: exterminar la niñez.
La raza humana para Vallejo, está perdida. Es por ello que siente que su prójimo son los animales. Estos toman protagonismo en La Virgen de los Sicarios, a saber, en dos ocasiones, que serán mencionadas a continuación.
Uno de los muertos de Alexis, es un hombre a quien el narrador insulta por explotar a un animal:
"¡Los caballos no tienen por qué trabajar, el trabajo lo hizo Dios para el hombre, hijueputa!" le grité al carretillero (...) Alexis, (...) con un tiro en la frente me le remarcó lo dicho (...) son los mismos "hideputas" que dijo Don Quijote aunque elevados a la enésima potencia. (...) Es que los animales son el amor de mi vida, son mi prójimo, no tengo otro, y su sufrimiento es mi sufrimiento y no lo puedo resistir.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 107)
Los animales son verdaderamente defendidos por Fernando Vallejo, tal es así que donó U$S100.000 del Premio Rómulo Gallegos por su libro El desbarrancadero a una sociedad protectora de animales de Venezuela.[37] En el discurso para recibir dicho premio declaró:
“(...) A mí los que me duelen son los animales. A ver, ¿cuántos hay en los evangelios? (...) Los animales no son cosas y tienen alma y no son negociables ni manipulables (...) sufren y sienten como nosotros (...).Una religión que no considera a los animales entre nuestro prójimo es inmoral. Por eso hay que dejarla. A los que están en ella no les pido, sin embargo, que la dejen (...) Pero entonces sean consecuentes y aprendan de Cristo: no se reproduzcan (...)Los animales, compañeros nuestros en la aventura dolorosa de la vida sobre este planeta loco que gira sin ton ni son en el vacío viajando rumbo a ninguna parte, también son nuestro prójimo y merecen nuestro respeto y compasión (...).” [38]
Es totalmente lógico, por lo tanto, que cuando el narrador con su Ángel, encontraron un perro gravemente herido, se vieran obligados a matarlo, para que no sufra: sorprendentemente, el sicario no es capaz de hacerlo ¿por qué?, simple. Porque no le hizo nada:
“(...) un perro moribundo había ido a caer al arroyo. (...) descubrí que el perro tenía las caderas quebradas, de suerte que aunque lo sacáramos no había esperanzas de salvarlo. Un carro lo había atropellado (...) Sólo Dios sabrá, él que es culpable de estas infamias (...) mata y atropella por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario. "No va a poder volver a caminar –le dije a Alexis–. Si lo sacamos es para que sufra más. Hay que matarlo". "¿Cómo?" "Disparándole". (...) "Yo no soy capaz de matarlo", me dijo Alexis. "Tienes que ser", le dije. "No soy", repitió. Entonces le saqué el revólver del cinto, puse el cañón contra él pecho del perro y jalé el gatillo. (...) Dios no existe y si existe es la gran gonorrea” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 110, 111)
La muerte, para un sicario, es bien merecida siempre que se lleve a cabo por venganza, sin importar que la misma sea directa o indirecta (ya que hay “venganzas heredadas” de generación en generación, y más en un país en el que debido a la violencia, la esperanza de vida es escasa).
“(...) en ausencia de la ley que se pasa todo el tiempo renovándose, Colombia es un serpentario. Aquí se arrastran venganzas casadas desde generaciones: pasan de padres a hijos, de hijos a nietos: van cayendo los hermanos (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 49)
Nos vamos acercando así, luego del hecho relacionado con el sufrimiento de un animal, al final de Alexis, que de cierto modo es un nuevo comienzo para el narrador, quien “casi reemplaza a ese amor perdido”,[39] sin saberlo, por el asesino del mismo: otro sicario, de nombre Wílmar.
Dice Laura Isola que “si a la primera parte de la novela le corresponde el relato digresivo, en la segunda mitad se acentúa la hipérbole”.[40] Hay un cambio en el protagonista, en cierta forma, al morir su amor, nos revela su identidad, escondida hasta el momento, detrás del “último gramático”:
“Íbamos por la Avenida La Playa entre el gentío (...) cuando de frente, zumbando, atronadora, se vino sobre nosotros la moto: pasó rozándonos. "¡Cuidado! ¡Fernando!" alcanzó a gritarme Alexis en el momento en que los de la moto disparaban. Fue lo último que dijo, mi nombre, que nunca antes había pronunciado (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 112)
Luego, todo parece derrumbarse:
“(...) Después se desbarrancó por el derrumbadero eterno, sin fondo. (...) Alcancé a ver al muchacho de atrás de la moto, el "parrillero", cuando disparó: le vi los ojos fulgurantes, y colgando sobre el pecho, por la camisa entreabierta, el escapulario carmelita (...) mi niño se desplomó: dejó el horror de la vida para entrar en el horror de la muerte. Fue un solo tiro certero, en el corazón. Creemos que existimos pero no, somos un espejismo de la nada, un sueño de basuco.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 112)
En cuanto al cadáver, el protagonista decide dejarlo en una:
(...) clínica privada de rateros (...) Es la Clínica Soma, la primera en su género que hubo en Medellín y que fundaron tiempos ha, en mi matusalénica niñez, un grupo de médicos especialistas, de delincuentes (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 114)
El final de Alexis está anunciado en las primeras páginas de la novela y, como dice Laura Isola, “este sicario muere en su propia ley, de un tiro y sin sorpresa, pero no se sabe como sobrevivirá el narrador”.[41]
Fernando ficcional, por el momento, siente que es su deber ir a visitar a la familia del muchacho, de su ángel, para ello, tiene que subir a las comunas, sediento de venganza por el asesino:
“Hasta allá subí a buscar a la mamá de Alexis y de paso a su asesino. (...) encontré la casa. Llamé. Me abrió ella, con un niño en los brazos. Y me hizo pasar. Otros dos niños de pocos años se arrastraban, semidesnudos, por esta vida y el piso de tierra. (...) Me contó que su actual esposo, el padre de estos niños, la había abandonado; y que al otro, el padre de Alexis, también lo habían matado. En cuanto al muchacho que mató a Alexis, (...) le decían La Laguna Azul. (...) En las comunas todo se sabe. (...)Le dí algo de dinero, me despedí, y salí.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 123, 124)
Luego, sobreviene la lluvia, hecho que definitivamente tiene una razón de ser en este momento:
“Cuando emprendía la bajada, sin decir agua va ni mediar provocación ninguna (¿porque quién alborota esta furia?) se soltó el aguacero. Quiero explicarle por si no lo sabe, por si no es de aquí, que cuando a Medellín le da por llover es como cuando le da por matar: sin términos medios, con todas las de la ley y a conciencia. Es que aquí no se puede dejar vivo al muerto porque entonces a uno lo quedan conociendo y después el muerto es uno.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 125)
“Matar” y “llover”, dice Laura Isola, “están ligados por la desmesura y el relato se vuelve apocalíptico, reproduciendo un tópico clásico como es el de la ira de los dioses”.[42]
Con Alexis, también se derrumba Fernando, quien se ve obligado a recurrir al olvido para sobreponerse. Esto es comparable con el aguacero que se da en la ciudad, así se siente el protagonista interiormente: azotado por una ‘tormenta’ sin términos medios, que destruye todo a su paso. Desvastado por dentro, el protagonista vaga por las calles en búsqueda de su ángel ya muerto, o al menos, de un reemplazo, o algo que llene de alguna manera el vacío que dejó en su vida Alexis:
“(...) entre los saltapatrases, los simios bípedos, pensando en Alexis, llorando por él, me tropecé con un muchacho. Nos saludamos creyendo que nos conocíamos. (...) le pregunté su nombre: ¿Se llamaba Tayson Alexander acaso, para variar? Que no. ¿Y Yeison? Tampoco. ¿Y Wílfer? Tampoco. ¿Y Wílmar? Se río. ¿Que cómo lo había adivinado? Pero no lo había adivinado, simplemente eran los nombres en voga de los que tenían su edad y aún seguían vivos. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 131)
En Wílmar, Fernando encuentra un consuelo, un alivio. Ya veremos luego si se trata de olvido o reemplazo. Al comienzo de la novela, el narrador hace referencia a los nombres extravagantes que menciona para adivinar el del sicario, y dice que:
“Con eso de que les dio a los pobres por ponerles a los hijos nombres de ricos, extravagantes, extranjeros: Tayson Alexander, por ejemplo, o Fáber o Eder o Wílfer o Rommel o Yeison o qué sé yo. No sé de dónde los sacan o cómo los inventan. Es lo único que les pueden dar para arrancar en esta mísera vida a sus niños, un vano, necio nombre extranjero o inventado, ridículo, de relumbrón. Bueno, ridículos pensaba yo cuando los oí en un comienzo, ya no lo pienso así. Son los nombres de los sicarios manchados de sangre (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 9, 10)
A falta de dinero, la identidad de un propio sicario, es lo único que, para Vallejo, pueden darles las familias a estos muchachos.
Volviendo al encuentro con Wílmar, como es predecible, el protagonista entabla con él una relación totalmente comparable con la que sostuvo con Alexis: lo complace comprándole cosas materiales, viven juntos, recorren juntos las calles de Medellín, etc. En cierto momento, notamos que el narrador, ya no distingue verdaderamente a un sicario del otro:
“(...)Le dije a Alexis, perdón, a Wílmar que entráramos. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 132)
Además, hasta se puede notar que las situaciones que vive con Wílmar, son las mismas que vivió con Alexis, por lo que éstas dan nostalgia, tanto por lo vivido con su primer Ángel, como por su infancia:
“Y la nostalgia de lo pasado, de lo vivido, de lo soñado me iba suavizando el ceño. Y por sobre las ruinas del Bombay presente (...) me iba retrocediendo a mi infancia hasta que volvía a ser niño y (...) corriendo con mis hermanos (...) pasábamos frente a Bombay persiguiendo un globo. Con su aguja gruesa una vitrola en la cantina tocaba un disco rayado: "Un amor que se me fue, otro amor que me olvidó, por el mundo yo voy penando. Amorcito quién te arrullará, pobrecito que perdió su nido, sin hallar abrigo muy sólito va. Caminar y caminar, ya comienza a oscurecer y la tarde se va ocultando..." Y los ojos se me encharcaban de lágrimas mientras dejando atrás a Bombay, para siempre, volvía a sonar a tumbos, en mi corazón rayado, ese "Senderito de Amor" que oí de niño en esa cantina por primera vez esa tarde. Y qué hace sin embargo que volvía con Alexis por esta misma carretera, agotándose instante por instante en la desesperanza nuestro imposible amor...” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 139)
El narrador en cierta medida, mimetiza a ambos sicarios, volviéndolos uno sólo, al igual que Alexis, Wílmar es para Fernando, “el enviado de Satanás”, que vino a poner orden donde “Dios no puede”. Nuevamente, vemos la figura del “Ángel exterminador”. Por otro lado, ambos muchachos se comportan de igual manera, lo cual nos demuestra una falta de identidad, debido probablemente a la marginalidad, que lleva al anonimato.
Vale destacar que, como dice Aileen El-Kadi, podemos deducir que Fernando pertenece “a una oligarquía extinta”, ya que “hallamos en el personaje indicios de su clase y de su formación educativa” [43] Esto puede notarse perfectamente cuando al llevar a Wílmar a visitar la casa de su infancia, le dice que allí quiere morir:
“ahí me quiero morir para redondear el epitafio, que en mayúsculas latinas ha de decir así, en aposición a mi nombre y a este lado de la puerta: ‘Vir clarisimus, grammaticus conspicuus, philologus illustrisimus, quoque pius, placatus, politus, plagosus, fraternun, placidus, unun, summum jus, hic natus atque mortuus est. Anno Domini tal...’ y ahí ponen el año de instalación de la placa (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 151, 152)
Avanzando en la novela, el protagonista se topa con La Plaga. Este es un sicario con el cual el protagonista tuvo un encuentro amoroso, pero no prosperó. En este encuentro, Fernando se entera que Wílmar es La Laguna Azul: el asesino de Alexis.
“(...) llegamos al Versalles. A la entrada de éste nos tropezamos con La Plaga. "¡Ay Plaguita, qué alegría verte! –exclamé–. Yo ya te hacía muerto... "Que no, que todavía no, que seguía en la racha de suerte (...) Wílmar entró a comprar los pasteles y yo me quedé afuera con La Plaga conversando. Entonces me hizo el reproche, que por qué andaba con el que mató a Alexis. "¿Por qué dices eso, niño tonto? –le contesté–. ¿No ves que yo ando con Wílmar y a Alexis lo mató La Laguna Azul?" "Wílmar es La Laguna Azul", respondió” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 161)
Bastante lógica es la reacción primera de Fernando ficticio: matar a Wílmar. Para ello, decide llevarlo a un motel. Su objetivo no se concreta, ya que entiende la venganza de Wílmar: Alexis había matado a su hermano. El protagonista acaba comprendiendo que, en cierta manera, él mismo era igual a Wílmar: “un perdonavidas”:
"¿Por qué mataste a Alexis?" "Porque mató a mi hermano", me contestó, restregándose los ojos, despertando. "Ah..." comenté como un estúpido. (...) le dije que yo iba con Alexis la tarde en que él lo mató. Que sí, que él ya sabía, que desde esa misma tarde me había quedado conociendo. "¿Entonces desde la primera noche que pasaste conmigo en mi apartamento me habrías podido matar?" Se rió y me dijo que si a alguien él no podía matar en este mundo era a mí. Entonces pensé que él era como yo, de los que dejábamos pasar, que éramos iguales, perdonavidas.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 165, 166)
Viendo que, estaba formando parte de un potencial círculo vicioso de venganzas, Fernando le dice a su compañero que desea irse, adonde sea:
“(...) ya no tenía objeto seguir en Medellín, que esta ciudad no daba para más, que nos fuéramos. ¿Que para dónde? Para donde fuera. El mundo no se acababa aquí, era bien grande. En cuanto a la humanidad, en todas partes sería la misma, la misma mierda, pero distinta. Aceptó. Simplemente tenía que ir antes a su barrio a despedirse de su mamá (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 165, 166)
El problema es, que el círculo vicioso, no tiene fin, y a Wílmar en esa “ida a su barrio” para despedirse de su familia, lo matan:
“(...) La despedida fue para siempre, vivos no nos volvimos a ver. Al amanecer sonó el teléfono: del anfiteatro, que fuera a identificar a alguien que llevaba consigo mi número.
"Anfiteatro" llaman aquí a la morgue (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 167)
Después del aguacero, dice Laura Isola “sobreviene la calma, y la entrada en la morgue, cuando el narrador va a reconocer el cuerpo de Wílmar” lo cual, “puede leerse en paralelo con el paseo por las calles: un recorrido por la muerte.”[44]
“Al que iban dejando entrar de la calle le mostraban un álbum de fotografías (...) Si alguna se parecía al desaparecido vivo, entonces podían pasar por la siguiente puerta, a la siguiente sala, a reconocer al aparecido muerto. El hombre invisible pasó. (...) El hombre invisible se enteró de que todos esos corazones, hígados, riñones, pulmones, tripas irían a una fosa común. Lo que aquí dejaban (...) era el casco del que fue (...) El hombre invisible les fue pasando revista a los muertos. (...) Entonces lo vi, sobre una de esas mesas (...) Ahí estaba él, Wílmar, mi niño, el único. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 168, 169, 170)
Nótese un cambio en el narrador, quien en su recorrida entre los muertos, se llama a sí mismo “el hombre invisible”, y comienza a narrar en tercera persona, como si aquellos hechos fueran ajenos a él mismo. Sobre esto dice Laura Isola:
“(...) el hombre invisible no se puede narrar a sí mismo y necesita ser narrado, mientras que el gramático sí puede darse un relato en primera persona (...) Toda la escena de la morgue se narra en tercera persona (...) Cuando sale de la morgue, este recurso narrativo termina, y vuelve a la primera persona (...). En esta transformación puede leerse que la estrategia de la supervivencia es la escritura, el manejo del discurso y el orden de las palabras. El narrador sobrevive porque se oculta en las posibilidades de la ficción y utiliza la noción misma de narrador para esconderse y protegerse (...)” [45]
Tenemos entonces, por un lado a Fernando Vallejo, colombiano, y también mexicano actualmente. Por otro lado, tenemos dos sicarios. Ambos paises, y ambos sicarios -los primeros, por ser países latinoamericanos, y los segundos, por pertenecer a una misma clase- tienen características en común. Por lo tanto, podríamos interpretar este reemplazo Alexis-Wílmar como una representación del reemplazo de nacionalidad por parte de Vallejo. Alexis murió por su propia ley: la de los sicarios, la de la venganza. Colombia está desvastada también por su propia ley, que para el caso consistiría en el no cumplimiento de las leyes. A falta de Alexis, Fernando ficticio recurre a Wílmar. A falta de Colombia, Fernando Vallejo, recurrió a México. Pero siempre tendrá en su corazón a su primer amor: Alexis, y Colombia. Y por otro lado, ese “segundo amor”, le permite redescubrir al primero. Dicho en las propias palabras de Vallejo:
“Yo he vivido fuera de Colombia la mitad de mi vida, y es como si no me hubiera ido. No ha habido día en mi vida en que no haya tenido puesta la cabeza en ella. Colombia, que es el país de mi niñez y de mi juventud, me va a acompañar hasta la muerte. Vivir en México tanto tiempo me ha permitido descubrir cuánto tenía yo de idioma local en la cabeza, cuánto tenía de colombianismo. Porque el idioma que uno tiene en la cabeza es el idioma local el de su país. Ese tomar distancia del idioma mío, antioqueño más que colombiano, creo que es uno de los grandes servicios que me he hecho a mí mismo, porque me ayudó a tomar distancia de mi idioma local. Eso no quiere decir que uno cuando escriba no puede utilizar localismos, por el contrario. (...)” [46]
El mal que le hace a Vallejo Colombia, le crea la necesidad de canalizar su sentimiento de impotencia, y esto lo logra con la escritura. Escribe, y olvida,[47] como él mismo dice.
Volviendo a La Virgen de los Sicarios, al irse del anfiteatro, el narrador nos dice:
“Salí por entre los muertos vivos, que seguían afuera esperando. (...) Yo pienso que es mejor acabar como un ave espléndida surcando el cielo abierto que como un gusano asfixiado. (...) Bajé el puente y entré a un galpón inmenso que no conocía. Era la famosa terminal de buses intermunicipales atestada por los muertos vivos, mis paisanos, yendo y viniendo apurados, atareados, preocupados, como si tuvieran junta pendiente con el presidente o el ministro y tanto qué hacer. Subían a los buses, bajaban de los buses convencidos de que sabían adonde iban o de dónde venían, cargados de niños y paquetes. Yo no, no sé, nunca he sabido ni cargo nada (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 172, 173)
Así define el narrador a la humanidad: muertos vivos, con un destino incierto, pero queriéndose convencer a sí mismos de tener una razón de ser. Para Fernando, el gramático, dice Laura Isola, “Colombia es ajena y puro pasado. El ya está muerto, aunque todavía respire porque su mundo se ha desvanecido y ahora gobiernan la mini Uzi, el televisor y el ruido”. [48]
En verdad, Vallejo se considera a sí mismo un muerto en vida:
“Lugar y fecha de nacimiento: Medellín, 24 de octubre de 1942. ¡Idiotas, lo que importa es la fecha de defunción! ¡Cuánto hace que me morí! Estoy más muerto que Pedro Páramo. Colombia de los asesinos y de los locos me mató. De tus infinitos locos que le tienen que hablar al aire porque aquí nadie oye y hay que gritarle al eco. Los muertos no necesitamos pasaporte, Colombia, ya no te necesito más, te lo devuelvo. Quédate con mi número: dáselo a un vivo.” [49]
Y si, aún está vivo, Vallejo está convencido de que Colombia lo acabará matando, de una manera u otra, y esto no parece molestarle:
“(...) estoy convencido de que a mí, tarde o temprano, hable un poquito más de la cuenta o me calle, a mí también uno de estos días este país me terminará por condecorar: con una bala. ¡Qué importa! Así habré vivido plenamente, hasta el final, mi destino de colombiano. Además ya he vivido mucho y somos muchos: hay que abrirle campo al prójimo (...)” [50]
A pesar de esto, como dice Javier H. Murillo, “Vallejo solamente conoce la muerte de oídas” y aunque “siente que lo persigue o lo acompaña, esa muerte todavía no lo ha alcanzado. Todavía la escritura sigue escurriéndosele y la rigidez del tiempo se desvanece entre sus manos para convertirse en materia manipulable y obediente”, de modo que su “voz se fuga, se escapa buscando el presente, que se aferra, nuevo, todos los días.” [51]
Finalmente, Vallejo acaba La Virgen de los Sicarios de la siguiente manera:
“(...) Pobres seres inocentes, sacados sin motivo de la nada y lanzados en el vértigo del tiempo. Por unos necios, enloquecidos instantes nada más...
Bueno parcero, aquí nos separamos, hasta aquí me acompaña usted. Muchas gracias por su compañía y tome usted, por su lado, su camino que yo me sigo en cualquiera de estos buses para donde vaya, para donde sea.”
“Y que te vaya bien,
que te pise un carro
o que te estripe un tren”. (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 174)
Como dice Elsy Rosas Crespo: “al final de la novela, en la última página, Fernando se dirige al lector a través del idiolecto característico de los sicarios; el narrador conoce y emplea la lengua de los personajes de manera desenvuelta y natural”[52], es decir, que en cierta medida, acaba mimetizándose con esa realidad, que aunque es decadente, le es propia.
Fernando Vallejo establece con Colombia, una relación de amor y odio. Héctor Abad Faciolince define esta fusión de sentimientos perfectamente en sólo una frase:
“Vallejo siente por Medellín y por Colombia algo parecido a lo que siente una esposa enamorada cuando descubre que su marido la traiciona desde hace años: un odio infinito por lo que más ama; una escisión completa de sí misma y del otro: lo más amado y lo más odiado es al tiempo una y la misma cosa.” [53]
El narrador de La Virgen de los Sicarios nos deja un final abierto: un destino incierto. Podrá tomarse uno de aquellos buses o bien podrá arrepentirse y quedarse en Medellín, pero lo único cierto que podemos afirmar sin caer en suposiciones, es que Colombia fue y será el gran amor de Fernando, esté donde esté. La Virgen de los sicarios, como bien dice Héctor Abad Faciolince es “una caricia con bofetada, otro insulto cariñoso” [54] hacia aquella Colombia desvastada, que nostálgicamente, a lo largo de toda su obra, Vallejo se propone olvidar mediante la denuncia.
Fernando Vallejo nos ha demostrado con esta novela, que es, y siempre será verdaderamente libre; dueño de su propio e incierto destino.
Conclusión:
Hemos visto como, Vallejo, a lo largo de La Virgen de los Sicarios, ha desarrollado dos historias paralelas que transcurren en Colombia: la de su infancia, y la actual.[55] La primera se dispara debido a la nostalgia que produce la actual realidad en el escritor. Esta nostalgia, se canaliza en la denuncia, no hay institución ni persona que se salve de esta despiadada crítica, ni siquiera el mismo autor, ya que este, es también parte de la sociedad y actualidad a la que critica. A su vez, esta denuncia, produce un alivio en Fernando Vallejo, él mismo afirma que de este modo intenta borrar sus recuerdos[56]: y al no tener, o mejor dicho, no querer tener recuerdos, Fernando Vallejo se convierte en un muerto-vivo, como lo es toda la humanidad, pero con una simple y gloriosa diferencia: la libertad. Libertad de sentir, de elegir el presente y juzgarlo, y libertad de olvidar:
“¡Nada de nostalgias! Que venga lo que venga, lo que sea, aunque sea el matadero del presente. ¡Todo menos volver atrás!”
(Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 140)
Bibliografía:
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Castillo, Carolina. “Colombia: violencia y narración” en en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 27.
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“La Virgen de los Sicarios”,
de Fernando Vallejo:
“Nostalgia, Denuncia y Olvido”
Carla A. Rodríguez
Ma. Agustina Petruccelli
Liceo Nº 1 – 5to 3ra – Turno Mañana
2007
[1] Agreda, Javier. “Fernando Vallejo”, sitio web “Archivo de huellas digitales”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://es.geocities.com/agreda5/Literatura/vallejo.html#v1]
[2] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[3] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[4] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[5]“Fernando Vallejo”, sitio web “Wikipedia”, consultado el 20/10/2007. [URL:http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Vallejo]
[6] La carta de Fernando Vallejo y su renuncia a la nacionalidad colombiana. México. Mayo de 2007.
[7] “Fernando Vallejo volverá a ser colombiano”, sitio web “La República on – line”, consultado el 28/10/2007 [URL: http://www.larepublica.com.pe/content/view/184298/]
[8] “Fernando Vallejo”, sitio web “Wikipedia”, consultado el 20/10/2007. [URL:http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Vallejo]
[9] Jáquez, Antonio, “La puta de Babilonia” en “Pensamientos libres”, sitio web “Proceso” consultado el 21/10/2007 [URL:http://www.proceso.com.mx/archivoresultados.html?clv=la+puta+de+babilonia&danio=&dmes=&ddia=&aanio=&adia=&ames=&tit=&aut=&tip=]
[10] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[11] Valencia Solanilla, César, “La virgen de los sicarios: El sagrado infierno de Fernando Vallejo", en Revista de Ciencias Humanas – UTP, Colombia. 2001.
[12] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[13] Castillo, Carolina. “Colombia: violencia y narración” en en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 27.
[14] Winston Morales Chavarro. “La Virgen de los sicarios o la ciudad como no ficción”, sitio web “El Abedul”, consultado el 20/10/2007. [URL:http://www.elabedul.net/Documentos/Temas/Literatura/La_Virgen_de_los_sicarios.pdf]
[15] Crespo, Elsy Rosas. “Tres tomas de posición en el campo literario colombiano actual: Fernando Vallejo, Ricardo Cano Gaviria y Héctor Abad Faciolince”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 26.
[16] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[17] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[18] García Dussán, Pablo. “La narrativa colombiana: una literatura ‘thanática’ ” en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2005 nº 31.
[19] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[20] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[21] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[22] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[23] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[24] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[25] Onell H, Roberto. “Venga a nosotros tu Infierno: Lectura de dos relatos de Fernando Vallejo” en Literatura y lingüística., 2006, no.17. p.129-139.
[26] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[27] Crespo, Elsy Rosas. “La virgen de los sicarios, como extensión de la narrativa de la transculturación”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2003 nº 24.
[28] Villoro, Juan: “entrevista a Fernando Vallejo”, en Babelia Digital. España. 2002
[29] Vallejo, Fernando. “Por el desafuero”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[30] Vallejo, Fernando. “La puta de Babilonia”. Buenos Aires, Editorial Planeta. 2007.
[31] Craig, Richard B. Colombia en “El narcotráfico”. IICLA [Instituto de Investigaciones Culturales Latinoamericanas] Revista occidental nº 38. Colin M. Mac Lachlan, editor. Tijuana, Baja California, N., México. 1995.
[32] Craig, Richard B. Colombia en “El narcotráfico”. IICLA [Instituto de Investigaciones Culturales Latinoamericanas] Revista occidental nº 38. Colin M. Mac Lachlan, editor. Tijuana, Baja California, N., México. 1995.
[33] La carta de Fernando Vallejo y su renuncia a la nacionalidad colombiana. México. Mayo de 2007.
[34] Castillo, Carolina. “Colombia: violencia y narración” en en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 27.
[35] Vallejo, Fernando. “A las madrecitas de Colombia”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[36] Vallejo, Fernando. “A las madrecitas de Colombia”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[37] “Los animales tienen la palabra” en “animalistas célebres”, sitio web “geocites”, consultado el 29/10/2007. [URL: http://es.geocities.com/animalistas_celebres/fer-vallejo.htm]
[38] Vallejo, Fernando. “Discurso para recibir el Premio Rómulo Gallegos” en BitBlioteca, sitio web “Analítica”, consultado el 29/10/2007 [URL:http://www.analitica.com/bitblio/fernando_vallejo/discurso_romulo_gallegos.asp]
[39] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[40] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[41] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[42] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[43] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[44] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[45] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[46] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 29/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[47] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[48] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[49] Vallejo, Fernando. “Los difíciles caminos de la esperanza”. en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[50] Vallejo, Fernando. “Los difíciles caminos de la esperanza”. en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[51] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[52] Crespo, Elsy Rosas. “La virgen de los sicarios, como extensión de la narrativa de la transculturación”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2003 nº 24.
[53] Faciolince, Héctor Abad. “Vallejo y el círculo moral” sección cultura, “El País”. 12/07/2007. Madrid.
[54] Faciolince, Héctor Abad. “Vallejo y el círculo moral” sección cultura, “El País”. 12/07/2007. Madrid
[55] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[56] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
de Fernando Vallejo:
“Nostalgia, Denuncia y Olvido”
La presente monografía, basada en la polémica obra del escritor colombiano Fernando Vallejo, “La Virgen de los Sicarios”, pretende demostrar el objetivo explícito e implícito del autor al escribir dicha novela.
A simple vista, vemos que a partir de la realidad socio-económica y política de Colombia como disparador, el autor pretende manifestar una gran dosis de odio y decepción frente a una serie de instituciones, tales como: la iglesia, el ejército, los políticos, los intelectuales, e incluso el mismo pueblo colombiano; denuncia de este modo, el olvido de los verdaderos principios religiosos, morales y éticos, la violencia imperante en Colombia, el desorden social, la corrupción, la existencia humana, etc.[1] Para demostrar esto, el escritor recurre a los sicarios, quienes en éstos tiempos forman parte de la realidad colombiana. A través de ellos, Vallejo logra mostrarnos en detalle la ciudad de Medellín, protagonista casi exclusiva de la totalidad de la historia, de una manera particular: el recuerdo de su infancia en dicha ciudad, y el presente, con todos los cambios que esto implica.
Cuando analizamos la novela en forma más profunda, observamos la gran carga personal que Vallejo deposita en la misma, en cuanto a sus pensamientos y su ideología; por ello podemos afirmar que se trata de una obra marcadamente autobiográfica, con una cuota de ficción, exageración e ironía, que conjuntamente constituyen una particular manera de demostrar y denunciar fehacientemente la decadente realidad de Colombia, que llevó a su autor directa e indirectamente a no reconocerla como suya:
“(…) como bastó una chispa para que se nos incendiara después Colombia, se “les” incendiara, una chispa que nadie sabe de dónde salió. ¿Pero porqué me preocupa a mí Colombia si ya no es mía, es ajena? (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 8)
Esta enajenación de su propio país, le da un grado de nostalgia a la novela: nostalgia por una Colombia que nunca volverá. El autor cree que la escritura lo ayudaría a olvidar, ya que se ha hecho la ilusión de que lo que pasa al papel lo borra de su memoria. Esta obra, dice Vallejo, es uno de sus tantos intentos de borrar sus recuerdos;esto lo convierte en una persona verdaderamente libre.
Antes de leer una obra de Fernando Vallejo, en nuestro caso, La Virgen de los Sicarios, deben tenerse en cuenta varios datos biográficos de su autor.
Vallejo nació en Medellín, Colombia (1942), donde vivió durante su infancia y juventud. Cuando nació, la ciudad sufrió un proceso por el cual pasó rápidamente del modelo rural al urbano.[4]. Es hijo legítimo del ex ministro de Fomento, ex senador de la república, ex ministro de desarrollo, ex miembro de la constituyente de Colombia, ex presidente del Directorio Conservador de Antioquia, ex secretario de gobierno, director del periódico El Poder y abogado conservador Aníbal Vallejo Álvarez.
Después de un año de estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Bogotá, se licenció en Biología en la Universidad Javeriana. Viajó a Europa para estudiar cine en Italia, en la Escuela Experimental de Cinecittá.
En 1971 se estableció en México, donde produjo la totalidad de su obra. Desde entonces no ha vuelto a vivir en Colombia. En abril del año 2007, obtuvo la nacionalidad mexicana y el 8 de mayo del mismo año renunció a la colombiana.[5] Mediante una carta, lo declaró públicamente; en la misma, concluye diciendo:
“(...) Desde niño sabía que Colombia era un país asesino, el más asesino de la tierra, encabezando año tras año, imbatible, las estadísticas de la infamia. Después, por experiencia propia, fui entendiendo que además de asesino era atropellador y mezquino. Y cuando reeligieron a Uribe descubrí que era un país imbécil. Entonces solicité mi nacionalización en México (...). Así que quede claro: esa mala patria de Colombia ya no es la mía y no quiero volver a saber de ella. Lo que me reste de vida lo quiero vivir en México y aquí me pienso morir." [6]
Debemos aclarar que, recientemente, en el mes de octubre de 2007, Fernando Vallejo declaró estar tramitando nuevamente su nacionalidad colombiana, para volver a su país, porque es “extravagante y masoquista”, y además le hacen falta “sus muchachos”. Acerca de esto, dijo que:
“El hecho de que vuelva no borra los crímenes colectivos: ni los cometidos contra el hombre ni contra los animales. Por lo demás, mi patria es más grande que Colombia” [7]
Cabe destacar que, la mayor parte de las obras de Vallejo consisten en una larga autobiografía: El río del tiempo, de la cual hubo cinco entregas: 1) Los días azules (1985): esta obra refleja varios episodios de la infancia del autor en los escenarios de la finca de sus abuelos (Santa Anita) y el tradicional barrio Boston de Medellín; 2) El fuego secreto (1987) donde explora como adolescente los caminos de la droga y la homosexualidad en Medellín y Bogotá; 3) Los caminos a Roma (1988) y 4) Años de indulgencia (1989), en ellas narra sus experiencias en Europa, especialmente en Roma, y en Nueva York; y 5) Entre fantasmas (1993) que comprende los años en que ha residido en Ciudad de México, donde vive desde 1971.
El Mensajero (1991) es una versión de la biografía del poeta antioqueño Porfirio Barba-Jacob. En 1994 publicó una novela fuera de su ciclo biográfico, La virgen de los sicarios. Ganó el Premio Rómulo Gallegos por El desbarrancadero. También podemos mencionar La rambla paralela (2002); Mi hermano el alcalde (2004); y La puta de babilonia (2007)[8] ensayo en el cual exhibe su aversión a la Iglesia Católica, como ya anteriormente lo hizo en varias de sus novelas. [9]
Teniendo en cuenta los datos anteriormente mencionados podremos ahora centrarnos en el análisis de La Virgen de los Sicarios.
Vallejo nos introduce en la novela con la siguiente frase:
“Había en las afueras de Medellín un pueblo silencioso y apacible que se llamaba Sabaneta. Bien que lo conocí porque allí cerca, a un lado de la carretera que venía de Envigado, otro pueblo, a mitad de camino entre los dos pueblos, en la finca Santa Anita de mis abuelos, a mano izquierda viniendo, transcurrió mi infancia. Claro que lo conocí. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 7)
Dice Laura Isola que: “esta frase induce a la rememoración de un pasado infantil (...) instala una aparente inocencia y sosiego que se opondrán ostensiblemente a la violencia del presente que el narrador intenta explicar”.[10] Además, con sólo esta primera frase podemos afirmar que estamos tratando con un narrador en primera persona protagonista, que se dispone a contarnos su historia en Colombia.
Luego el narrador continúa:
“(...) ciudad de Medellín, capital de Antioquia; en la casa en donde yo nací, en la sala entronizado o sea (porque sé que no van a saber) bendecido un día por el cura. A él está consagrada Colombia, mi patria. Él es Jesús y se está señalando el pecho con el dedo, y en el pecho abierto el corazón sangrando: góticas de sangre rojo vivo, encendido, como la candileja del globo: es la sangre que derramará Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos amén.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 8)
A partir de aquí podemos confirmar que la novela es en gran medida autobiográfica, o bien tiene una gran carga personal, ya que Vallejo nació en Medellín, al igual que el narrador. También, el autor nos da una pauta sobre la cual se basará la mayor parte de la novela en cuestión: la sangre, la muerte, la violencia en Colombia, su patria.
De este modo, un narrador, sin nombre hasta mediados de la novela (donde nos enteraremos que se llama Fernando) nos introduce en Colombia, país al que vuelve luego de treinta años, y siente como ajeno.
Al volver a Medellín, o “Medallo” o también “Metrallo” por metralleta, como localmente le llaman a dicha ciudad, (y al mismo tiempo a Sabaneta, que se encuentra en sus afueras) se encuentra con una metrópoli caótica, violenta, moderna y compleja, que ya no es “ni la sombra de lo que él conociera al partir”[11] Ese periodo de ausencia, dice Aileen El-Kadi, “marca un antes y un después en la vida del personaje. Y marca su pertenencia a una cultura que ha sido aniquilada por la cultura popular”.[12] Por otro lado, la metáfora de “Metrallo”, dice Carolina Castillo, “le sirve [a Vallejo] como muletilla para sintetizar cada una de las escenas de violencia de las que resulta principal testigo ocular, en la “ciudad-horror” de Medellín”. [13]
Como dice Winston Morales Chavarro: “Fernando Vallejo no escribe: deja que la ciudad hable a través suyo, Medellín es otro personaje, la calle es otro personaje, la muerte es otro personaje, el sida es otro personaje. Su novela está plagada de héroes de carne y hueso –más de hueso que de carne-, personajes que viven su propia vida, a riesgo de perder la “otra”, marginados por el sistema, omitidos y suprimidos por las clases hegemónicas del Medellín primoroso y “posmoderno”.”[14] Medellín se convertirá en la protagonista principal de esta realidad que Vallejo nos comienza a mostrar en La Virgen de los Sicarios.
A lo largo de la novela, el narrador usará un vocabulario propio de Medellín, para narrar directa o indirectamente los hechos.[15] Es así como el autor logra sumergirnos verdaderamente en dicha ciudad, presentándonos en primera instancia a los sicarios, a los cuales define de la siguiente manera:
“(...) un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor: tenía los ojos verdes, hondos, puros, de un verde que valía por todos los de la sabana. Pero si Alexis tenía la pureza en los ojos tenía dañado el corazón. Y un día, cuando más lo quería, cuando menos lo esperaba, lo mataron, como a todos nos van a matar.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 10, 11)
La admiración del protagonista por Alexis, nos permite predecir la relación amorosa que se establecerá entre ambos, por otra parte, la anticipación de la muerte de dicho sicario, nos indica que al narrador no le interesa precisamente intrigarnos en cuanto a la trama de la novela, sino mostrarnos desde un principio, la realidad, haciéndonos partícipes de la violencia colombiana.
Mediante esta obra, Vallejo, considerándose a sí mismo “el último gramático de Colombia” está dispuesto a desenmascarar y denunciar la situación su país. No es casualidad, dice Aileen El-Kadi que el protagonista sea el “único personaje que posee una profesión que en el pasado era considerada una “profesión de prestigio”, ya que “en América Latina, a partir del siglo XIX el intelectual estuvo íntimamente ligado a la política y su función social efectivamente cobró una importancia central para la construcción de las identidades civiles. En La Virgen de los Sicarios (...) su poder, ha desaparecido socialmente.”[16]
Al margen, el autor nos comenta que hubo un cambio en su ausencia: la Virgen de Sabaneta, ya no es la Virgen del Carmen, sino María Auxiliadora, propiedad de los salesianos, ahora presente en la parroquia de Sabaneta, que es de curas laicos: notable contradicción. A dicha parroquia todos los martes se dirigía una peregrinación:
“Un tumulto llegaba los martes a Sabaneta de todos los barrios y rumbos de Medellín adonde la Virgen a rogar, a pedir, a pedir, a pedir que es lo que mejor saben hacer los pobres amén de parir hijos. Y entre esa romería tumultuosa los muchachos de la barriada, los sicarios. Ya para entonces Sabaneta había dejado de ser un pueblo y se había convertido en un barrio más de Medellín, la ciudad la había alcanzado, se la había tragado; y Colombia, entre tanto, se nos había ido de las manos (...).” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 11)
El narrador conoce a Alexis mediante un viejo amigo suyo: José Antonio, un día antes de la peregrinación anteriormente mencionada:
“(...) José Antonio Vásquez, sobreviviente de ese Medellín antediluviano que se llevó el ensanche (...) "Aquí te regalo esta belleza –me dijo José Antonio cuando me presentó a Alexis–, que ya lleva como diez muertos". Alexis se rió y yo también y por supuesto no le creí, o mejor dicho sí. Después le dijo al muchacho: "Vaya lleve a éste a conocer el cuarto de las mariposas".” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 12)
De esta manera, se inicia la relación entre Alexis y el narrador, quien vuelve a Sabaneta pura y exclusivamente para acompañar a dicho muchacho a la peregrinación. Esta visita, como dice Laura Isola, inaugura este “tópico que se repetirá en otros momentos, y sirve para unir las dos temporalidades del relato” [17] (pasado y actualidad). Es así como ahora, el narrador en su viaje de ida (en taxi) hacia Sabaneta, nos describe los alrededores de la ciudad de Medellín, todo lo que ve, se puede resumir en la siguiente oración:
“Colombia cambia pero sigue igual, son nuevas caras de un viejo desastre.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 15)
Dice Pablo García Dussán: “Vallejo ficcional regresa a Colombia y sopesa en cada mano su pasado con un presente que contrasta de forma desconcertante. No existe espacio para el amor, para la conciliación. (...) La Medellín que encuentra es una metrópoli que se devora a sí misma (...)” [18] Es por esto que un intenso sentimiento de nostalgia por su infancia, por el silencio, por su casa familiar, invade al narrador durante el trayecto en taxi hacia Sabaneta:
“(...) Yo tenía entonces ocho años y parado en el corredor de esa casita, ante la ventana de barrotes, viendo el pesebre, me vi de viejo y vi entera mi vida. Y fue tanto mi terror que sacudí la cabeza y me alejé. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 16)
Tal como dice Aileen El-Kadi: “es pertinente notar que la novela se abre con una referencia nostálgica del narrador a un espacio idílico no-urbano, destruido por el proceso de modernización -e identificado con las migraciones campo-ciudad”.[19]
Desde ese día, ambos, siguen juntos hasta el final. O al menos hasta el final de Alexis. El protagonista, considera absurdo que Alexis aparezca a esta altura de su vida, por ello nos dice:
La trama de mi vida es la de un libro absurdo en el que lo que debería ir primero va luego. Es que este libro mío yo no lo escribí, ya estaba escrito: simplemente lo he ido cumpliendo página por página sin decidir. Sueño con escribir la última por lo menos, de un tiro, por mano propia, pero los sueños, sueños son y a lo mejor ni eso. (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 23)
Toda esta primer parte de la novela, es narrada de forma confusa, con pequeños saltos en el tiempo. Pero el autor nos demuestra claramente que, el tema central de su obra, no es la homosexualidad. Una escena es la perfecta demostración de esta elección del narrador de: “no contar intimidades y despojar a la relación con el muchacho de fantasías eróticas”: [20]
“Le quité la camisa, se quitó los zapatos, le quité los pantalones, se quitó las medias y la trusa y quedó desnudo con tres escapularios, que son los que llevan los sicarios: uno en el cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo y son: para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para que les paguen. Eso según los sociólogos, que andan averiguando. Yo no pregunto. Sé lo que veo y olvido.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 21)
Con esta frase, el autor “evita toda descripción pornográfica y sigue”,[21] usando la situación como pretexto para darnos el porqué del título. Pero debe aclararse que, esta es una constante en el narrador, tampoco en su relación con Wílmar, hará este tipo de descripciones:
“Vuelvo y repito: no hay que contar plata delante del pobre. Por eso no les pienso contar lo que esa noche antes de dormirnos pasó. Básteles saber dos cosas: Que su desnuda belleza se realzaba por el escapulario de la Virgen que le colgaba del pecho. Y que al desvestirse se le cayó un revólver.(...)” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 135)
Nuevamente con Wílmar, una escena amorosa, se convierte con la aparición del revolver, en un indicio de la violencia imperante, dejando de lado la temática de la homosexualidad.
Puede considerarse también, como dice Carolina Castillo que, “la familia, como componente nuclear de la sociedad tradicional moderna, no aparece representada en la novela; es más, no es gratuito que el protagonista sea homosexual y misógino, lo mismo que el criminal, y que ambos no posean una familia, ni un hogar. (...) Tanto Alexis como Wílmar -también el gramático- carecen de residencia fija, un hogar; aparecen entonces como nómadas -sin origen ni destino ciertos- desplazándose permanentemente”.[22]
La homosexualidad es tomada con naturalidad, y casi como un pretexto para contar la historia. Acerca de esto dice Laura Isola: “Si Alexis es el guía e iniciador en la ciudad violenta en la que se ha transformado Medellín, Fernando es pasajero de otros tiempos, un ser anacrónico que, (...) cumple con la función de traducir, interpretar y refundar el mismo espacio”.[23]
Es decir: la ventaja que obtiene el narrador al volver a Colombia luego de 30 años, es la relativa objetividad con la cual nos relatará lo que observa. Decimos “relativa” ya que sin importar el tiempo de la ausencia, hay una posición a priori, que el autor inevitablemente tiene acerca de su país.
Javier H. Murillo diría que en el caso de La Virgen de los Sicarios, Vallejo toma el lugar de un “crítico despiadado”, ya que considera que dicho autor posee “una capacidad de observación envidiable, transformándose con la misma facilidad en biógrafo de excepción o en crítico despiadado. Odia o ama con la misma intensidad, y le importan poco las razones, o si le importan no siempre las deja saber”.[24]
Dice Roberto Onell H. que “probablemente motivado por la hostilidad reinante, Fernando se empareja con Alexis, quien lo defiende y complace según la especialidad de los sicarios: en la cama y, sobre todo, al dar muerte a cualquiera que lo fastidie. Ambos caminan por la ciudad; Fernando le compra los onerosos objetos con los que el muchacho fantasea –prendas de vestir y otros artefactos fabricados por marcas de prestigio social–, y ambos van dialogando sobre nada en particular.” [25]
Alexis se transforma progresivamente en el “ángel exterminador” que elimina todo obstáculo en la vida de su amante: su primer “muñeco” fue un puntero que molestaba con su ruido al protagonista. Sin pensarlo dos veces, en la primera oportunidad que tuvo, Alexis lo mató. Luego fueron tres soldados, un transeúnte grosero, y todo aquel que fuera una amenaza directa o indirectamente para Alexis o bien para Fernando, de tal modo que para el momento de la muerte de Alexis, su amante ya ha perdido la cuenta.
Vemos cómo los sicarios, (más específicamente Alexis, y luego será Wílmar) son el “transporte” del narrador hacia la actual realidad colombiana. El peculiar gusto de Alexis por la música y la televisión, según Vallejo, para llenar su “vacío esencial”, llevan al protagonista a un “éxodo diurno” por las calles de Medellín. “El ruido es la quemazón de las almas”, afirma el narrador. Es así como el protagonista caminará por las calles de “Medallo”, observando un contexto que no le hace ninguna gracia, y luego se centrará en las comunas, partiendo, entre otras cosas, de los actos y el lenguaje típico de los sicarios, directa e indirectamente nos detallará los orígenes, si es que los hay, de la violencia en el país en cuestión.
Luego de pasar esta etapa nostálgica, Vallejo, “quiere hablar porque no está satisfecho, porque no se puede quedar callado y porque su voz, nostálgica e irreverente al mismo tiempo, a medida que cuenta, se va haciendo búsqueda” [26] Busca expresarse, para así revelarnos la cruda realidad, y también para, de una manera u otra, consolarse por la pérdida de la Colombia de su niñez.
El objetivo de Vallejo, en el sentido denunciante, es comparable con el objetivo de escritores como Juan Rulfo, que pretenden mostrar la realidad de un país, que es al mismo tiempo, una realidad latinoamericana. La diferencia, es que Fernando Vallejo, hace un enfoque distinto: una historia amorosa como pretexto, nos muestra su denuncia, una denuncia de una realidad actual, y la vez nos muestra su particular pensamiento, dando una pizca de subjetividad a su obra, buscando también respuestas, reflexión, y tal vez, concientización por parte del lector. En cambio, Rulfo, en Pedro Páramo por ejemplo, se centra en una vacía realidad mexicana, decimos vacía ya que dicho país ha quedado desvastado debido a la revolución mexicana, pero existe una notable diferencia: el narrador de Pedro Páramo, aunque a veces cambiante, deja que el lector saque sus propias conclusiones.
Acerca de esto, dice Elsy Rosas Crespo:
“en las obras de los narradores de la transculturación (Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Joao Guimaraes Rosa...) la lengua y las estructuras literarias son objeto de especial atención (...) generan otro tipo de efectos (...) -en el lector- de encontrarse ante la recreación de voces rurales o populares auténticas y de presentar las particularidades culturales de la comunidad (...) a través del uso que los narradores y los personajes hacen de la lengua. (...) La toma de posición asumida por Fernando Vallejo tiene algunas similitudes (...) pero es evidente que ha surgido a partir de intereses, problemas y nuevas preocupaciones, diferentes (...). En La virgen de los sicarios, (...) no se trata de concederle la voz a los desvalidos o a los vencidos sino de -a través de la voz y las actitudes de los personajes marginados y marginales- dar a conocer y reflexionar sobre problemas que aquejan a ciudades como Medellín que, en síntesis, son los de las ciudades latinoamericanas. (...) Mientras que en la novela de García Márquez los problemas son expresados a través de la voz de los personajes y la reflexión surge a partir de la lectura, (...) en la de Fernando Vallejo el narrador evalúa acciones y actitudes propias y ajenas, la mayoría de las veces de forma bastante agresiva, sin ningún tipo de consideración ni siquiera con él mismo (...). ”[27]
Probablemente es por eso que Vallejo, siempre eligió (con excepción de la escritura de biografías) narrar en primera persona, por ello, él mismo dice:
“Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todavía el lector de pensamientos” [28]
La realidad de las comunas, nos introduce a la denuncia, de esta manera, nos las presenta:
“Uno en las comunas sube hacia el cielo pero bajando hacia los infiernos. ¿Por qué llamaron al conjunto de los barrios de una montaña comunas? Tal vez porque alguna calle o alcantarilla hicieron los fundadores por acción comunal. Sacando fuerzas de pereza. Los fundadores, ya se sabe, eran campesinos: gentecita humilde que traía del campo sus costumbres, como rezar el rosario, beber aguardiente, robarle al vecino y matarse por chichiguas con el prójimo en peleas a machete (...) matándose por chichiguas siguieron (...) y en bala están hoy cuando escribo. Las armas de fuego han proliferado y yo digo que eso es progreso, porque es mejor morir de un tiro en el corazón que de un machetazo en la cabeza.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 40)
Este narrador en primera persona nos habla de las comunas como algo que conoce, pero confiesa que en verdad, sólo las ha visto desde su terraza. Sólo una vez intentó subir, y un aguacero se lo impidió, pero más adelante, tras la muerte de Alexis, subirá de nuevo, para visitar a la familia del muchacho. Pero más allá de no conocer en profundidad las comunas, sabe muy bien que Medellín es una ciudad con dos realidades:
“Medellín son dos en uno: desde arriba nos ven y desde abajo los vemos, sobre todo en las noches claras cuando brillan más las luces y nos convertimos en focos. Yo propongo que se siga llamando Medellín a la ciudad de abajo, y que se deje su alias para la de arriba: Medallo. Dos nombres puesto que somos dos, o uno pero con el alma partida.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 121)
La principal problemática que tiene Colombia, al parecer, proviene de las comunas. Las mismas ejemplifican la decadencia colombiana. La pregunta en este caso sería: ¿tendrá solución? El narrador responde a esto con un:
“sí rotundo como una bala: el paredón. Otra cosa sería buscarle la cuadratura al círculo. Una venganza trae otra y una muerte otra muerte, y tras la muerte vienen los inspectores de policía oficiando el levantamiento de los cadáveres. Pero digo mal, los inspectores no: la nueva Constitución dispone que lo realicen en adelante los agentes de la Fiscalía.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 41)
¿Y para acabar con la delincuencia?, Vallejo, fríamente nos dice:
“exterminen la niñez” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 38)
Y considera, además, que los niños deben ganarse el derecho a la vida, culpando de esto, a la sociedad moderna:
“Esta sociedad permisiva y alcahueta les ha hecho creer a los niños que son los reyes de este mundo y que nacieron con todos los derechos. Inmenso error. (...) nadie nace con derechos. El pleno derecho a existir sólo lo pueden tener los viejos. Los niños tienen que probar primero que lo merecen: sobreviviendo.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 145)
En efecto, Vallejo con toda honestidad, al margen de su opinión en materia política, critica a la misma sociedad colombiana, y esta crítica también es aplicable a cualquier país latinoamericano con características sociales similares:
“No hay plaga mayor sobre el planeta que el campesino colombiano, no hay alimaña más dañina, más mala. Parir y pedir, matar y morir, tal su miserable sino.” (Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 120)
Y por otro lado afirma:
“(...) Mi fórmula para acabar con la lucha de clases es fumigar esta roña. ¡Obreritos a mí!”(Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 138)
El autor directamente relaciona la violencia, con la política. Y la política, con el narcotráfico. Al fin y al cabo, son temas enlazados, quienes gobiernan deberían ser capaces de controlar ambas problemáticas. Pero ahí se quedan para Vallejo, en el “deberían”.
La iglesia, por otro lado, se relaciona en cierto modo con el narcotráfico: son en Colombia “sedes” de las drogas, o al menos así las muestra Vallejo en La Virgen de los Sicarios.
De la siguiente manera se dirige Vallejo en un artículo para la revista Soho al presidente de Colombia: Uribe, y también, en consecuencia a Colombia:
“Uribe: politiquero, mal tipo, paradigma de tu clase mezquina y rapaz que en contubernio con la Iglesia nos ha hundido en el desastre social y moral que hoy somos, ignorante palurdo de demagogia montañera, desde México te mando mi desprecio.” [29]
El gobierno, junto “con la Iglesia” son para Vallejo los principales culpables. La Iglesia probablemente sea la institución sobre la cual cae la mayor parte de la crítica de dicho escritor, tanto en la novela que estamos analizando como en toda su obra. De otra manera no se explicaría el importante lapso de tiempo que Vallejo ha dedicado a investigar esta institución y sus documentos para escribir “La puta de Babilonia”, la cual empieza con un torrente de insultos hacia la iglesia, y luego con una frase que resume el deseo de venganza de Vallejo:
“La puta, la gran puta, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala (...) la ramera de las rameras (...) la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia, y aquí se las voy a cobrar.” [30]
Su venganza, vemos, se lleva a cabo mediante la denuncia, el objetivo es mostrar al mundo todas aquellas cuestiones cubiertas por la impunidad.
En La Virgen de los Sicarios, por supuesto, también encontramos declaraciones del tipo de La puta de Babilonia, algunas de forma algo más subjetiva, es decir, aplicadas a Colombia:
“Ciento cincuenta iglesias tiene Medellín, mal contadas (...), y descontando las de las comunas a las que sólo sube mi Dios con escolta, las conozco todas. (...) Por lo general están cerradas y tienen los relojes parados a las horas más dispares (...) Ha de saber Dios que todo lo ve, lo oye y lo entiende, que en su Basílica Mayor, nuestra Catedral Metropolitana, en las bancas de atrás se venden los muchachos y los travestis, se comercia en armas y en drogas y se fuma marihuana. (...) ¿Y Cristo dónde está? (...) Al olor sacrosanto del incienso se mezcla el de la marihuana, la que sopla desde afuera, desde el atrio, o la que se fuma adentro. (...) y ves o no ves a Dios, dependiendo de quien seas.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 75, 76)
En otros casos, Vallejo ataca directamente a la religión católica, a la Iglesia como institución:
“Quinientos años me he tardado en entender a Lutero, y que no hay roña más grande sobre esta tierra que la religión católica. Los curitas salesianos me enseñaron que Lutero era el Diablo. ¡Esbirros de Juan Bosco, calumniadores! El Diablo es el gran zángano de Roma y ustedes, lambeculos, sus secuaces, su incensario. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 95)
Sin que nos demos cuenta, el autor logra entrelazar todos aquellos temas que le preocupan, en este caso, iglesia: narcotráfico. Sobre esta última temática, y otras tales como la violencia y corrupción, nos dice Richard B. Craig:
“Ningún otro país como Colombia resume las múltiples ramificaciones del tráfico de drogas para una nación productiva. (...) La corrupción es tan común que es aceptada como regla, no como excepción. La violencia, también. (...) Violencia y contrabando de drogas son sinónimos y Colombia ha gozado por un largo tiempo de una infame reputación por la primera. (...) Cuando no se liquidan entre ellos [los traficantes colombianos] han intimidado, extorsionado y asesinado (...) a los que no “cooperan”. (...) Para muchos, el narcotráfico ha cambiado fundamentalmente su estilo de vida.” [31]
En verdad, esta realidad no es una exageración de Vallejo, tampoco lo es cuando nos dice:
“el basuco es cocaína impura fumada, que hoy fuman los jóvenes para ver más torcida la torcida realidad” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 10)
Y más delante:
El basuco entorpece el alma, no la abre a nada. El basuco empendeja.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 18)
Verdaderamente, estos datos acerca del basuco, la droga “de moda” en Colombia, pueden ser confirmados:
“Particularmente aterrador es el hábito de fumar basuco, pasta de cocaína, o base mezclada con marihuana y/o tabaco. Introducido a finales de los 70, cuando un exceso de coca saturó la capacidad de refinación (...) A principios de 1987, el ministerio de salud pública estimó que más de 400.000 colombianos eran fumadores regulares de basuco. Lo que el portavoz del ministerio falló en notar es que un número creciente de personas que abusan de la cocaína, son jóvenes de 13 a 19 años de clases medias y altas (...) el problema (...) se vio serio y digno de preocupación cuando llegó a los suburbios”[32]
El narrador, relaciona el tema del narcotráfico, con un ex presidente colombiano: Barco, quien supuestamente, inició “la lucha contra el narcotráfico” y luego, hace referencia a Uribe, aquel presidente que provocó en Vallejo el deseo de no ser parte de “esa raza estúpida”: [33]
“(...) de los presidentes de Colombia el que prefiero es Barco (...) le declaró la guerra al narcotráfico (él la declaró aunque la perdimos nosotros, pero bueno). (...) le expresaba lo siguiente al doctor Montoya, su secretario, el suyo: "Voy a aconsejarle al presidente, (...) que le declare la guerra al narcotráfico".Y el doctor Montoya (...) le corregía: "El presidente es usted, doctor Barco, no hay otro". "Ah... –decía él pensativo–. Entonces vamos a declarársela". "Ya se la declaramos, presidente". "Ah... Entonces vamos a ganarla". "Ya la perdimos, presidente –le explicaba el otro–. Este país se jodió, se nos fue de las manos". "Ah..." Y eso era todo lo que decía. (...) subió, después de Barco, la criaturita que hoy tenemos, el lorito gárrulo (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 85, 86)
Este estilo de narración, dice Carolina Castillo, “realiza una profunda crítica hacia el poder de turno, obligando al lector a una reflexión que lo lleve a tomar partido frente a la realidad política y social que impera en una país sitiado por el desamparo.” [34]
Podemos ver como el autor, más allá de la opinión del lector, hace responsable de la realidad a los diferentes presidentes que Colombia ha tenido. Y con razón, si estos son el Estado, que actualmente, para el narrador se encuentra:
“(...) presidido por un bobo marica, fabricador de armas y destilador de aguardiente, forjador de constituciones impunes, lavador de dólares, aprovechador de la coca, atracador de impuestos, el Estado en Colombia es el primer delincuente. Y no hay forma de acabarlo. Es un cáncer que nos va royendo, matando de a poquito.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 120, 121)
Ese cáncer no se puede detener ya que Vallejo considera que, en Colombia:
“Nada funciona (...). Ni la ley del talión ni la ley de Cristo. La primera, porque el Estado no la aplica ni la deja aplicar (...) La segunda, porque es intrínsecamente perversa. Cristo es el gran introductor de la impunidad y el desorden de este mundo. Cuando tú vuelves en Colombia la otra mejilla, de un segundo trancazo te acaban de desprender la retina. Y una vez que no ves, te cascan de una puñalada en el corazón.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 104)
Este Estado permite la discriminación entre clases, lo que lleva a la ignorancia, y la ignorancia, a la reproducción masiva, y se produce un círculo vicioso: a más población, más violencia, a más violencia, más narcotráfico y más corrupción. Es por esto que Fernando Vallejo les dice en un artículo para la revista Soho “A las madrecitas de Colombia”:
“(...)"el problema de la expansión demográfica": la hoguera que aviva el Papa. O sea éste, Wojtyla, que se niega a morir. Y yo digo: si quiere que haya más niños, que desocupe él porque ya no hay espacio para tanto viejo. (...)¡Ah, mi Medellín de cuando yo nací, tan solito, tan aireado! Sin tanta fábrica ni tanto carro ni tanta rabia. Rabia sí, pero poquita (...) Reproducirse es un crimen, en mi opinión, el crimen máximo. (...) el cura Uribe es un tartufo que invoca el nombre de Dios en vano (...) y ustedes no tienen por qué seguir pariendo. Porque no hay espacio, porque ya no hay agua, porque no hay qué comer. (...)..” [35]
Al leer el párrafo anterior, debe tenerse en cuenta que Vallejo es uno de 25 hermanos, y que además, vio cómo la población aumentó notable y progresivamente en el transcurso de su vida. [36] Esta realidad, lleva a Vallejo a afirmar con toda seguridad lo siguiente:
“ni en Medellín ni en Colombia hay inocentes; aquí todo el que existe es culpable, y si se reproduce más. Los pobres producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria más asesinos, y mientras más asesinos más muertos. Ésta es la ley de Medellín, que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 118)
La pobreza, trae más pobreza, es por esto que el narrador dice:
“(...) Tengo hambre". "Que te la quite tu madre que te parió", les contesto yo. O el cura papa que es tan buen defensor de la pobrería y la proliferación de la roña humana. ¡Mendiguitos a mí, caridad cristiana! Odiando al rico; pero eso sí, empeñados en seguir de pobres y pariendo más... (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 147)
“(...) Por razones genéticas el pobre no tiene derecho a reproducirse. ¡Ricos del mundo, uníos! Más. O la avalancha de la pobrería os va a tapar.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 149)
Paradójicamente, la solución a esta violencia imperante, la solución a la muerte, para el narrador, es la misma muerte: exterminar la niñez.
La raza humana para Vallejo, está perdida. Es por ello que siente que su prójimo son los animales. Estos toman protagonismo en La Virgen de los Sicarios, a saber, en dos ocasiones, que serán mencionadas a continuación.
Uno de los muertos de Alexis, es un hombre a quien el narrador insulta por explotar a un animal:
"¡Los caballos no tienen por qué trabajar, el trabajo lo hizo Dios para el hombre, hijueputa!" le grité al carretillero (...) Alexis, (...) con un tiro en la frente me le remarcó lo dicho (...) son los mismos "hideputas" que dijo Don Quijote aunque elevados a la enésima potencia. (...) Es que los animales son el amor de mi vida, son mi prójimo, no tengo otro, y su sufrimiento es mi sufrimiento y no lo puedo resistir.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 107)
Los animales son verdaderamente defendidos por Fernando Vallejo, tal es así que donó U$S100.000 del Premio Rómulo Gallegos por su libro El desbarrancadero a una sociedad protectora de animales de Venezuela.[37] En el discurso para recibir dicho premio declaró:
“(...) A mí los que me duelen son los animales. A ver, ¿cuántos hay en los evangelios? (...) Los animales no son cosas y tienen alma y no son negociables ni manipulables (...) sufren y sienten como nosotros (...).Una religión que no considera a los animales entre nuestro prójimo es inmoral. Por eso hay que dejarla. A los que están en ella no les pido, sin embargo, que la dejen (...) Pero entonces sean consecuentes y aprendan de Cristo: no se reproduzcan (...)Los animales, compañeros nuestros en la aventura dolorosa de la vida sobre este planeta loco que gira sin ton ni son en el vacío viajando rumbo a ninguna parte, también son nuestro prójimo y merecen nuestro respeto y compasión (...).” [38]
Es totalmente lógico, por lo tanto, que cuando el narrador con su Ángel, encontraron un perro gravemente herido, se vieran obligados a matarlo, para que no sufra: sorprendentemente, el sicario no es capaz de hacerlo ¿por qué?, simple. Porque no le hizo nada:
“(...) un perro moribundo había ido a caer al arroyo. (...) descubrí que el perro tenía las caderas quebradas, de suerte que aunque lo sacáramos no había esperanzas de salvarlo. Un carro lo había atropellado (...) Sólo Dios sabrá, él que es culpable de estas infamias (...) mata y atropella por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario. "No va a poder volver a caminar –le dije a Alexis–. Si lo sacamos es para que sufra más. Hay que matarlo". "¿Cómo?" "Disparándole". (...) "Yo no soy capaz de matarlo", me dijo Alexis. "Tienes que ser", le dije. "No soy", repitió. Entonces le saqué el revólver del cinto, puse el cañón contra él pecho del perro y jalé el gatillo. (...) Dios no existe y si existe es la gran gonorrea” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 110, 111)
La muerte, para un sicario, es bien merecida siempre que se lleve a cabo por venganza, sin importar que la misma sea directa o indirecta (ya que hay “venganzas heredadas” de generación en generación, y más en un país en el que debido a la violencia, la esperanza de vida es escasa).
“(...) en ausencia de la ley que se pasa todo el tiempo renovándose, Colombia es un serpentario. Aquí se arrastran venganzas casadas desde generaciones: pasan de padres a hijos, de hijos a nietos: van cayendo los hermanos (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 49)
Nos vamos acercando así, luego del hecho relacionado con el sufrimiento de un animal, al final de Alexis, que de cierto modo es un nuevo comienzo para el narrador, quien “casi reemplaza a ese amor perdido”,[39] sin saberlo, por el asesino del mismo: otro sicario, de nombre Wílmar.
Dice Laura Isola que “si a la primera parte de la novela le corresponde el relato digresivo, en la segunda mitad se acentúa la hipérbole”.[40] Hay un cambio en el protagonista, en cierta forma, al morir su amor, nos revela su identidad, escondida hasta el momento, detrás del “último gramático”:
“Íbamos por la Avenida La Playa entre el gentío (...) cuando de frente, zumbando, atronadora, se vino sobre nosotros la moto: pasó rozándonos. "¡Cuidado! ¡Fernando!" alcanzó a gritarme Alexis en el momento en que los de la moto disparaban. Fue lo último que dijo, mi nombre, que nunca antes había pronunciado (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 112)
Luego, todo parece derrumbarse:
“(...) Después se desbarrancó por el derrumbadero eterno, sin fondo. (...) Alcancé a ver al muchacho de atrás de la moto, el "parrillero", cuando disparó: le vi los ojos fulgurantes, y colgando sobre el pecho, por la camisa entreabierta, el escapulario carmelita (...) mi niño se desplomó: dejó el horror de la vida para entrar en el horror de la muerte. Fue un solo tiro certero, en el corazón. Creemos que existimos pero no, somos un espejismo de la nada, un sueño de basuco.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 112)
En cuanto al cadáver, el protagonista decide dejarlo en una:
(...) clínica privada de rateros (...) Es la Clínica Soma, la primera en su género que hubo en Medellín y que fundaron tiempos ha, en mi matusalénica niñez, un grupo de médicos especialistas, de delincuentes (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 114)
El final de Alexis está anunciado en las primeras páginas de la novela y, como dice Laura Isola, “este sicario muere en su propia ley, de un tiro y sin sorpresa, pero no se sabe como sobrevivirá el narrador”.[41]
Fernando ficcional, por el momento, siente que es su deber ir a visitar a la familia del muchacho, de su ángel, para ello, tiene que subir a las comunas, sediento de venganza por el asesino:
“Hasta allá subí a buscar a la mamá de Alexis y de paso a su asesino. (...) encontré la casa. Llamé. Me abrió ella, con un niño en los brazos. Y me hizo pasar. Otros dos niños de pocos años se arrastraban, semidesnudos, por esta vida y el piso de tierra. (...) Me contó que su actual esposo, el padre de estos niños, la había abandonado; y que al otro, el padre de Alexis, también lo habían matado. En cuanto al muchacho que mató a Alexis, (...) le decían La Laguna Azul. (...) En las comunas todo se sabe. (...)Le dí algo de dinero, me despedí, y salí.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 123, 124)
Luego, sobreviene la lluvia, hecho que definitivamente tiene una razón de ser en este momento:
“Cuando emprendía la bajada, sin decir agua va ni mediar provocación ninguna (¿porque quién alborota esta furia?) se soltó el aguacero. Quiero explicarle por si no lo sabe, por si no es de aquí, que cuando a Medellín le da por llover es como cuando le da por matar: sin términos medios, con todas las de la ley y a conciencia. Es que aquí no se puede dejar vivo al muerto porque entonces a uno lo quedan conociendo y después el muerto es uno.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 125)
“Matar” y “llover”, dice Laura Isola, “están ligados por la desmesura y el relato se vuelve apocalíptico, reproduciendo un tópico clásico como es el de la ira de los dioses”.[42]
Con Alexis, también se derrumba Fernando, quien se ve obligado a recurrir al olvido para sobreponerse. Esto es comparable con el aguacero que se da en la ciudad, así se siente el protagonista interiormente: azotado por una ‘tormenta’ sin términos medios, que destruye todo a su paso. Desvastado por dentro, el protagonista vaga por las calles en búsqueda de su ángel ya muerto, o al menos, de un reemplazo, o algo que llene de alguna manera el vacío que dejó en su vida Alexis:
“(...) entre los saltapatrases, los simios bípedos, pensando en Alexis, llorando por él, me tropecé con un muchacho. Nos saludamos creyendo que nos conocíamos. (...) le pregunté su nombre: ¿Se llamaba Tayson Alexander acaso, para variar? Que no. ¿Y Yeison? Tampoco. ¿Y Wílfer? Tampoco. ¿Y Wílmar? Se río. ¿Que cómo lo había adivinado? Pero no lo había adivinado, simplemente eran los nombres en voga de los que tenían su edad y aún seguían vivos. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 131)
En Wílmar, Fernando encuentra un consuelo, un alivio. Ya veremos luego si se trata de olvido o reemplazo. Al comienzo de la novela, el narrador hace referencia a los nombres extravagantes que menciona para adivinar el del sicario, y dice que:
“Con eso de que les dio a los pobres por ponerles a los hijos nombres de ricos, extravagantes, extranjeros: Tayson Alexander, por ejemplo, o Fáber o Eder o Wílfer o Rommel o Yeison o qué sé yo. No sé de dónde los sacan o cómo los inventan. Es lo único que les pueden dar para arrancar en esta mísera vida a sus niños, un vano, necio nombre extranjero o inventado, ridículo, de relumbrón. Bueno, ridículos pensaba yo cuando los oí en un comienzo, ya no lo pienso así. Son los nombres de los sicarios manchados de sangre (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 9, 10)
A falta de dinero, la identidad de un propio sicario, es lo único que, para Vallejo, pueden darles las familias a estos muchachos.
Volviendo al encuentro con Wílmar, como es predecible, el protagonista entabla con él una relación totalmente comparable con la que sostuvo con Alexis: lo complace comprándole cosas materiales, viven juntos, recorren juntos las calles de Medellín, etc. En cierto momento, notamos que el narrador, ya no distingue verdaderamente a un sicario del otro:
“(...)Le dije a Alexis, perdón, a Wílmar que entráramos. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 132)
Además, hasta se puede notar que las situaciones que vive con Wílmar, son las mismas que vivió con Alexis, por lo que éstas dan nostalgia, tanto por lo vivido con su primer Ángel, como por su infancia:
“Y la nostalgia de lo pasado, de lo vivido, de lo soñado me iba suavizando el ceño. Y por sobre las ruinas del Bombay presente (...) me iba retrocediendo a mi infancia hasta que volvía a ser niño y (...) corriendo con mis hermanos (...) pasábamos frente a Bombay persiguiendo un globo. Con su aguja gruesa una vitrola en la cantina tocaba un disco rayado: "Un amor que se me fue, otro amor que me olvidó, por el mundo yo voy penando. Amorcito quién te arrullará, pobrecito que perdió su nido, sin hallar abrigo muy sólito va. Caminar y caminar, ya comienza a oscurecer y la tarde se va ocultando..." Y los ojos se me encharcaban de lágrimas mientras dejando atrás a Bombay, para siempre, volvía a sonar a tumbos, en mi corazón rayado, ese "Senderito de Amor" que oí de niño en esa cantina por primera vez esa tarde. Y qué hace sin embargo que volvía con Alexis por esta misma carretera, agotándose instante por instante en la desesperanza nuestro imposible amor...” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 139)
El narrador en cierta medida, mimetiza a ambos sicarios, volviéndolos uno sólo, al igual que Alexis, Wílmar es para Fernando, “el enviado de Satanás”, que vino a poner orden donde “Dios no puede”. Nuevamente, vemos la figura del “Ángel exterminador”. Por otro lado, ambos muchachos se comportan de igual manera, lo cual nos demuestra una falta de identidad, debido probablemente a la marginalidad, que lleva al anonimato.
Vale destacar que, como dice Aileen El-Kadi, podemos deducir que Fernando pertenece “a una oligarquía extinta”, ya que “hallamos en el personaje indicios de su clase y de su formación educativa” [43] Esto puede notarse perfectamente cuando al llevar a Wílmar a visitar la casa de su infancia, le dice que allí quiere morir:
“ahí me quiero morir para redondear el epitafio, que en mayúsculas latinas ha de decir así, en aposición a mi nombre y a este lado de la puerta: ‘Vir clarisimus, grammaticus conspicuus, philologus illustrisimus, quoque pius, placatus, politus, plagosus, fraternun, placidus, unun, summum jus, hic natus atque mortuus est. Anno Domini tal...’ y ahí ponen el año de instalación de la placa (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 151, 152)
Avanzando en la novela, el protagonista se topa con La Plaga. Este es un sicario con el cual el protagonista tuvo un encuentro amoroso, pero no prosperó. En este encuentro, Fernando se entera que Wílmar es La Laguna Azul: el asesino de Alexis.
“(...) llegamos al Versalles. A la entrada de éste nos tropezamos con La Plaga. "¡Ay Plaguita, qué alegría verte! –exclamé–. Yo ya te hacía muerto... "Que no, que todavía no, que seguía en la racha de suerte (...) Wílmar entró a comprar los pasteles y yo me quedé afuera con La Plaga conversando. Entonces me hizo el reproche, que por qué andaba con el que mató a Alexis. "¿Por qué dices eso, niño tonto? –le contesté–. ¿No ves que yo ando con Wílmar y a Alexis lo mató La Laguna Azul?" "Wílmar es La Laguna Azul", respondió” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 161)
Bastante lógica es la reacción primera de Fernando ficticio: matar a Wílmar. Para ello, decide llevarlo a un motel. Su objetivo no se concreta, ya que entiende la venganza de Wílmar: Alexis había matado a su hermano. El protagonista acaba comprendiendo que, en cierta manera, él mismo era igual a Wílmar: “un perdonavidas”:
"¿Por qué mataste a Alexis?" "Porque mató a mi hermano", me contestó, restregándose los ojos, despertando. "Ah..." comenté como un estúpido. (...) le dije que yo iba con Alexis la tarde en que él lo mató. Que sí, que él ya sabía, que desde esa misma tarde me había quedado conociendo. "¿Entonces desde la primera noche que pasaste conmigo en mi apartamento me habrías podido matar?" Se rió y me dijo que si a alguien él no podía matar en este mundo era a mí. Entonces pensé que él era como yo, de los que dejábamos pasar, que éramos iguales, perdonavidas.” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 165, 166)
Viendo que, estaba formando parte de un potencial círculo vicioso de venganzas, Fernando le dice a su compañero que desea irse, adonde sea:
“(...) ya no tenía objeto seguir en Medellín, que esta ciudad no daba para más, que nos fuéramos. ¿Que para dónde? Para donde fuera. El mundo no se acababa aquí, era bien grande. En cuanto a la humanidad, en todas partes sería la misma, la misma mierda, pero distinta. Aceptó. Simplemente tenía que ir antes a su barrio a despedirse de su mamá (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 165, 166)
El problema es, que el círculo vicioso, no tiene fin, y a Wílmar en esa “ida a su barrio” para despedirse de su familia, lo matan:
“(...) La despedida fue para siempre, vivos no nos volvimos a ver. Al amanecer sonó el teléfono: del anfiteatro, que fuera a identificar a alguien que llevaba consigo mi número.
"Anfiteatro" llaman aquí a la morgue (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 167)
Después del aguacero, dice Laura Isola “sobreviene la calma, y la entrada en la morgue, cuando el narrador va a reconocer el cuerpo de Wílmar” lo cual, “puede leerse en paralelo con el paseo por las calles: un recorrido por la muerte.”[44]
“Al que iban dejando entrar de la calle le mostraban un álbum de fotografías (...) Si alguna se parecía al desaparecido vivo, entonces podían pasar por la siguiente puerta, a la siguiente sala, a reconocer al aparecido muerto. El hombre invisible pasó. (...) El hombre invisible se enteró de que todos esos corazones, hígados, riñones, pulmones, tripas irían a una fosa común. Lo que aquí dejaban (...) era el casco del que fue (...) El hombre invisible les fue pasando revista a los muertos. (...) Entonces lo vi, sobre una de esas mesas (...) Ahí estaba él, Wílmar, mi niño, el único. (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 168, 169, 170)
Nótese un cambio en el narrador, quien en su recorrida entre los muertos, se llama a sí mismo “el hombre invisible”, y comienza a narrar en tercera persona, como si aquellos hechos fueran ajenos a él mismo. Sobre esto dice Laura Isola:
“(...) el hombre invisible no se puede narrar a sí mismo y necesita ser narrado, mientras que el gramático sí puede darse un relato en primera persona (...) Toda la escena de la morgue se narra en tercera persona (...) Cuando sale de la morgue, este recurso narrativo termina, y vuelve a la primera persona (...). En esta transformación puede leerse que la estrategia de la supervivencia es la escritura, el manejo del discurso y el orden de las palabras. El narrador sobrevive porque se oculta en las posibilidades de la ficción y utiliza la noción misma de narrador para esconderse y protegerse (...)” [45]
Tenemos entonces, por un lado a Fernando Vallejo, colombiano, y también mexicano actualmente. Por otro lado, tenemos dos sicarios. Ambos paises, y ambos sicarios -los primeros, por ser países latinoamericanos, y los segundos, por pertenecer a una misma clase- tienen características en común. Por lo tanto, podríamos interpretar este reemplazo Alexis-Wílmar como una representación del reemplazo de nacionalidad por parte de Vallejo. Alexis murió por su propia ley: la de los sicarios, la de la venganza. Colombia está desvastada también por su propia ley, que para el caso consistiría en el no cumplimiento de las leyes. A falta de Alexis, Fernando ficticio recurre a Wílmar. A falta de Colombia, Fernando Vallejo, recurrió a México. Pero siempre tendrá en su corazón a su primer amor: Alexis, y Colombia. Y por otro lado, ese “segundo amor”, le permite redescubrir al primero. Dicho en las propias palabras de Vallejo:
“Yo he vivido fuera de Colombia la mitad de mi vida, y es como si no me hubiera ido. No ha habido día en mi vida en que no haya tenido puesta la cabeza en ella. Colombia, que es el país de mi niñez y de mi juventud, me va a acompañar hasta la muerte. Vivir en México tanto tiempo me ha permitido descubrir cuánto tenía yo de idioma local en la cabeza, cuánto tenía de colombianismo. Porque el idioma que uno tiene en la cabeza es el idioma local el de su país. Ese tomar distancia del idioma mío, antioqueño más que colombiano, creo que es uno de los grandes servicios que me he hecho a mí mismo, porque me ayudó a tomar distancia de mi idioma local. Eso no quiere decir que uno cuando escriba no puede utilizar localismos, por el contrario. (...)” [46]
El mal que le hace a Vallejo Colombia, le crea la necesidad de canalizar su sentimiento de impotencia, y esto lo logra con la escritura. Escribe, y olvida,[47] como él mismo dice.
Volviendo a La Virgen de los Sicarios, al irse del anfiteatro, el narrador nos dice:
“Salí por entre los muertos vivos, que seguían afuera esperando. (...) Yo pienso que es mejor acabar como un ave espléndida surcando el cielo abierto que como un gusano asfixiado. (...) Bajé el puente y entré a un galpón inmenso que no conocía. Era la famosa terminal de buses intermunicipales atestada por los muertos vivos, mis paisanos, yendo y viniendo apurados, atareados, preocupados, como si tuvieran junta pendiente con el presidente o el ministro y tanto qué hacer. Subían a los buses, bajaban de los buses convencidos de que sabían adonde iban o de dónde venían, cargados de niños y paquetes. Yo no, no sé, nunca he sabido ni cargo nada (...)” (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 172, 173)
Así define el narrador a la humanidad: muertos vivos, con un destino incierto, pero queriéndose convencer a sí mismos de tener una razón de ser. Para Fernando, el gramático, dice Laura Isola, “Colombia es ajena y puro pasado. El ya está muerto, aunque todavía respire porque su mundo se ha desvanecido y ahora gobiernan la mini Uzi, el televisor y el ruido”. [48]
En verdad, Vallejo se considera a sí mismo un muerto en vida:
“Lugar y fecha de nacimiento: Medellín, 24 de octubre de 1942. ¡Idiotas, lo que importa es la fecha de defunción! ¡Cuánto hace que me morí! Estoy más muerto que Pedro Páramo. Colombia de los asesinos y de los locos me mató. De tus infinitos locos que le tienen que hablar al aire porque aquí nadie oye y hay que gritarle al eco. Los muertos no necesitamos pasaporte, Colombia, ya no te necesito más, te lo devuelvo. Quédate con mi número: dáselo a un vivo.” [49]
Y si, aún está vivo, Vallejo está convencido de que Colombia lo acabará matando, de una manera u otra, y esto no parece molestarle:
“(...) estoy convencido de que a mí, tarde o temprano, hable un poquito más de la cuenta o me calle, a mí también uno de estos días este país me terminará por condecorar: con una bala. ¡Qué importa! Así habré vivido plenamente, hasta el final, mi destino de colombiano. Además ya he vivido mucho y somos muchos: hay que abrirle campo al prójimo (...)” [50]
A pesar de esto, como dice Javier H. Murillo, “Vallejo solamente conoce la muerte de oídas” y aunque “siente que lo persigue o lo acompaña, esa muerte todavía no lo ha alcanzado. Todavía la escritura sigue escurriéndosele y la rigidez del tiempo se desvanece entre sus manos para convertirse en materia manipulable y obediente”, de modo que su “voz se fuga, se escapa buscando el presente, que se aferra, nuevo, todos los días.” [51]
Finalmente, Vallejo acaba La Virgen de los Sicarios de la siguiente manera:
“(...) Pobres seres inocentes, sacados sin motivo de la nada y lanzados en el vértigo del tiempo. Por unos necios, enloquecidos instantes nada más...
Bueno parcero, aquí nos separamos, hasta aquí me acompaña usted. Muchas gracias por su compañía y tome usted, por su lado, su camino que yo me sigo en cualquiera de estos buses para donde vaya, para donde sea.”
“Y que te vaya bien,
que te pise un carro
o que te estripe un tren”. (Vallejo. La Virgen de los Sicarios. Pág.- 174)
Como dice Elsy Rosas Crespo: “al final de la novela, en la última página, Fernando se dirige al lector a través del idiolecto característico de los sicarios; el narrador conoce y emplea la lengua de los personajes de manera desenvuelta y natural”[52], es decir, que en cierta medida, acaba mimetizándose con esa realidad, que aunque es decadente, le es propia.
Fernando Vallejo establece con Colombia, una relación de amor y odio. Héctor Abad Faciolince define esta fusión de sentimientos perfectamente en sólo una frase:
“Vallejo siente por Medellín y por Colombia algo parecido a lo que siente una esposa enamorada cuando descubre que su marido la traiciona desde hace años: un odio infinito por lo que más ama; una escisión completa de sí misma y del otro: lo más amado y lo más odiado es al tiempo una y la misma cosa.” [53]
El narrador de La Virgen de los Sicarios nos deja un final abierto: un destino incierto. Podrá tomarse uno de aquellos buses o bien podrá arrepentirse y quedarse en Medellín, pero lo único cierto que podemos afirmar sin caer en suposiciones, es que Colombia fue y será el gran amor de Fernando, esté donde esté. La Virgen de los sicarios, como bien dice Héctor Abad Faciolince es “una caricia con bofetada, otro insulto cariñoso” [54] hacia aquella Colombia desvastada, que nostálgicamente, a lo largo de toda su obra, Vallejo se propone olvidar mediante la denuncia.
Fernando Vallejo nos ha demostrado con esta novela, que es, y siempre será verdaderamente libre; dueño de su propio e incierto destino.
Conclusión:
Hemos visto como, Vallejo, a lo largo de La Virgen de los Sicarios, ha desarrollado dos historias paralelas que transcurren en Colombia: la de su infancia, y la actual.[55] La primera se dispara debido a la nostalgia que produce la actual realidad en el escritor. Esta nostalgia, se canaliza en la denuncia, no hay institución ni persona que se salve de esta despiadada crítica, ni siquiera el mismo autor, ya que este, es también parte de la sociedad y actualidad a la que critica. A su vez, esta denuncia, produce un alivio en Fernando Vallejo, él mismo afirma que de este modo intenta borrar sus recuerdos[56]: y al no tener, o mejor dicho, no querer tener recuerdos, Fernando Vallejo se convierte en un muerto-vivo, como lo es toda la humanidad, pero con una simple y gloriosa diferencia: la libertad. Libertad de sentir, de elegir el presente y juzgarlo, y libertad de olvidar:
“¡Nada de nostalgias! Que venga lo que venga, lo que sea, aunque sea el matadero del presente. ¡Todo menos volver atrás!”
(Vallejo, La Virgen de los Sicarios. Pág.- 140)
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“La Virgen de los Sicarios”,
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“Nostalgia, Denuncia y Olvido”
Carla A. Rodríguez
Ma. Agustina Petruccelli
Liceo Nº 1 – 5to 3ra – Turno Mañana
2007
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[6] La carta de Fernando Vallejo y su renuncia a la nacionalidad colombiana. México. Mayo de 2007.
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[10] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
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[27] Crespo, Elsy Rosas. “La virgen de los sicarios, como extensión de la narrativa de la transculturación”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2003 nº 24.
[28] Villoro, Juan: “entrevista a Fernando Vallejo”, en Babelia Digital. España. 2002
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[32] Craig, Richard B. Colombia en “El narcotráfico”. IICLA [Instituto de Investigaciones Culturales Latinoamericanas] Revista occidental nº 38. Colin M. Mac Lachlan, editor. Tijuana, Baja California, N., México. 1995.
[33] La carta de Fernando Vallejo y su renuncia a la nacionalidad colombiana. México. Mayo de 2007.
[34] Castillo, Carolina. “Colombia: violencia y narración” en en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2004 nº 27.
[35] Vallejo, Fernando. “A las madrecitas de Colombia”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[36] Vallejo, Fernando. “A las madrecitas de Colombia”, en Revista Soho. Colombia. 2006, nº 58.
[37] “Los animales tienen la palabra” en “animalistas célebres”, sitio web “geocites”, consultado el 29/10/2007. [URL: http://es.geocities.com/animalistas_celebres/fer-vallejo.htm]
[38] Vallejo, Fernando. “Discurso para recibir el Premio Rómulo Gallegos” en BitBlioteca, sitio web “Analítica”, consultado el 29/10/2007 [URL:http://www.analitica.com/bitblio/fernando_vallejo/discurso_romulo_gallegos.asp]
[39] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[40] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[41] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[42] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[43] El-Kadi, Aileen. “La virgen de los sicarios y una gramática del caos”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2007 nº 35
[44] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[45] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[46] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 29/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[47] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”, consultado el 13/10/2007. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
[48] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[49] Vallejo, Fernando. “Los difíciles caminos de la esperanza”. en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[50] Vallejo, Fernando. “Los difíciles caminos de la esperanza”. en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[51] Murillo, Javier H, “Un Huapiti para Fernando Vallejo”, en Revista Número. Bogotá, Colombia. S/f.
[52] Crespo, Elsy Rosas. “La virgen de los sicarios, como extensión de la narrativa de la transculturación”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2003 nº 24.
[53] Faciolince, Héctor Abad. “Vallejo y el círculo moral” sección cultura, “El País”. 12/07/2007. Madrid.
[54] Faciolince, Héctor Abad. “Vallejo y el círculo moral” sección cultura, “El País”. 12/07/2007. Madrid
[55] Isola, Laura. Fernando Vallejo, en: La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1999 - 2000. Corregidor. Bs As, Argentina. 2003.
[56] Delgado, Manuel. “Declaraciones alarmantes de escritor Fernando Vallejo”, sitio web “Club de libros”. [URL: http://www.clubdelibros.com/archifernandovallejo2.htm]
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